Bienvenidos a Los Ángeles
Te alquilo mi sofá para que duermas en él gratis a cambio de que me limpies la casa
La ciudad de Los Ángeles se ha convertido en una de las ciudades más caras del mundo en cuanto a alquiler se refiere. Vivir aquí es todo un ejercicio de supervivencia. No todos lo consiguen.
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Llegué a Los Ángeles hace aproximadamente un mes y ya venía preparada para lo que me esperaba. Con suerte, y si todo iba bien, conseguiría hacerme con una habitación privada (con baño compartido) en un apartamento con más inquilinos.
Al estar estudiando en UCLA (Universidad de California de Los Ángeles), mi objetivo principal era establecerme medianamente cerca de su campus. Sin coche (aunque los de segundo mano son baratos, los parking son prohibitivos), mi mejor opción era conseguir un piso en el que poder ir andando a la Universidad o en medio hora/tres cuartos en autobús.
Así pues, comencé la búsqueda (del Santo Grial) en Craigslist. ¿Lo qué? Un sitio web de anuncios clasificados con secciones dedicadas al empleo, la vivienda, los productos personales… Vaya, que es una página a medio camino entre Segunda Mano, Wallapop y similares.
Navegar en Craigslist me dio una idea de a lo que me enfrentaba. 1.350 dólares, mínimo, por una habitación con baño privado compartiendo con más compañeros (unos tres). De ahí para arriba, lo que quieras. Vale, ok.
Estas son las reglas del juego y aquí hemos venido a apostar, pero claro, una nunca se esperaba que la situación llegue a mayores. Buceando entre sus anuncios, me di cuenta de que la palabra ‘couch’ (sofá) se repetía una y otra vez. Ignorante de mí, creía que se trataba de gente que vendía su sofá. ‘No way’. Si a eso le sumamos que ‘living room’ (salón) también aparecía junto a ella, algo extraño estaba pasando.
Así pues, me decidí a ponerle fin a mi curiosidad y comencé a leer dichos anuncios. No me lo podía creer. Hasta 1.000 dólares al mes pedían por dormir en el sofá de un salón. Y lo mejor de todo es que lo venden como si fuese una habitación porque ponen cuatro cortinas, a modo de paredes, y te aseguran que es “the same” (igualito) a tener tu propio cuarto.
Así pues, para que os hagáis una idea de cómo va esto, os pondré un ejemplo. Básicamente sería lo mismo que si vosotros aisláis con cuatro sábanas el sofá de vuestro salón y lo alquiláis para que duerma una persona. Telita.
Peor todavía es que algunos de estos anuncios solo te dan opción a sofá y baño, compartido este último. Nada de utilizar la cocina ni otros espacios comunes. Y todo, como he dicho antes, por 1.000 dólares al mes.
Sin embargo, con esto de los sofás en Los Ángeles se contemplan otras dos opciones. La primera es que hay ¿buenos samaritanos? que ofrecen sus sofás a cambio de que les limpies la casa. Vaya, que eres una especie de asistenta del hogar. El problema es que esta opción es solo para permanencias de corta estancia. Algo es algo, dirán los más optimistas. La segunda es la que más me llamó la atención porque la viví de primera mano.
Contacté con un señor de unos 50 años (fotógrafo freelance para Getty Images, ayudante en la universidad de UCLA y productor y director de cine) que alquilaba una habitación cerca del campus. Pedía 1.350 dólares y las imágenes del anuncio que había colgado en Craiglist no tenían mala pinta. Eso sí, el salón estaba tapado con unas sábanas negras que colgaban del techo.
“Será para alguna sesión de fotos”, pensé yo. Llegué a la casa y allí estaba él. Muy amable, me mostró la habitación y me enseño el baño. “Lo compartimos”, me dijo. Me hizo un café, nos sentamos en una mesa que tenía a un lado del salón (el cual no podía ver entero porque las sábanas me impedían ver lo que había al otro lado) y me dijo que si tenía alguna pregunta.
Comencé a mirar alrededor, en busca de una puerta que me indicase cuál era su habitación. No la encontré. Así pues, cogí el toro por los cuernos sin dar rodeos. “Me preguntaba dónde está su habitación”, le dije de la forma más educada posible teniendo en cuenta que no soy, ni de lejos, bilingüe en inglés.
“Es la tuya. Actualmente me encuentro rodando una película y necesito ahorrar todo el dinero posible para invertir en ella. Yo duermo ahí en el salón. Detrás de las sábanas”, me dijo sin inmutarse. Yo tragué saliva e intenté que no me notase mi cara de “pero qué me estás contado”. “Ni te enterarás de que estoy aquí. Estoy siempre editando o en la universidad trabajando”, me dijo consciente de que su respuesta no había sido de mi agrado.
Volví a casa consciente de que la búsqueda de piso sería dura, pero esta ciudad no es fácil. Y menos en términos inmobiliarios. Gary Painter, que dirige el instituto de investigación de políticas sobre indigencia en la Universidad del Sur de California (USC) lo tiene claro: “Esto no ha pasado del día a la noche.
Los alquileres en Los Ángeles suben más rápido que los ingresos de la gente. En los últimos tres años, llegamos a un punto de ruptura en términos de llevar a la gente a vivir en las calles”. Y es que solo en el condado de Los Ángeles hay 53.000 indigentes, según datos de la Oficina de Vivienda.
“Aquí todos estamos al borde de la indigencia”, me dice mi compañera de piso Meghan. “Mientras te vaya bien y ganes dinero, perfecto, pero incluso ganando un muy buen sueldo, alquilar un apartamento para ti solo puede llegar a los 2.800 dólares al mes”, me dice como quien te cuenta que ha ido a por el pan por la mañana.
Así es. Los americanos que viven en Los Ángeles saben cómo funciona la ciudad. Se levantan pronto, trabajan sin descanso, vuelven tarde y comparten piso hasta que tienen pareja estable (entre dos todo es siempre más económico) y son capaces de alquilar (que no comprar, si no quieren endeudarse hasta las cejas) un apartamento entero para ellos.
De todas formas, multitud de parejas alquilan habitaciones (con baño privado dentro a modo de suite de hotel) porque prefieren ahorrar en una ciudad donde el que no espabila tiene muchas papeletas para ser comido por este gigante hambriento de dinero que es EE.UU.
En mi caso, al final encontré una habitación con baño compartido fuera del cuarto (menos da una piedra) en un apartamento a 50 minutos en autobús de la universidad. ¿Mis compañeros? Meghan, Stephanie y el novio de esta última. Lo que os decía, ni ellos, siendo dos, pueden vivir solos.
¿Cuánto pago al mes? 1.350 dólares (gastos excluidos). Y ojito porque aún me puedo sentir afortunada. Hay muchos que por el mismo precio están compartiendo habitación. Repito, habitación. De locos.
Nota: Es cierto que existen zonas de Los Ángeles donde los alquileres son más baratos (unos 800 dólares por habitación compartida), pero hay que tener en cuenta la peligrosidad de los barrios donde se encuentran.
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