@DIOSTUITERO
Bernardo de Claraval, el santo gay
La increíble historia de este famosísimo santo católico que fue enterrado junto a su enamorado.
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San Bernardo de Claraval fue una de las figuras más importantes de toda la Edad Media. Se le considera el gran propulsor de la orden del Císter, y estuvo metido en todos los fregaos intelectuales y religiosos de su época: en el cisma papal apoyando al Papa Inocencio II frente al antipapa Anacleto ( que había sacado más votos, por cierto); en la gran controversia contra un tal Abelardo, que decía que era bueno conciliar y explicar la fe con la razón ( Bernardo decía que ni hablar, sabía el buen hombre que por ahí la religión llevaba las de perder); como predicador e impulsor de la Segunda Cruzada ( que acabó fatal para la Iglesia y a partir de ahí la parroquia le hizo menos casito y perdió algunos followers); como uno de los más grandes místicos y difusores de la devoción mariana ( para los de la ESO: devoción mariana no es devoción a Mariano, es devoción a la virgen).
Bernardo también es conocido porque fue a ver si convencía a los cátaros, que iban por libre con la doctrina en el sur de Francia. Predicó allí con sus mejores intenciones, pero no tuvo éxito y al final la Iglesia hizo como en el Antiguo Testamento y les montó otra Cruzada ( la primera contra cristianos) además de fundar la Inquisición y los exterminó a casi todos.
Bernardo era tan famoso que Dante le situó como guía en el mismísimo Paraíso en la Divina Comedia. Eso sí, mucha gente no sabe que ahora mismo, además de todo lo que os he contado, estaría celebrando el Orgullo como el que más.
Mientras oraba, Bernardo, conocido por sus coetáneos como "El Doctor Melifluo", porque era dulce como la miel, solía tener visiones místicas algo subidas de tono basadas en su libro favorito, el Cantar de los Cantares, el libro erótico de la Biblia. También escribió un poema erótico místico sobre Jesucristo como hombre, el "Salve Salutare Mundi", que contiene siete secciones, cada una dedicada a las diferentes partes del cuerpo crucificado de Jesús: los pies, rodillas, manos, laterales, pecho, cara y corazón.
Además de Jesús, Bernardo tuvo otro gran amor, éste más terrenal todavía: el arzobispo irlandés Malaquías de Armagh, que un día visitó su monasterio y se convirtió inmediatamente en su media naranja. Nada más conocerse descubrieron que no podían estar el uno sin el otro, tanto, que Malaquías solicitó al Papa permiso para convertirse en monje cisterciense y quedarse con él, pero el Papa se negó.
Tuvieron que separarse, pero volvieron a verse tres años después, en un encuentro memorable donde tal y como cuenta el propio Bernardo "oscula rui" (corrí a besarlo).
Su relación duró una década y cuando Malaquías murió, Bernardo ofició el funeral vestido con el hábito de su amigo. Y el propio Bernardo más tarde fue enterrado con el hábito de Malaquías. Y junto a él.
Eran tiempos recios, pero la comunidad en Claraval entendió y celebró su relación. Un poema escrito por Geoffrey, el secretario de Bernardo, da las gracias a Dios por "dos estrellas de brillo tan sublime" y "tesoro doble".
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