MÁS ALLÁ DE NOCHE DE PAZ CON LA FLAUTA NO HAY NADA
La música que se da en los colegios es un asco, pero no dispares al profesor (no tiene la culpa)
Varias generaciones apenas aprendimos a tocar 'Noche de Paz' con la flauta. Nos preguntamos qué se enseña ahora a la chavalería. ¿Está denostada la educación musical en las aulas? ¿Cómo aprenderán entonces a apreciar la música las nuevas generaciones? ¿Quiénes son los responsables?
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"¿Que te gustaría tocar la guitarra eléctrica? ¿Como tus ídolos melenudos? Pues nada, niño: búscate un profesor particular".
Una respuesta similar a esta, recrudecida por el inevitable paso del tiempo, fue la que muchos preadolescentes de la generación nacida a finales de los 70 o principios de los 80, como yo, recibimos cuando trasladamos nuestras inquietudes musicales al profesor de turno.
A escondidas, y aprovechando la hora de comer, subíamos a la sala de música para tomar 'prestada' la guitarra española de la profesora y emular a Slash, Kurt Cobain, James Hetfield o cualquier otro de nuestros ídolos noventeros aporreándola sin piedad.
Sólo había un problema: si nos pillaban se nos caía el pelo. Y eso que, en realidad, lo único que estábamos haciendo era tratar de estimular nuestra creatividad. Malditos profesores.
El caso es que ellos lo intentaban, aunque a su manera. Lo que se aprendía en aquel aula, a razón de una tediosa hora por semana, era a tocar la flauta o, en el caso de los más torpes, el triángulo. 'Campanita del lugar', la sintonía de 'Carros de fuego', 'Noche de Paz' y otras alegres tonadillas fueron nuestra triste iniciación al mundo de la música.
Y claro: la gran mayoría de los chavales acababa por sentir tanta aversión a la materia como a la Lengua, las Matemáticas o el Inglés, al tiempo que centraban la totalidad de su interés en la actividad preferida de todo niño español: el fútbol.
Falta de medios para enseñar música
"Las cosas no han cambiado demasiado en todos estos años", se lamenta Enrique González-Garzón, profesor de música en el Colegio Dulce Chacón de Rivas Vaciamadrid.
"Y sí: se sigue tocando la flauta. El motivo es sencillo: son baratas".
Y es que la falta de medios es uno de los principales problemas de la educación musical en España, aunque no el único.
"Sobre todo, se trata de una cuestión de mentalidad: al contrario de lo que ocurre en otros países de Europa, no se valora el hecho de que los chavales aprendan a amar la música. Se entiende como mero entretenimiento, un rato de ocio a la semana. Lo importante es el inglés, seguido del resto de materias y, por último, la música. Así que si se tiene que recortar por algún lado, todos sabemos por dónde va a ser", añade.
Abandono legislativo en cada nueva ley de educación
La enseñanza musical no es obligatoria en la Educación Infantil, aunque sí en Primaria, porque dejó de ser troncal como la Lengua o las Matemáticas desde 2015, durante el ministerio de José Ignacio Wert.
Fueron entonces las comunidades autónomas las que reglaron el tiempo de esta asignatura. Ahora, los escolares apenas dedican a ella tres cuartos de hora a la semana. En Secundaria, tampoco cambia mucho la cosa.
No en vano, la importancia de la música en las aulas se ha ido mermando desde los años 90, a golpe de ley educativa y con cada cambio de partido en el Gobierno.
"Actualmente, la materia se engloba dentro de las artes plásticas. Eso, a priori, no es una mala idea, pues se trata igualmente de transmitir la importancia de la cultura. Pero en la práctica se traduce en que hay que compartir el tiempo con otras materias como el dibujo, lo que a la larga quita tiempo a la música", explica González-Garzón.
Al final, ese corto espacio de tiempo semanal se dedica, sobre todo, a enfocar la música desde un punto de vista vivencial y lúdico: "Al principio, los más pequeños aprenden un poco de percusión, especialmente con su propio cuerpo. Y luego, cuando se hacen un poco más mayores, cogen su primer instrumento", dice.
Sí: no hace falta decir qué instrumento es.
"Ojo con la flauta: no la infravaloremos", advierte María Rodríguez, musicoterapeuta y profesora de esta materia en el Colegio Honduras, en el barrio madrileño de Vallecas.
"Además de asequible y fácil de transportar es un instrumento muy intuitivo para aprender las notas, y muy útil para enseñar a los niños a respirar", afirma.
Una vez se acercan a la pubertad, la pelea es otra: tratar de que escuchen algo más que rap o reguetón.
"A mí, también me gusta el rap, e intento encontrar artistas de reguetón que me gusten. Si tienen interés por un género, sea el que sea, hay que tirar de ese hilo", explica Rodríguez. Un hilo que, a menudo, no pasa de ahí. "El otro día les puse Queen a los mayores: ninguno tenía la más remota idea de qué era eso", se lamenta.
La sensibilidad no da dinero
Además de profesora de música, María Rodríguez es tutora. ¿Cuántas veces se interesan los padres por las habilidades musicales de sus hijos?
"Ninguna: nunca preguntan. Sólo les interesa saber como van en el resto de las materias. De hecho, creo que muchos ignoran que sus hijos tienen clase de música. Y es una pena, porque hay niños que son un auténtico desastre en Lengua o mates y que, sin embargo, tienen grandes dotes para tocar un instrumento", confirma.
No culpemos a los profesores
En un mundo en la que manda el pragmatismo más absoluto, cabe preguntarse qué utilidad tiene enseñar música a los ciudadanos del futuro.
"La música engloba infinidad de cosas que nos conforman como personas", reflexiona González-Garzón.
"Más allá de transmitir cultura, desarrolla la sensibilidad y el disfrute por el arte. Es una pata fundamental en el desarrollo personal".
Y es que una sociedad sin música es también una sociedad más triste y gris.
"Al fin y al cabo, la música es el lenguaje universal", recuerda Rodríguez.
"Los niños que aprendan música podrán comunicarse a través de ella con cualquier otra persona del mundo".
Eso sí: si en un futuro su interés por la música es nulo, no carguemos toda la responsabilidad en los profesores.
"A menudo, nosotros intentamos transmitirles cosas y que tengan cierto criterio, pero luego salen de aquí y el entorno social y los medios de comunicación lo chafan", apunta la tutora.
Por parte de los medios, entonamos el mea culpa. Afinando lo mejor que sepamos y acompañados por una flauta.
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