'CARTAS DESDE EL BOSQUE', DE BÁRBARA SÁNCHEZ BARROSO
La artista que lo abandonó todo para vivir en una casa de un bosque inglés
Bárbara Sánchez Barroso es una artista catalana que decidió dejarlo todo para irse de voluntaria a una casa en un bosque inglés. Hablamos con ella sobre 'Cartas desde el bosque', un proyecto donde vemos los pasos de la artista entre la naturaleza y el proceso de creación. Un refugio precioso lleno de nombres, libros y animales. Una narrativa infinita, llena de recovecos, caminos y ramas, como si de una librería se tratase, donde el que observa desde el otro lado, sentirá que no querrá dejar de recoger todas las migajas que la artista va dejando a su paso durante todo el proceso.
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¿Cómo surge Cartas desde el bosque? ¿Qué circunstancias te llevan a dejarlo todo para dejar la vida en una ciudad como Barcelona y adentrarte en un bosque de Inglaterra?
El proyecto surge a partir de mi huida a los bosques, literalmente. Desde hacía tiempo buscaba proyectos de voluntariado europeo, en ese momento, hace dos años, estudiaba un máster y daba clases en la Universidad de Barcelona. Un verano fui a hacer un curso, dentro de este mismo programa, a Armenia.
Al volver, decidí que lo quería dejar todo y que quería viajar, hacer de voluntaria y vivir otro tipo de vida, lejos de la ciudad, de los ordenadores, y de lo que había vivido hasta ahora, y así lo hice. Al tiempo fui a otro de estos cursos a un centro en medio del bosque de Dean, en Inglaterra.
Allí, me enamoré del lugar y de su entorno, era justo lo que estaba buscando, así que no paré hasta que me eligieron para volver pero esta vez como voluntaria durante un año. Una vez allí, delante de la casa donde vivíamos teníamos el clásico buzón rojo inglés, que veía cada día desde las ventanas de la casa y cuando salía y entraba.
Se convirtió en una obsesión, quería usarlo, hacer algún proyecto con él. De ahí surgieron las videocartas, relacionándolo con la exposición que se hizo en 2011 en el CCCB, en Barcelona, Todas las cartas. Correspondencias fílmicas, a partir de las videocartas que se enviaron Víctor Erice y Abbas Kiarostami unos años antes.
En el proyecto, te cuestionas constantemente tus sentimientos en cuanto a la pertenencia al bosque, a tu forma particular de retornar al origen. Como Tracey Emin y su tienda de campaña bordada de nombres, la Bárbara que nos habla desde la pantalla va nombrando multitud de referentes como Thoreau, Herzog, Woolf y Von Trier, entre otros. ¿Cómo sientes el bosque después del proyecto? ¿Un cruce de caminos, un oasis de ficción, una madriguera?
Me gusta que nombres a Tracey Emin porque es un referente para mí y para el colectivo/fanzine del que formo parte, Nenazas. Tengo una performance de hace unos años en la que me fui a leer Walden al bosque, con una tienda de campaña, y la acción consistía en acampar hasta que acabase el libro. No hubo ningún tipo de registro de ésta, solo la tienda de campaña escrita por dentro con mis citas favoritas del libro.
Sobre lo que me comentas, ahora siento que puedo ver el proyecto con cierta distancia, ya que la exposición acabó hace algo más de un mes, el mismo tiempo que hace que dejé el bosque. Lo echo enormemente de menos, si te digo la verdad, siento que ya no pertenezco aquí.
El bosque te da ese silencio y esa concentración idóneos para la lectura y la escritura. Los paseos también es algo que echo mucho de menos, muy en la línea de Thoreau, del que veo todos esos artículos y citas que se comparten en Facebook sobre la importancia de pasear para crear.
Creo que sin profundizar en ese tipo de vida rural, sin un compromiso real, (no unas horas, ni un fin de semana, ni una semana de vacaciones), no se entiende lo que Thoreau intentaba decir en esas líneas.
Es algo difícil de explicar, y es por lo que se me ha tachado continuamente de “romántica”, por personalizar la vida en la naturaleza, pero supongo que tú sabes de lo que hablo, porque procedes de ese mismo lugar.
Para mí, la frondosidad del bosque era un refugio, y un lugar para pensar, pero también era un lugar al que temer una vez llegaba la oscuridad. Creo que ha sido muchas cosas para mí, un oasis y una madriguera, y, sobre todo, un lugar que me ha permitido soñar, con la ficción, con las cartas, y dialogar con todos esos autores que venían constantemente a mi mente mientras paseaba.
En una de las cartas, usas una imagen terrible y tierna a la vez de Herzog. La de ese pingüino caminando, muy decidido, en dirección contraria a la de todos sus compañeros, hacia la montaña, hacia una muerte que aún no conoce. Esa imagen de la marcha que el animal emprende en solitario, (yo nunca la llamaría huida) podría parecer ser cobarde, un acto impulsivo, a algunos incluso le parecería estúpido. Para mí, no sé cómo expresarlo casi, me parece un acto de amor.
Él que renuncia y se va, quizás a encontrar algo que lo llama, algo que no puede quitarse de la cabeza. Después de ver tus cartas, te he visto un poco como ese animal. La artista que se va al bosque, para hablarnos de él, para adentrarnos entre ramas, cantos y animales.
Para enseñarnos su día a día entre autores, árboles y ficciones, su particular laboratorio de vivencias. Me interesa muchísimo lo que no se en el proyecto pero sí se intuye: tu manera de trabajar, grabar y escribir. Tu forma de poner orden en un bosque infinito, como si de una librería se tratase. ¿Cómo ha sido tu día a día en el bosque? ¿Esos momentos cotidianos fuera de campo?
Me encanta esa imagen del pingüino suicida, y me gusta por muchas razones. Primero porque la graba Herzog, que es especialista en interesarse en la vida de gente diferente, un poco freak o losers, que no acaban de encajar en la sociedad. Y ese pingüino es una metáfora de todos sus personajes juntos, aquellos que deciden no pertenecer al rebaño.
También la adoro, por como dices tú, lo dura y tierna que es a la vez, es muy bonito cuando se gira pero aún hay duda en él, mira hacia delante de nuevo, como pensándoselo, pero al final se ve que la decisión está tomada, y camina ya dándonos la espalda, pero con ese andar que tiene un pingüino, que es cómico de por sí. Luego hay otros planos en el film original donde las personas que pertenecen al equipo de rodaje intentan pararle y no pueden con él. Es genial. Una escena que se queda en la retina.
Mi día a día en el bosque ha dependido mucho del día, había días que trabajaba en la casa dónde estaba de voluntaria y estaba tan ocupada que no podía pasear, como en invierno, que allí es tan frío que la humedad hace difícil pasar el día al aire libre. Pero con el buen tiempo me gustaba pasear para ir de la casa donde vivíamos hasta la casa donde trabajábamos, a través del bosque. Recuerdo días que empezaban con ese paseo, seguido del trabajo en los huertos del jardín, la comida hecha con lo que habíamos cosechado, para luego acabar en un pozo de agua fría natural, desnuda.
Luego llegaba a casa y veía las vacas y las ovejas desde la ventana. Ese tipo de vida construye tu mundo y tu realidad de manera distinta. Por ejemplo, el sentido del tiempo, que para mí corría mucho más despacio que en la ciudad. Eso era algo curioso.
Una de las cosas que más me gusta de tu trabajo es que nunca romantizas la vida rural. De hecho, en varias ocasiones te cuestionas a ti misma si tu obra no caerá en la hipocresía o en el idilio. ¿Qué piensas de la moda que ha abarcado varios aspectos, tantos culturales como cotidianos, de volver al campo? ¿Te has sentido, como escribió Thoreau, que la vida en el bosque es la vida "de verdad"?
Como te comentaba antes, me han tachado de romántica constantemente, lo acepto, quizás lo soy. Yo con el proyecto lo que quería era cuestionármelo, preguntarme qué me estaba pasando, por qué ese interés por el bosque, por qué esos referentes parecían cobrar el sentido que en la ciudad no tenían… si se trataba de algo genuino o era producto de esta moda por la vuelta a los orígenes. Aún no lo sé. Es algo que digo en una de las cartas y repito constantemente.
Leí Walden e Into the wild en Barcelona años atrás, me gustaron y los interioricé. Cuando llegué al bosque sentí que debía leerlos otra vez, y al hacerlos sentí que los había entendido, que los sentía. Que sentía lo que los autores habían querido decir con aquello.
Que quería subrayar todas las líneas de la página. También me pasó con Walt Whitman, fue una sensación maravillosa, la de saber a qué se referían cuando describían un sentimiento concreto. Pero tampoco quiero decir que eso pase sólo en ese contexto, es lo mismo que vivir en la ciudad y sentirse atrapado y entender a Kafka o a Dickens cuando hablan de ese mismo sentimiento.
La mayoría de los referentes que aparecen en tu obra son hombres. Es verdad que nombras a Federici, a todas esas mujeres que vivían en comunión con el bosque y las llamaban brujas y a escritoras como Woolf. Quizás es porque estas escritoras y directoras aún están por descubrirse, por salir a a luz. ¿Te has planteado este tema durante el proceso?
Este es otro tema que se me ha echado en cara constantemente, y con toda la razón. Mi tutora de proyecto en La Capella, donde ha estado expuesto, fue Mireia Sallarés, y me ha acompañado a lo largo de este año mientras éste cobraba forma. Ella fue la primera que me dijo que cómo yendo de feminista podía sólo tener referentes masculinos, aparte de Woolf o Federici, pero la verdad es que es con lo que conté allí.
Me fui sin ordenador portátil, mi reto era desconectarme totalmente, aunque tenía un Smartphone, claro, pero sólo con WIFI cuando podía cogerlo. No decidí buscar nuevos referentes, los que salen son los que tengo, porque la verdad es que aunque puede que haya habido mujeres escritoras no han tenido la visibilidad que han tenido con los que trabajo.
Pero aunque no sean referentes centrales sí las hay como las Brönte, Jane Austen (que vivía en Bath, muy cerca de ese bosque), o Sarah Orne Jewett, la cual leí pero al final no incluí en ninguna carta. Creo que mi forma de excusarme por esto es hablar de las brujas, porque al final lo que me pasaba con el bosque es que sacaba mi parte no racional, y eso me hacía pensar en ellas.
Otro aspecto que me ha llamado mucho la atención y me ha gustado es la privacidad del proyecto. Están cerradas, como las cartas que han llegado a ese buzón rojo que siempre nombras al final de cada vídeo. No están colgadas en ningún sitio, y creo que has hecho alguna que otra exhibición en Barcelona, en La Capella. ¿Tienes pensado hacer algún tipo de exposición, mostrarlas, o colgarlas en internet?
Sí, decidí no colgarlas en abierto por mantener esa privacidad que me parece que crea una intimidad con el/la espectador/a. También porque la exposición que hubo en La Capella fue el lugar creado para ir a verlas y para contestarme, así que ciento que verlas fuera de ese lugar hace que sean algo distinto. Me gustaría quizás exponerlas todas juntas, a la vez, con las cartas que recibí, en algún espacio expositivo. Mucha gente me comenta que haga el proyecto ahora desde algún otro punto del mundo, y me parece atractivo.
¿Quieres volver al bosque? ¿Qué planes tiene Bárbara para los próximos años? ¿Andas metida en algún nuevo proyecto?
Quiero volver, sí, lo echo mucho de menos, y espero hacerlo en primavera, aunque no es seguro. Planes: viajar, exponer, escribir, seguir haciendo obra, seguir grabando vídeos. Estoy preparando un nuevo proyecto, pero aún queda bastante tiempo hasta que se exponga, y espero irme pronto a la India. Con eso por ahora tengo suficiente, una de las cosas que he aprendido al vivir en el bosque y trabajar con las manos en la tierra es que hay procesos que necesitan lentitud.
Por otra parte, supongo que en algún momento volveré a tener ganas de retomar la vida que dejé hace dos años, dando clases y recibiéndolas, pero no aún. Siento que para dar clases uno/a debe vivir y aprender más, ser un profesor interesante no es tan fácil.
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Bárbara Sánchez Barroso, (Lleida, 1987) ha estudiado arte, comunicación y literatura. Ha impartido clases de comunicación y educación. Su trabajo artístico es una aproximación interdisciplinaria, desde la performance, el video y la instalación. Con ellos trata temas como los feminismos, las relaciones personales y todo aquello sensible a quedarse en la periferia.
Le interesa la dimensión política de lo personal, lo vulnerable, y la potencia de la narratividad, sea cual sea su forma; por eso no entiende la práctica artística sin la escritura, el cine y la poesía. Forma parte del colectivo Nenazas, con quienes edita fanzines y realiza perfomances.
Su obra se puede ver en Vimeo o en Instagram. Trailer del proyecto.
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