PROTESTA EN EL CENTRO DE MADRID
Activistas se marcan con un hierro candente como ganado para denunciar el 'holocausto animal' en Madrid
Doce de la mañana en la céntrica calle Fuencarral de Madrid. Un grupo de activistas hacen aparición con un objetivo claro: llamar la atención sobre lo que consideran tan cruel como inaceptable: el sufrimiento de millones de animales al día en los mataderos. Para conseguirlo, una idea sorprendente y extrema: marcarse la piel con un hierro candente, al igual que se hace con los animales destinados al consumo humano.
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La protesta no es nueva. Recibe el nombre de 269 Life -en recuerdo del número con el que fue marcado un ternero rescatado días antes de morir en el matadero- y se ha realizado en muchos otros países europeos. En Francia, el vídeo en el que los activistas realizaron la protesta en París se convirtió en viral el pasado 2016, con más de 600.000 reproducciones en sólo una semana. En España, donde es la primera vez que se hace, la reacción está por ver.
“A casi nadie, le gusta ver las imágenes de lo que ocurre con los animales”, explica Ricardo, uno de los organizadores de la protesta. “Yo lo viví de pequeño en el pueblo y nunca me gustó, así que cuando supe que se podía vivir sin participar de ello enseguida tomé la decisión”, recuerda.
Ser vegano era, por aquel entonces, más complicado que hoy en día. “Era adolescente a primeros de los 90. Es un proceso que es diferente para cada uno y puede ser largo, porque pasa por luchar contra toda una sociedad que te vende que eso es lo normal, aunque al verlo intentes no mirar”, explica.
Los viandantes, inevitablemente, miran. “¿Qué están haciendo?”, se preguntan algunos. Otros, al acercarse a comprobarlo, apartan la mirada con desdén. Hay cosas que todo el mundo sabe que suceden, pero que es mejor mantener ocultas.
“Intentamos llevar a la gente lo que no quieren ver, ponerle las paredes de cristal al matadero. La gente lo sabe y a la mayoría no le gusta, pero se esfuerzan en borrarlo de su mente. La inercia de lo que nos han enseñado que es normal y la industria mostrando una falsa cara feliz de los animales son enemigos muy fuertes”, denuncia Ricardo.
Hay quien se hace una pregunta. ¿Quién se prestaría a pasar por algo así? ¿No resulta complicado dar con personas dispuestas a experimentar en sus propias carnes ese dolor? “No”, confirma Ricardo. “Hay muchas asociaciones trabajando para acabar con el sufrimiento animal de diferentes formas y a diferentes niveles. Y por tanto, hay mucha gente dispuesta a ponerse en la piel de los animales, aunque sea durante unos segundos”.
Los organizadores de la acción tienen claro que la mayoría los verá como a unos locos. “Hay mucha gente que nunca va a entenderlo”, recojo Ricardo. “Sin embargo, también habrá a quien le haga pensar. Quizá se pregunten si quieren seguir participando de ese sufrimiento”. En ese caso, el suyo habrá merecido la pena.
Ese sufrimiento tiene cifras. Según la FAO, cada segundo mueren en el mundo unos 2000 animales para servir de alimento a toda la especie humana. Eso, sin tener en cuenta a los peces, que no se contabilizan como individuos sino por toneladas. En España, En España, cada año se matan 560 millones de pollos, 51 millones de gallinas, 37,5 millones de cerdos, 19,3 millones de corderos, 2,7 millones de bóvidos, 1,8 millones de cabras y 854.000 toneladas de peces.
Por todo ello, los activistas no dudan en utilizar un término como ‘Holocausto’, lo que a menudo levanta ampollas. Ricardo es consciente de ello. “Es cierto. E incluso es posible que emplear esa palabra pueda hacer que el debate se difumine. Pero si piensas en el enorme dolor que estamos provocando a miles de millones de animales torturados y muertos innecesariamente quizá no sea tan inapropiado”.
Termina la acción. Todo ha sido rápido, aunque no indoloro: dos de los activistas se van a casa con una marca que llevarán para siempre en la piel. Un precio pequeño a pagar por lo que consideran urgente y necesario: que la opinión pública tome conciencia del sufrimiento diario de los animales.
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