BEEP-BEEP
Así era el Beeper que triunfó entre los jóvenes antes de que llegara WhatsApp
Antes de WhatsApp, antes incluso de los SMS… estaba el busca. Cuando ya casi nadie lo utilizaba, la marca de refrescos Coca Cola los introdujo masivamente entre la juventud española de los 90.
Publicidad
Podría parecer un año cualquiera, pero no lo fue. 1996 marcó un par de hitos tecnológicos remarcables: Phillips dejó de fabricar cintas de cassette, condenando al formato a ser pasto de la nostalgia y dando paso al a rey indiscutible hasta la generalización de Internet: el CD.
Aquel año, Nintendo anunció que abandonaba la producción de su exitosa NES, la consola de 8 bits que introdujo a toda una generación en el mundo de los videojuegos, al tiempo que presentaba su nueva Nintendo 64. Y Motorola lanzaba Startac, el primer teléfono móvil plegable y ligero de la historia.
La realidad es que, a mediados de aquella década, el móvil era un producto al alcance de unos pocos privilegiados. El Startac abriría camino a otros modelos como el One Touch Easy de Alcatel (que saldría a la venta poco después, en 1997) que sí llegarían a buena parte de la sociedad. Pero antes, y como ocurre con infinidad de productos tecnológicos, había que terminar de exprimir el stock.
La propia Motorola había reinado en la tecnología inmediatamente anterior a los teléfonos móviles: los buscapersonas, también conocidos como buscas o beepers. Una herramienta que hasta entonces había estado casi exclusivamente en manos de quienes, debido a su profesión, necesitaban estar localizados en todo momento, como personal médico, policías, pilotos o altos cargos de empresa. Personas a las que les vibraba un misterioso cacharro en el cinturón en los momentos más insospechados y que inmediatamente llevaban a la gente a su alrededor a pensar que eran gente importante.
Cuando parecía que los buscas estaban condenados a dejar paso a la imparable telefonía móvil, Motorola se sacó de la manga una idea prodigiosa: aliarse con Coca-Cola para hacer llegar sus aparatos tecnológicamente desfasados a la juventud. Y todo, a un precio más que razonable: bastaba con reunir 15 “puntos beep” que se encontraban bajo el tapón de las botellas de medio litro y pagar 1.500 pesetas (9 euros) para canjearlos por un busca.
La respuesta fue abrumadora: de pronto, miles de adolescentes tenían en su bolsillo un aparato con el que poder comunicarse con sus amigos de una manera que, aunque a ojos actuales resulte primitiva, suponía toda una revolución. Muchos padres y madres accedieron a pagar encantados las 1.500 ‘pelas’ para poder tener un poco más controlados a unos adolescentes a los que aún no había manera de localizar cuando estaban fuera de casa. Y Movistar, la encargada de gestionar los mensajes a través de su red Mensatel, empezó a frotarse las manos.
Motivos tenían para ello: para que un mensaje llegara a su destinatario, era necesario llamar a un número de teléfono y dictarle el texto deseado a una operadora. La llamada costaba la nada desdeñable cantidad de 100 pesetas (0,60 euros). Y claro: no existía posibilidad de respuesta. Si tu madre te ponía un mensaje preguntando por tu hora de regreso, la única opción pasaba por acercarte a una cabina telefónica, introducir una moneda y llamar, lo que por otra parte bastante más barato que dejar otro mensaje.
“Claro que me acuerdo del busca, hijo”, me contesta mi madre cuando le pregunto por el tema. “¡Anda que no te dejé mensajes cuando estabas por ahí! Lo que pasa es que todos los mensajes eran iguales: ‘llámame cuando puedas’”, ríe. “También me acuerdo de que lo perdiste en el autobús y fuiste a buscarlo a objetos perdidos. Y allí estaba”. De eso no me acordaba. Memoria de madre.
Lo cierto es que aquellas surrealistas conversaciones con la operadora eran, sin duda, parte del encanto del Beeper: escucharla repetir palabra por palabra los insultos a un amigo que llegaba tarde o las palabras de arrepentimiento tras una discusión de pareja tenía su miga. Para muchos, el busca de Coca-Cola fue también una herramienta en sus primeros pasos en el mundo laboral.
“Lo utilicé muchísimo”, recuerda Javier, que por aquel entonces trabajaba como mensajero a lomos de una Vespino. “La empresa me dejaba recados constantemente para que fuera a recoger o entregar un paquete a tal o cual sitio. Hasta que tuve un accidente con la moto que me dejó seis meses en el dique seco. Aquel día también murió el puñetero Beeper”.
Ante la invasión de la primera generación de Beepers de Motorola, Coca-Cola lanzó una segunda hornada, el Pager, de la mano de Phillips, que tras el cese en la fabricación de cassettes seguía buscando un buen nicho de mercado. Sin embargo, ya era demasiado tarde: en tecnología el tiempo vuela, y casi de un día para otro los buscas dejaron de interesar a los jóvenes en favor de los teléfonos móviles.
Aunque los Beepers desaparecieron abruptamente del mapa, aún hoy es posible encontrarlos de segunda mano en plataformas como WallaPop, donde son cotizados por coleccionistas y nostálgicos. Eso sí: usarlos ya es imposible: en 2012 Movistar cerró Mensatel de forma discreta, casi a hurtadillas. Tanto, que ni siquiera emitió un comunicado oficial sobre su decisión. Con la práctica totalidad de la población portando un móvil en el bolsillo, a nadie le importaban ya aquellos buscas que significaron el primer contacto de los jóvenes con las nuevas tecnologías de comunicación.
Publicidad