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EN PLENA ERA DE SPOTIFY...

¿Tiene sentido seguir coleccionando discos?

En plena era digital, con Spotify dominando el mercado de streaming (escuchas música, pero no es tuya), hay quien sigue convencido de que no hay nada comparable a una buena colección de discos. Estas son sus razones.

-Tocadiscos

TocadiscosWikipedia

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Sacar un disco de su funda, ponerlo en el reproductor y sentarse a escuchar. Lo que durante décadas fue un ritual ineludible para cualquier melómano es hoy en día un ejercicio de nostalgia.

Algo que se hace por puro placer, pero no por necesidad. Y sin embargo, los discos siguen fabricándose en todos los formatos (aunque a un nivel incomparable al de hace años) y un puñado de irreductibles tiendas sobreviven.

En parte, gracias a los coleccionistas, personas que se niegan a que la manera de disfrutar de la música se circunscriba únicamente al ámbito digital. Amantes de mirar, ver, tocar y hasta oler el formato físico.

Álvaro Escribano, músico en bandas como Odeón y coleccionista desde que tiene uso de razón, hace la cuenta.

"Entre discos, cedes, singles y 10 pulgadas debo tener entre… 1.500".

¿Por qué?

"En primer lugar, hay cosas que no están en internet: parece que todo está en Spotify, pero no es cierto. Además, creo que el arte del disco, las letras y los créditos completan la música mientras la escuchas. Y, de hecho, tengo la sensación de que tener un disco en formato físico implica más atención que escucharlo en streaming", explica.

Es gracias a amantes de la música como Álvaro que sobreviven las pocas tiendas de discos -pequeñas, no hablamos de grandes superficies- que aún quedan en las ciudades españolas.

"Creo que la gente busca los discos como objeto en sí mismo", reflexiona Fernando Velasco, de la tienda Bajo el volcán, ubicada en la calle Ave María, en el madrileño barrio de Lavapiés. Un establecimiento fundado en 2010, cuando ya las ventas de discos no eran lo que antaño fueron.

"Si un disco te está volviendo loco necesitas escucharlo, pero también verlo y tocarlo"

Fernando siempre lo tuvo claro: "Cuando tenemos toda las música a nuestro alcance, es como si no tuviéramos absolutamente nada. Al final, necesitamos aferrarnos a las cosas bellas que nos hacen sentir cosas. Lo que sea. Si un disco te está volviendo loco, necesitas escucharlo, pero también verlo y tocarlo. Quieres tenerlo contigo hasta el fin de los tiempos".

Pese a que la gente que lo ve de esa manera no abunda, a Fernando el negocio le da para vivir. Eso sí, tiene claro que no se va a hacer millonario.

"Soy de vivir con poco", bromea.

Muchos (muchísimos) discos ha vendido a lo largo de su vida Marcos Paredes. Durante 17 años ha trabajado en las secciones de música de grandes establecimientos como Fnac, Madrid Rock, Media Markt o Tiendas Tipo, así como en tiendas pequeñas como Cuervo Store, en Malasaña (Madrid).

Ha sido, por tanto, un testigo privilegiado de la llegada de Napster, primero, y las descargas y el streaming después. Y, sobre todo, de cómo todo ello hizo mella en las ventas de vinilos y cedés.

"La colección de discos de una persona es su herencia musical, parte de su alma y su cultura"

"Por momentos, más que un vendedor era un asesor musical", recuerda Marcos.

"Me veía en la obligación de recomendar los grandes clásicos de la historia de la música a todo aquel interesado en crear su propia colección".

En su opinión, "tener un fondo de catálogo en casa es indispensable para formarte como persona y ser feliz disfrutando de la música".

Marcos Paredes
Marcos Paredes | Agencias

Para Marcos, coleccionar discos es similar a cualquier otra afición. Y, sin embargo, reconoce que los discos que uno tiene en casa suponen "algo más".

"Son la herencia musical de una persona, buena parte de su alma y su cultura, ahí almacenada. Puedes volver a una etapa concreta de tu vida con sólo poner uno".

Pero, ¿no puedes hacer eso también con el streaming? Sí, pero sólo será un complemento. Un quiero y no puedo. Un placer incompleto.

"Hasta que no compras un disco no valoras esas canciones, ni a ese grupo", sentencia Marcos.

Hay, pues, algo de justicia en el hecho de dar tu dinero a alguien que te hace emocionarte hasta el punto en que lo consigue un buen álbum.

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