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“Cásate con un americano y que te den la Green Card”

Antes de poner rumbo a los Estados Unidos para intentar alcanzar mi propio sueño americano tuve que lidiar, una y otra vez, con esta frase que, no nos engañemos, nadie me habría dicho de haber nacido hombre.

-Boda

BodaPexels

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Tengo treinta y cuatro años y acabo de hacer uno de los cambios más importantes de toda mi vida. Me he mudado a Los Ángeles para estudiar producción de cine y televisión e intentar dar un giro radical a mi actual carrera como periodista. ¿Lo conseguiré?

Aún es pronto para decirlo, pero si algo me quedó muy claro antes de poner un pie en la tierra de Donald (Trump, no el pato), es que en España todo el mundo sabía de antemano lo que debía hacer para alcanzar mi objetivo. Y es que la frase más repetida por familiares, conocidos y amigos (hombres y mujeres, no os vayáis a creer) fue la siguiente: “Cásate con un americano y que te den la Green Card”.

“Bueno, ya está otra vez aquí la feminista diciendo que esto es machismo”, pensarán algunos y algunas de las que me leéis en este preciso momento. Pues mirad, no sé si será machismo, pero lo que está claro es que a un hombre no se lo hubiesen dicho. La prueba es que tengo bastantes amigos que también hicieron las maletas y pusieron un pie en USA y nadie, absolutamente nadie, les dijo el chascarrillo de “cásate con una americana y que te den la Green Card”.

Ajá. Como mucho les dijeron que se liasen con la típica rubia monísima que fue animadora en sus tiempos de juventud. Y digo chascarrillo porque la gente me lo decía en tono distendido y simpático, pero para mí esta ‘bromita’ esconde un poso machista muy grande y muy oscuro: Las mujeres debemos buscar un hombre que nos mantenga y nos libre de un infame destino.

Soy licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y cursé el Máster Oficial en Divulgación Periodística por si en algún momento decidía hacer el Doctorado (cosa que todavía no descarto).

Cuento en mi haber con un título propio de Periodismo Digital, he superado con éxito (y dos veces) el examen nivel Advanced de la Universidad de Cambridge y llevo trabajando como periodista desde que salí de la universidad con 23 años. ¿De verdad que todo lo que se os ocurre decirme es que me case y consiga la Green Card?

Entiendo el momento de “encontrar trabajo en los Estados Unidos siendo extranjero es dificilísimo”. Vale, lo sé, todos lo sabemos, pero de ahí a decirme que mi mejor opción es conseguir que un americano se enamore de mí y me ponga una alianza en el dedo… La cuestión es que si fuese algo que también se le dice a los hombres, pues todo bien, pero no es el caso.

Creo que son ‘chascarrillos’ que todavía dicen mucho de la sociedad en la que vivimos. Y ojo ahí porque también las mujeres me hicieron este comentario. ¿Me sorprendió? No, porque aunque las de mi generación (el 84) nos creemos muy modernas, hemos crecido en una sociedad que todavía era muy machista (y lo sigue siendo).

Así pues, aunque las mujeres tengamos estudios superiores y un puesto de trabajo que nos permita ser independientes económicamente, todo se reduce a encontrar a un hombre que nos mantenga y nos proteja. Claro, que se me había olvidado por un momento lo de la princesa rescatada por el príncipe a lomos de un corcel. Lo más sorprendente de todo es que en el momento no le di importancia.

Me lo tomé a broma e incluso me reí con el comentario cada vez que lo escuché. Sin embargo, nada más llegar a Estados Unidos, comencé a darle vueltas al asunto. ¿Por qué? Porque durante una de las fiestas con españoles a las que me invitaron, escuché las mismas palabras una y otra vez.

Fue entonces cuando me planteé si las personas que me abordaron con dicho comentario se lo hubiesen dicho a un hombre. No creo. “Hola, encantado, soy Pablo. Soy periodista freelance y vengo a estudiar producción a Los Ángeles. A ver si puedo conseguir un trabajo y establecerme aquí”.

Estoy convencida de que cualquier persona le habría contestado algo así: “Claro hombre, tú tranquilo que poco a poco las cosas van saliendo”. Desgraciadamente, las cosas son bien diferentes para una mujer.

¿La razón? Supongo que, como dirían los políticos, “por la herencia recibida”. Aunque la sociedad ha cambiado, hay ciertas frases, ideas y actitudes que son muy difíciles de corregir porque nos salen de manera automática. Es más, no seré yo la que crucifique a todos los que me dijeron eso porque, seguramente, yo hubiese sido la primera en decírselo a una mujer.

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