Manos bonitas para todos
Así son los salones de manicura para hombres muy machos: whisky, sofás de cuero y sacos de boxeo
En la tierra de las oportunidades, Los Ángeles, no hay excusa para no lucir una manicura y pedicura perfectas tanto si eres hombre como mujer. Máxime todavía para los primeros, ya que cuentan con centros estéticos especializados que han adaptado sus servicios al público masculino.
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Adoro Estados Unidos. No mentiré. Desde que puse un pie en Los Ángeles, no hay día que no descubra algo que me haga decir “What the fuck?”. Y es que el sueño americano se consigue a base de trabajo y de tener mucha, pero que mucha imaginación.
Es por eso que por poco y me atraganto con el chicle que iba masticando cuando caminaba por Melrose Avenue, una de las calles dedicadas al comercio más ‘cool’ de la ciudad. Iba yo tan feliz de la vida deleitándome con la ropa prohibitivamente cara que exponen en sus escaparates, cuando me encontré con un local cuyas ventanas estaban tintadas. ¿Hola?
Es cierto que los americanos suelen tintar los cristales de las ventanillas de sus coches (yo creo que es para que no les vean comer, porque sí, aquí todo el mundo come en su automóvil mientras conduce), pero lo de oscurecer los ventanales de un negocio en plena zona de compras captó poderosamente mi atención. Me quedé quieta.
Un cartel colocado justo al lado de la puerta rezaba lo siguiente: “The Nail Lounge for Men. Classic Man Cave”. ¡Ay madre! Traducción: “Salón de uñas para hombres. Cueva de hombre clásica”. Antes de continuar, deciros que los americanos llaman ‘Man Cave’ a todo aquel espacio que esté concebido para ser una especie de santuario para un hombre. Por ejemplo, si un hombre instala en una de las habitaciones de su casa una televisión para ver los deportes y una mesa de billar, entonces este espacio pasará a ser bautizado como una ‘Man Cave’.
Dicho esto, he de decir que mis pies no podían moverse de la puerta de ese escondido santuario. Como periodista que soy, sabía que al otro lado de la puerta habría algo grande. Muy grande. Absorta en mis pensamientos (la mayoría de ellos se centraban en que nunca había visto algo así en España), el sonido de una puerta abierta y la voz de una mujer me hicieron conectar de nuevo con la tierra.
“Está abierto, puedes entrar si quieres”, me dijo una chica con una escoba en la mano. Mi primera reacción fue decirle que no. Me sonrío y se metió para dentro de nuevo. ¿Iba a dejar pasar esta oportunidad? No lo creo.
Abrí la puerta y me encontré de bruces con un escritorio y un hombre sentado frente a un ordenador. “Hola, ¿querías algo?”, me dijo. No le pude mentir. Le conté mi vida. Que era periodista, española, que llevaba poco tiempo viviendo en LA y que en España no había nada parecido a su negocio. “Ahora mismo no tenemos ninguna cita. Así que pasa si quieres y echa un vistazo”, me dijo muy amablemente. Y ahí comenzó una fantasía visual que me dejó sin habla.
Lo primero que me llamó la atención fue la decoración. Moderna, pero sobria, en colores oscuros. Todo en madera y cuero. Parecía más un bar que un salón de manicura. ¿El motivo? Pues hombre, lo cierto es que la imagen que decora una de las paredes lo dice todo: un vaso de whisky, un puro cubano encendido sobre un cenicero y un sombrero. Casi nada.
Los sillones (habría unos seis) parecían sacados de la mejor sala de cine del mundo. Parcialmente reclinables, mullidos y brillantes para que el macho americano no sufra mientras le liman las uñas. Porque si de algo me di cuenta en cuanto entré por aquella puerta fue de que todo estaba concienzudamente pensado para que un hombre no se sienta menos hombre por preocuparse por el aspecto de sus manos y pies (también hacen pedicura, por supuesto).
¿Y cómo se consigue eso? Una vez hemos sentado al ‘macho man’ americano en un sillón señorial, lo que querrá hacer este es ver los deportes. Hecho. Sobre cada uno de los sillones colgaba una pantalla plana donde poder sintonizar el canal que cada uno guste. ¿Cómo escucharlo sin molestar al ‘macho man’ de al lado? Tranquilos. Cada cliente cuenta con unos auriculares que están conectados con su televisión. ¡Magia!
Siguiendo los pasos de cómo hacer que un hombre no se sienta menos hombre por cuidar de sus extremidades, llegamos al momento bebida. Porque claro, no es lo mismo que te exfolien los pies con un ‘whiskey on the rocks’ en la mano que sin nada. Eso ya nos lo dejan a las mujeres. Sorprendentemente, en ‘The Nail Loung for Men’ cuentan con barra libre de bebidas alcohólicas. Bueno, en realidad entra solo una consumición por cada tratamiento, pero si quieres más, con que la pagues es más que suficiente. De locos.
Yo no podía dejar de mirar a un lado y a otro como si estuviese en Disneylandia. Aunque lo mejor llegó cuando vi que al final del salón, y a modo de decoración, colgaba de la pared un saco de boxeo. Ay, pequeño fallo de marketing. Queridos, nadie en su sano juicio metería sus manos en un guante de boxeo minutos después de haberse hecho la manicura.
Terminado el tour, volví a la recepción y me dispuse a abandonar el local. “Si te interesa venir algún día, también hacemos la manicura y pedicura a chicas. El único problema es que no hacemos color, solo las uñas normales”, me dijo. “Mira qué son raritos, ya que están que lo hagan todo”, pensé. Tras agradecerle de nuevo su amabilidad, me dispuse a indagar en su página web para cotillear los precios. ¡Y qué sorpresa me volví a llevar!
No solo su local es espectacular, sus precios y su variada lista de servicios me volvieron a dejar sin palabras. Ni en los mejores salones de manicura/pedicura de España he visto tanta variedad.
Seis tipos de manicura (entre 15 y 40 dólares), siete de pedicura (entre 70 y 20 dólares), cuatro tratamientos ‘combo’ (manicura más pedicura entre 35 y 90 dólares), seis tratamientos ‘premium’ (entre 90 y 120 dólares) y, ojito a esto, posibilidad de pagar por paquetes mensuales (tres tipos de entre 40 y 80 dólares). No perdamos de vista tampoco los nombres que le ponen a los tratamientos. Destaco dos que me parecen fantasía. ‘Big Daddy Jack Experience’ y ‘Boss Man Experience’.
Así pues, no me juzguéis si a partir de ahora miro a los americanos de otra manera, o por lo menos a sus manos y pies.
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