ATRESMEDIA ESTRENA 'BILLY, CONQUISTANDO TU CORAZÓN'
Si Billy Elliot fuera español, jamás se habría puesto las zapatillas de baile
Me encantan los musicales, soy fan absoluto del género, pero tengo que reconocer que casi todos son un fiasco. El fallo garrafal que cometen casi todos es no disponer de un argumento consistente ni convincente, y así las canciones acaban siendo meros pegotes en una historia que no funciona. No es el caso de Billy Elliot, un absoluto gustazo que después de triunfar en teatros de todo el mundo por fin llega a España.
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Elliot primero lo petó como largometraje (nominada a tres Oscars) y luego como musical, con un éxito incontestable en todo el mundo. En Billy Elliot el argumento sí importa, y si te fijas bien, la historia que cuenta es brutal: como los prejuicios y la homofobia empujan a un niño en contra de su pasión de ser bailarín.
El problema de Billy Eliot no era su deseo de bailar, sino que a su padre fuera le tocó un momento y un entorno muy complejo, como un minero británico en plena época de represión de las huelgas del mandato de Margaret Thatcher, el ambiente de lucha obrera de los 80. Todo en suma era un caldo de cultivo de intransigencia, miedos y prejuicios.
Según en qué país nazcas y cual sea tu entorno social, podrás ser tachado de afeminado o de genio (aunque ambas cosas no son incompatibles), y todos estos condicionantes no se lo ponen fácil a Elliot.
Si Elliot hubiera nacido en otro ambiente, por ejemplo: en la misma época y país pero en una familia de clase media o alta, probablemente no habría chocado contra esos impedimentos. Aquí sí.
En España aún se asocian los oficios de artes escénicas con la homosexualidad, la depravación o vida excesivamente liberal. No es el caso de Inglaterra, donde fuera de los brutales ambientes de lucha obrera que refleja Billy Elliot, allí si siempre se han considerado las artes escénicas como un oficio tan válido como la literatura.
En nuestro país, ser actor o bailarín, en un hogar donde no haya precedentes, significa, grosso modo, que tu hijo se mete a chapero, y encima por cuatro duros. En España, los actores cargan con la etiqueta de tiririteros, izquierdosos, “maricas” y ligeros de cascos. No son artistas serios, a menos que lleguen muy alto, y entonces la cosa cambia.
“Hacer una carrera de cuatro años y que tu familia crea que te pasas el día desnudo siendo sodomizado es doble esfuerzo”, me comentó un amigo actor que estudió en la RESAD. Durante sus estudios como actor, conoció a una chica, una titiritera (probablemente de izquierdas) y se hicieron pareja, la relación duró ocho años, se mudaron a vivir juntos y todo fue normal. Pero cuando la relación acabó, la respuesta de los padres de mi amigo fue: “¿Ahora por fin dejarás de correr desnudo y estudiarás económicas?”.
Sin embargo, no en todos los países se asocian esos prejuicios sobre las artes escénicas. Estados Unidos tuvo un presidente actor, Ronald Reagan era republicano y sus políticas se mantuvieron a la par de Thatcher, la nada libertina Dama de Hierro que sirve de telón de fondo a la historia de Billy Elliot, una historia que de la película se convirtió en musical, y del musical en documental: Billy, conquistando tu corazón.
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