EL PORNO NO TIENE LA CULPA
Así es la adicción al porno: masturbación compulsiva y horas de hardcore
Hablamos con varios consumidores compulsivos de pornografía sobre el origen del problema, su desarrollo, la forma en que afecta al pensamiento, a las relaciones sexuales con otras personas, cómo afecta la desintoxicación cuando tratas de dejarlo, qué fases se atraviesan, cómo se recae constantemente.
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Empecemos recalcando que la pornografía en sí no tiene la culpa de nada. La pornografía, como la heroína o el alcohol, pueden ser de mejor o peor calidad, pero en ningún caso es la causante del consumo irresponsable que de ella se haga, a menudo causado por la desinformación, por el abandono educativo o por los problemas de toda índole que pueden conducir a una adicción.
Dicho esto, el consumo desmedido de pornografía se ha convertido en un asunto bastante cotidiano entre personas de todos los géneros y edades y puede conducir a situaciones de grave malestar.
“Empecé a ver porno con 13 años, cuando mis padres pusieron internet en casa, aunque ya llevaba tiempo obsesionaba con la masturbación”, cuenta Mónica, que hoy tiene 31, “al principio veía poco porque era un ordenador compartido por la familia y apenas podía bajarme un clip de treinta segundos y guardarlo en un cedé o borrarlo directamente. Pero a medida que el acceso fue cada vez más y más fácil, y con la llegada de las reproducciones online, el ordenador portátil y el smartphone, mi consumo se disparó. Tardé bastante tiempo en darme cuenta de que estaba enganchada”.
“De adolescente tenía ya mucho vicio”, cuenta Alberto, “en segundo de bachillerato, cuando los estudios se pusieron más estresantes, se convirtió en una forma de darme ánimos o de premiarme. Por la mañana, antes de ir al instituto, cogí la costumbre de masturbarme viendo porno. A veces, llegaba tarde a clase por esto. Luego, cuando estaba estudiando, me premiaba a mí mismo por cumplir tareas con pajas, y la costumbre permaneció a lo largo de la carrera. Me iba bien, no pensé que fuese un problema. Pensaba bastante en porno, en actrices y escenas, pero me parecía algo normal, frecuente.”
En efecto, se trata de algo frecuente y no necesariamente conflictivo, pero en el momento en que notamos que la conducta sexual se ve alterada y escapa a nuestro control, llegan las preocupaciones. Alberto había llevado el consumo compulsivo al trabajo y eso le estaba causando ansiedad.
“Me di cuenta de que algo fallaba cuando me descubrí en la oficina obsesionado con encontrar un hueco para ir a masturbarme con el móvil en el baño, algo que empecé haciendo de vez en cuando y que se acabó volviendo una necesidad. Pero lo más importante fue que a la hora de tener relaciones sexuales con otras personas no conseguía excitarme si no pensaba con todas mis fuerzas en pornografía”.
Al parecer esta suele ser la secuela más incómoda de relacionar el propio placer con la visualización de imágenes, y por lo tanto la que empieza a preocupar a aquellos que sufren adicción: “Viendo porno no tengo ningún problema para excitarme y puedo alcanzar el orgasmo un montón de veces seguidas,” explica Mónica.
“Cuando estoy con otras personas es totalmente diferente. Me lo paso bien pero no me puedo concentrar y a veces resulta frustrante”.
Para cuando Rafa, de veintisiete, empezó a tener relaciones sexuales con otras personas, se encontraba completamente condicionado: “Tenía veinte años y llevaba desde los catorce jugando a masturbarme durante horas, retándome a ver cuánto podía aguantar sin eyacular mirando porno cada vez más duro. Estaba tan acostumbrado a esa manera de hacer las cosas que me resultó muy raro aprender a coordinarme con mis parejas, y mira que lo estaba deseando. Sólo conseguía correrme a base de mucho esfuerzo y concentración, y algunas veces ni así.”
Rafa pensó en un principio que así era él y así eran sus circunstancias, pero a lo largo de muchas conversaciones con una pareja de confianza empezó a pensar que tal vez el consumo masivo de porno mezclado con su particular entrenamiento a base de retos le habían condicionado, y que tal vez el proceso era reversible. Decidió probar a dejar de ver porno durante un tiempo para ver qué ocurría.
“Lo primero que me llamó la atención fue pensar cuántos años llevaba con esa rutina, sin saltármela nunca más de dos o tres días por estar con mucho trabajo, en algún viaje o algo así”.
Y los primeros efectos, más allá del desconcierto inicial, llegaron en forma de rabiosa necesidad: “Estaba enfadado, indignado, como un auténtico adicto, quería mi dosis y, como no tengo ningún prejuicio moral contra la masturbación y el porno, era fácil concluir que no tenía por qué negarme algo que me causaba placer y me hacía feliz. Pero mi sexualidad dependía demasiado de ese consumo.”
Rafa ha tratado de apartarse del consumo masivo de porno varias veces. La primera, estuvo un mes y: “pronto noté cierta tristeza, echaba de menos las imágenes con cierto romanticismo, o me sentía tonto por privarme de algo que no tenía nada de malo. Pero tenía curiosidad por ver si notaba cambios y los cambios llegaron".
"Mi sensibilidad aumentó a nivel físico y mental. Sentí cierta liberación, vi que había estado empachado. En cierto momento volví a mirar porno con mucha alegría, pensando que todo iba a ir bien esta vez, que lo tenía controlado y podría adoptar un consumo responsable, pero me empecé a dar atracones otra vez, sobre todo cuando tenía ansiedad, y volví a entrar en el círculo. Lo volví a dejar y lo volví a echar de menos pero cuando vuelvo veo que me sigue costando la autorregulación”.
Mónica y Alberto también han tratado de dejarlo en diferentes ocasiones. Las recaídas son muy frecuentes especialmente si no se tienen prejuicios morales contra la actividad en sí, como son ambos casos. NoFap es una web muy exitosa creada por Alexander Rhodes (exadicto al porno que curiosamente tiene nombre propio de pornstar), destinada a crear una comunidad de apoyo entre personas con el mismo problema. La web proporciona a los usuarios un foro muy activo de gente que se autodenomina adicta al porno.
Mónica está registrada en NoFap y ha acudido en busca de ayuda en varias ocasiones: “Hay gente de todo tipo y suele haber intercambio de apoyo, consejo y consuelo. El contador de días tiene varias opciones (no haber visto porno, no haberse masturbado, las dos cosas, etc) para que cada cual seleccione el tipo de abstinencia a la que se quiere adherir".
"Lo encuentro útil pero, aunque la web no tiene un enfoque religioso, estos se aceptan y abundan, claro, y hay mucha gente atormentada por su comportamiento por asuntos que me resultan perturbadores, que no tienen que ver con la salud sino con el pecado. Reconozco que si en un hilo alguien me envía la ayuda de Dios para resistir la tentación me resulta totalmente contraproducente, me apetece irme a Pornhub más que nunca”.
Mónica ha recaído varias veces: “Cuando recaigo es porque pienso que no es para tanto, que no hago daño a nadie, que por qué privarme de algo que me gusta. Pero es cierto que no se me da bien medir las cantidades y eso me afecta negativamente, y que cuando estoy mejor se me olvida. Con las recaídas pierdo parte de los avances, como el aumento de la sensibilidad, de la imaginación, de la capacidad de comunicarme físicamente con otra persona".
"Ahora mismo llevo casi dos meses sin ver porno. Es raro, siento que me baja la libido pero sólo porque en la vida me he acostumbrado a tenerla muy alta a base de echar las horas mirando hardcore y masturbándome. A veces no sé con qué llenar los tiempos vacíos porque antes cualquier hueco lo destinaba al porno. Me masturbo pero sin porno no me enredo tanto. La masturbación es más satisfactoria así, sin duda, experimento y aprendo más. Y el sexo con otros también, aunque me sigan viniendo a la cabeza películas guarras”.
Alberto ha hablado con un psicoterapeuta del tema y está en periodo de abstinencia. “Me sigo masturbando y a veces recurro al truco de premiarme con pajas que siempre me funcionó, pero sin porno no entro en esa espiral compulsiva. Lo más difícil es enterarte de que algunas estrellas del porno han grabado algo que te interesa especialmente, por el casting o el tema o yo qué sé. Tengo comprobado que si me digo que sólo voy a ver esa escena, al final, como quien no quiere la cosa, me he tragado treinta más”.
“Tampoco hay que torturarse si no se consiguen los objetivos”, concluye Mónica, “ni torturarte ni abandonarte a algo que has visto que para ti de esa forma es dañino. Y cargar contra el porno como fuente de todos los males, nunca. Contra la educación sexual que nos dieron y que siguen dando, prácticamente nula, eso sí”.
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