y sus padres no lo sabían
El niño que cobra 4.000 euros en negro como influencer
Entrevistamos a Alejandro Rivas, un creativo de una agencia de publicidad que lleva 10 años lidiando con influencers, youtubers, instagramers. A veces se siente viejo, porque el ritmo al que se mueven las cosas es fugaz, y eso le hizo conocer a un niño de 12 años que probablemente triplicaba el suelo de su padre, que cobraba en negro y que lo mantenía en secreto.
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Los influencers ya no son tan nuevos, Alejandro Rivas (@marasfero) lleva 10 años trabajado con ellos y sirviendo de puente para que los youtubers hagan negocio con los anunciantes “de toda la vida”.
Y con esta expresión entre comillas me refiero a las grandes agencias de publicidad y los grandes anunciantes de este país, que les maravilla todo lo que simbolizan los nuevos medios, pero a veces van un poco a ciegas y a tientas de cómo reconducir sus mensajes de antes para las audiencias de ahora. Porque hace ya 10 años que los jóvenes no ven la tele, y su principal consumo de audiovisual está en las propias redes sociales.
“Hace 10 años me ocupaba de las primeras campañas con blogs, hace ocho con Facebook, hace seis con YouTube, hace cuatro con Instagram, hace tres con Musical.ly (ahora llamada TikTok)... y aún no sabemos en lo que trabajaremos el año que viene”, explica Alejandro. Su trabajo es encontrar a quien lo peta y entender cómo se puede enfocar y crear una campaña con anunciantes.
Los influencers se convierte en empresas
Este mercado se mueve muy deprisa, el ejemplo siempre es Cremades, que fue uno de los primeros instagramers de “ficción” que era capaz de subir un vídeo y conseguir 2.000.000 reproducciones en 10 minutos. Contra eso, no hay maquinaria publicitaria que lo iguale, ni siquiera la todopoderosa televisión generalista.
“Por regla general, te sorprenderías de lo profesionalizado que está el sector. Algunos influencers se han convertido en empresas, que tienen su representante, su asistente, gente que edita sus vídeos, que le factura; pero hasta los que hacen ellos todo, como llevan años trabajando con anunciantes y agencias, saben lo que hacen y son profesionales”, confirma Alejandro.
La principal diferencia entre el medio clásico y el de los influencers es quién hace el contenido y cómo es. “En el medio clásico el contenido lo hacen especialistas publicitarios y está pensado desde un enfoque 100% corporativo, sin embargo, en el de los influencers el contenido es creado al 100% por ellos y es totalmente personal. Eso no es fácil de entender en ocasiones y ahí es cuando la relación no es sencilla. Una marca debe entender que si trabaja con un influencer tiene que trabajar con la premisa de que es regirán las normas del influencer, sobre todo en el tono”, reflexiona Alejandro.
El asombroso del niño de 12 años que cobraba miles de euros en negro
No he llegado a Alejandro de forma casual, sino por medio de Twitter. Ha publicado un hilo muy interesante donde explica algo que le ocurrió en 2016. Una gran agencia, le pidió una campaña para niños-adolescentes de entre 11 y 15 años.
“El cliente tenía un spot con una canción bastante molona y pegadiza, y le proponemos contratar a chavales que ya colgaban sus coreografías en Musical.ly para que hagan su propia coreo con la sintonía, y así la hagan más conocida. Los vídeos de estos chavales tienen 200.000 reproducciones”, recuerda Alejandro, que reconoce que no conocía esta red social antes de hacer su estudio sobre el tema, y que cuando vio a tantos chavales ahí con tantas Ks en sus visionados se sintió mayor.
“Muchos de estos niños tenían correos de contacto de este tipo: business@xxx.com. Escribo a varios de ellos el típico email de trabajo. Muchos contestan rápido, en horario escolar, alguno con representante. Uno nos envía un pdf profesional con tarifas y ejemplos, incluidos vídeos y fotos en Instagram, resulta que tiene más de 200.000 followers, con 12 años, en 2016”.
Alejandro tenía que validar su presupuesto con la agencia cuanto antes, para él este chaval era lo que buscaba, y la agencia da su visto bueno. El influencer de 12 años hace su trabajo, un vídeo con una coreo, exactamente lo pactado y el cliente vuelve a dar el visto bueno, todo bien.
“Al día siguiente le digo que el vídeo está ok, pero que necesito los datos de facturación y que firme algún adulto la orden de compra (que es como una pre-factura). Nadie me contesta a eso.... Empiezo a pensar que estoy en un marrón importante. Lo intento más veces durante dos días eternos, y no dice nada”, sin noticias del influencer.
“A base de insistir e insistir, por fin me da su teléfono y me pide que llame a partir de las cinco. Esa fue la primera vez que hablé con él, en efecto: un niño de 12 años, y me dice que si queremos publicar la campaña éstas son sus condiciones: sin factura, sin firma de ningún adulto y que no se puede enterar su padre”. Alejandro lo flipó.
Aquel niño tenía todo lo necesario para ganar pasta, probablemente más que sus padres. Por tener, tenía hasta un dossier diseñado profesionalmente con sus tarifas. Pero le faltaba toda la parte legal, a su edad es ilegal que sea él quien firme y lleve su negocio, su familia desconocía todo esto y no estaba dado de alta en autónomos (con 12 años, imposible). Con su edad, por tanto, no podría cobrar.
“El niño me dice que lleva dos años trabajando de esa manera, que todas las marcas pasan por el aro”. La forma que tiene de cobrar es por medio de una cuenta de PayPal, que abrió con datos falsos. No puede disponer de su dinero en efectivo, pero puede comprar online.
Todo esto para Alejandro es un marrón, tiene que decirle a la agencia que no pueden contar con este influencer, y ellos a su vez se lo dirán al anunciante. Pero si esto parece un marrón, imagina el impacto que tendría para la marca que se supiera que han contratado a un menor y le han pagado en negro. Imposible, hay que huir de esto.
Sin embargo, el niño defiende su sistema de ingresos. ”Me repite lo mismo: que esto lo que hay, este mes ya han aceptado estas condiciones 4 marcas. La cantidad pactada para la campaña es superior a 1.000 euros, hago cálculos, cobra más del doble de lo que cobro yo, con 12 años”. Y en negro.
¿Los niños influencers son un coto de dinero negro?
“Tenemos muchas campañas con menores y nunca nos había pasado nada así, el proceso es el mismo que debe de seguir cualquier productor de cine o de televisión en el que trabaje un niño. Para poder trabajar siendo menor tienes que tener el permiso de tus padres y tutores; y para poder facturar tienes que estar dado de alta como empresa o autónomo; como los demás”, explica Alejandro.
Las tarifas que mueven este tipo de estrellas creativas son muy variables. Por una foto de Instagram podría pagarse entre 500 y 900 euros, si el perfil de quien lo publica tiene entre 100.000 y 200.000 seguidores. Si es un vídeo de YouTube en una cuenta con unas 200.000 visualizaciones, el precio aproximado podría estar entre 2.000 y 4.000 euros.
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