¿ES DELITO REVENDER ENTRADAS?
Cuando la reventa lo revienta, una legislación obsoleta
¿Cuanto estarías dispuesto a pagar por ver a tu artista favorito en directo? Aunque la reventa no es legal, tampoco es del todo ilegal, y claro, quienes acaban pagando (y nunca mejor dicho) son los incautos espectadores...
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Claro que pagaría sesenta pavos por ver a Bruno Mars y Anderson Paak, pero, ¿ciento sesenta de reventa? Si lo pienso seriamente, entro en el dilema de pedir un crédito, comprar una montaña de entradas para el FIB a quince pavos, venderlas por el quíntuple y pasearme por Bilbao en un Lamborgini como si fuese Tyga de vacaciones; la otra opción es denunciarlo.
A mí, particularmente, me apetecen más los Lamborginis que las denuncias… La prosodia moralista me indigesta, además, la corriente en la que te sumerge el consumo y la velocidad me hace entrar en una suerte de falso nirvana que, será falso y atucomplaciente, pero da mucho gusto. Sin embargo, estoy sentado escribiendo esto, porque una moral como la mía que pugna en vano por dejar de ser tan judeo-cristiana y que, al final, no lo consigue, termina planteándose todo esto del Lamborgini e intentando encontrar los límites legales que no morales de la reventa de entradas.
Pero la cosa está jodida. Encontrarse con los límites de algo siempre suele ser bastante frustrante. Más, si se remontan a los años ochenta. Para darnos cuenta de esto, bastaría con pensar en el año ochenta y cinco, concretamente en como los Ronaldos sonaban en todas las radios cantando “tendría que besarte, desnudarte, pegarte y luego violarte hasta que digas sí”; y en cómo ahora, esas mismas radios condenan el reguetón con años de penurias, pesares y padecimientos por machista.
Lo que esto evidencia, es que la vida es dinámica, y que los límites se dibujan de una manera u otra en función de la situación. Así que, si el tribunal sonoro encargado de juzgar el contenido musical se sacude la caspa, ¿no debería hacerlo también el Reglamento general de la policía de espectáculos y actividades recreativas? (escrito, por cierto, en el año ochenta y dos, tres años antes que la letra de los Ronaldos).
POLICIA DE ESPECTACULOS: El nombre parece que ya nos da la respuesta acerca de lo de la caspa y la sacudida.
Dicho reglamento lo único que contiene al respecto es el artículo 67., en cuyo segundo apartado dice:
"Queda terminantemente prohibida la venta y la reventa callejera o ambulante de localidades".
Para haber dicho previamente en el apartado 1º que la reventa será permitida en establecimientos autorizados, y el precio estará limitado a un 20% más que el precio inicial.
Hasta aquí, todo en orden. Solo hace falta el transcurso de veinticinco años, y la aparición de los establecimientos telemáticos para que te explote la cabeza al pensar en los límites legales de la reventa. El reglamento de LA POLICÍA ESPECTACULAR (no he podido evitar el chiste a Debord o a La Loca Academia de Policía) no tuvo, ni ha tenido en cuenta estos medios, facilitando así, un vacío legal en el que constituir un montón de empresas como Viagogo o Ticketbits que hacen lo mismo que el tío que te la vende en la calle, pero en casa (online), para no infringir la ley cuando menciona "reventa callejera".
Tanto es así, que las promotoras Doctor Music, Live Nation y la empresa Ticket Master se han propuesto combatir la especulación de entradas. Ante lo que uno se pregunta: ¿les parece mal? O, ¿es que más vale el remedio que la enfermedad?
Quizá, escándalos como que el responsable de Live Nation Italia confesase que dicha promotora desviaba entradas al mercado secundario nos de la respuesta. Quizá, imaginar a un italiano forrado de pasta diciendo “Oye, oye, vamos a hacer las cosas bien que nos cierran el chiringo”, también. No importa, el caso es que se han propuesto hacerlo bien, y dicha medida consiste en hacer las entradas nominales, es decir, que las venden con nombres y apellidos.
Bueno, pues de todo este jaleo, LA POLICIA ESPECTACULAR, nada, oye que no se entera. Ante lo cual, a los pobres ciudadanos de a pie que no entendemos nada del deber, la justicia y mucho menos del capital solo nos quedan dos o tres opciones:
1.O mandamos al guano a las web de reventa.
2.O confiamos en que las promotoras escriban nuestros nombres en los boletos, como cuando tu madre bordaba tu nombre en un babi del que no te hacías responsable.
3.O vamos a por el Lambo.
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