Fueron el corazón de la energía en el siglo XX
Las centrales térmicas abandonadas: entre la especulación y el horror
Fueron el corazón de la energía en el siglo XX, transformando carbón en electricidad. las que se han ido cerrando forman parte del patrimonio industrial pero resultan también golosos terrenos para la especulación.
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Por las carreteras tortuosas de asfalto desmenuzado y sin pintar que vertebran el Maestrazgo se llega, algún día, a la central térmica abandonada de Aliaga. Aparece de golpe, silenciosa y terca, a medio romper, admirable desde un improvisado mirador al costado de la carretera.
Como una boca de dientes mellados, a las ventanas de su fachada, alargadas y estrechas como chimeneas, solo le quedan algunos cristales en pie.
En cambio, en 1952, Aliaga sacaba pecho con la inauguración de una poderosa fábrica de producir electricidad gracias a la extracción de carbón de las minas cercanas, el cual bajaba descolgándose por vagonetas aéreas que desembocaban en esta belleza industrial formada por tres enormes naves. Rodeándolas, vemos el agua tóxica del embalse creado sobre el río Guadalope con el fin de refrigerar la instalación, la cual permaneció abierta hasta 1982. Primero acabaron con el carbón más próximo y después, con el de los alrededores, hasta que el alto coste de alimentar a la bestia con combustible fósil traído de lejos dejó de hacerla rentable.
Pero este ogro industrial no solo engullía carbón, sino también trabajadores. Al pueblo le crecieron dos barrios nuevos y hasta dos mil personas habitaron sus calles, ahora vaciadas. El último padrón de Aliaga cuenta que son 200 hombres y 158 mujeres. La central es un fantasma que alguno está pensando ya cómo cazar.
“Está en un estado lastimoso de cierre y abandono, con graves riesgos para la seguridad y la salud de los visitantes que entran con frecuencia”, explica la Junta Directiva de la Asociación Apudepa (Acción Pública para la Defensa del Patrimonio Aragonés).
El peligro no está solo en los desprendimientos sino también en la presencia de amianto, la cancerígena fibra de Uralita. Para Apudepa, con su presidenta Belén Beloqui a la cabeza, está así “desde poco después de que fuese enajenada por Eléctricas Reunidas de Zaragoza [ahora Endesa], ya que quienes la compraron sacaron a lo bestia todo lo metálico que pudieron para venderlo como chatarra, y todo quedó ya hecho una ruina. El mal que se hizo por parte de los compradores es irreversible”.
En 2017, el Ayuntamiento de Aliaga pudo adquirir los terrenos a los empresarios que lo habían expoliado, con el objeto de integrar la central y su embalse en el Geoparque del Maestrazgo. De esta forma la reinvención de su apasionante paisaje geológico avanzaría en la transición del modelo extractivo hacia el modelo turístico. La primera idea del Ayuntamiento fue utilizar la vieja central para albergar un centro de interpretación geológica, así como oficinas de turismo natural para la comarca. “De generador de energía a generador de cultura”, se llamaba su proyecto, abandonado ahora por un mejor postor: la amenaza del parque temático.
Dinópolis, el espectáculo visitable dedicado a la paleontología, ubicado a las afueras de Teruel, es una de las joyas turísticas de Aragón. Al contrario que otros parques temáticos, este genera beneficios, visitas de 193.000 personas anuales e importantes inyecciones de dinero público, como los cuatro millones de euros del Fondo de Inversión de Teruel que consiguió el pasado año. El proyecto actual para la central térmica sería crear un Dinópolis de la geología, llamado Geópolis. “Pero el tema está muy en el aire y la inversión sería cuantiosa”, valora Apudepa.
“Su valor industrial y arquitectónico está fuera de toda duda”, sostiene la asociación, que vigila de cerca, y con preocupación, el futuro de esta central, a la que denomina “una catedral de la industrialización” y donde debe reconocerse “el pasado industrial también como valor social y memoria del trabajo”. Mientras tanto, lo más emocionante que le ha sucedido estos últimos años es la grabación del anuncio del Sónar 2012, en el que el Maestrazgo invernal se convertía en estepa siberiana.
Pero si alguien tiene miedo a los parques temáticos, la gran paradoja la encontrará en Horrorland, un pasaje del terror instalado temporalmente en la abandonada central térmica de Cercs (Barcelona), una planta propiedad de la desaparecida E.On, que abasteció de electricidad a Cataluña quemando carbón por 40 años.
Durante quince días de octubre de 2018 y otros tantos de 2019, “las puertas de la central de Cercs se abren a una horda de criaturas que querrías no haber conocido”, como dicen en el vídeo promocional de Horrorland, mostrando personajes de rostros desfigurados en un entorno tóxico que inevitablemente recuerdan los episodios de lluvia ácida que protagonizó esta central en los años 80. La idea para Cercs era crear allí un centro de investigación científica dedicado a la promoción de las energías renovables, pero quizás es más rentable un lugar donde gritar como si no hubiera un mañana.
No lejos de Aliaga está el pueblo de Escucha, donde las minas clausuradas Se Verá y Pozo Pilar están reconvertidas en museos. En la primera de ellas se puede entrar y vivir la experiencia del trabajo anterior a la prevención de riesgos laborales, donde el minero llevaba boina, canario y burro. La segunda, recrea las oficinas con lo poco que dejó allí otro expolio de malas ventas y abandonos.
Fue una asociación formada por antiguos mineros de Se Verá la que se empeñó en museizarla. Lo consiguió en 2002. Ahora, esta explotación turística da empleo a seis personas y a dos en Pozo Pilar. No es mucho para combatir el desempleo en un municipio con un 14,9 por ciento de paro en una población que no alcanza los 900 habitantes.
“Sabemos que tienen un éxito reconocido”, valoran en Apudepa. Reconociendo que se están cumpliendo “los tres objetivos principales de la conservación del patrimonio”: la conservación de la identidad minera, el mantenimiento y la generación de empleo, y el fomento de un turismo sostenible, ayudando a frenar la despoblación.
Pero, muy cerca de estas minas está, como no, la central térmica, la cual E.On lleva intentando derribar desde 2013. “No hay que dejar desmantelarla por su valor en la historia industrial, posible motor de desarrollo y de memoria histórica”, remarca Apudepa.
“No parece nada razonable que Escucha se quede sin ninguna referencia de su central térmica. De hecho, su Ayuntamiento tenía a priori la intención de preservar algunos de sus edificios. Nos parece sospecho que en la actualidad el Instituto Aragonés de Gestión Ambiental (Inaga) exija la demolición completa de esta central. Dada la falta de credibilidad que a veces han demostrado ciertos organismos dependientes del Gobierno de Aragón, como el Inaga, entendemos que tendría que haber una comisión de expertos donde se valore el patrimonio industrial en su conjunto y se llegue a conclusiones razonadas que puedan presentar a la opinión pública”.
Y añade la portavoz de esta asociación algo que revolotea siempre sobre la gestión del patrimonio: “de ninguna de las maneras vemos que estos temas de cultura se resuelvan únicamente por la vía político-administrativa. A menudo esas propuestas llevan intereses opacos, que no coinciden con el interés general”.
Puesto que la reutilización del patrimonio arquitectónico supone una nueva oportunidad para zonas industriales degradadas, bien sean cuencas mineras o cinturones metropolitanos, es de sentido común contar con las necesidades de los que viven en ellas, y no solo de los proyectos de sus alcaldes para atraer turismo. Por ello, la creación de un proceso participativo para pensar sobre el futuro de las míticas Tres Chimeneas de Sant Adrià del Besòs, parecía una buena idea.
Endesa cerró la térmica de Sant Adrià en 2011, después de 38 años en funcionamiento. Pero lo que en los años 70 y 80 era un degradado cinturón industrial a diez kilómetros de Barcelona, ahora es un apetitoso frente litoral separado del Fórum por el río Besòs, frontera hoy mucho más permeable que antaño. Endesa comenzó a desmantelar y a demoler la central, dejando en pie únicamente las chimeneas y la nave de turbinas, gracias a que el Ayuntamiento las declaró Bien Cultural de Interés Local y por tanto intocables.
La Generalitat de Catalunya elaboró un plan director urbanístico y, con él ya publicado, abrió un proceso participativo ciudadano, que tuvo lugar a finales de 2018 y principios de 2019. La Plataforma Per La Conservació Tres Xemeneies estuvo allí.
“No fue un proceso dirigido a determinar, de forma participada, cuál debe ser el nuevo modelo de litoral”, dice su presidente, Roger Hoyos, “sino un intento de validar una propuesta muy concreta basada en la especulación y en la financiación exclusiva por parte del sector privado, al cual se le ofrece una atractiva oportunidad de negocio, la edificabilidad, obviando las necesidades del entorno social, densificando, aún más, el territorio y construyendo una nueva barrera al litoral”. Según Hoyos, “la posibilidad de exponer puntos de vista diferentes al oficial estuvo muy restringida” y, cuando sí se permitió, se hizo “con una importante limitación de tiempo y sin igualdad de condiciones”.
Además, según las opiniones que la Plataforma recogió de los vecinos, algunos desestimaron “la participación por inútil” antes de empezar, debido al “carácter no vinculante del proceso”. Y, algunos de los que lo acabaron, se quejaron porque “no habían sido aceptadas alternativas de financiación para reducir al máximo la edificabilidad”, no se habían tenido “suficientemente presentes las necesidades y oportunidades sociales, culturales y medioambientales de las personas de la región metropolitana y especialmente de los barrios próximos” y no había quedado bien recogida “la preocupación sobre la movilidad, la conectividad y la línea del ferrocarril”.
El plan director propone la construcción de 1.719 viviendas, 120.000 metros cuadrados de oficinas, 34.000 de actividad comercial y 17.000 de hoteles. Unos números que la Plataforma califica de "edificabilidad exagerada" porque la densidad de población de Sant Adrià es mucho más elevada que la de Barcelona y existen ya otras promociones de vivienda en marcha.
“La valoración principal es que el modelo de desarrollo de la zona presentado por la Generalitat no cuenta con suficientes apoyos, tanto por parte de la ciudadanía como de los representantes políticos del territorio”.
En el seminario en el que se trató el futuro de las Tres Chimeneas, los participantes consideraron que lo mejor sería una combinación de usos, siendo la más acertada la cultural y educativa junto a la de investigación, dejando en un segundo plano el uso recreativo. Los motivos por los que no recomendaban construir viviendas eran demoledores y, en el caso de que se hicieran, debían ser asequibles, no de lujo. También se aportaron razones de peso para darle un uso deportivo y de salud (no hay hospital en la zona), así como algunas buenas (empleo, falta de plazas hoteleras) y otras malas (turistificación, construcción de otro hotel en el puerto de Badalona) para el uso hotelero.
La propuesta de la Plataforma es la de preservar el carácter industrial y laboral de la edificación, buscando un nuevo uso que facilite la dinamización social y económica, que amplíe la oferta educativa y las oportunidades para los jóvenes, que potencie la modernización de los polígonos industriales evitando los efectos de la gentrificación. Apuestan por una multiplicidad de usos, principalmente culturales, entre ellos un centro de interpretación de la industrialización del litoral y un centro que aglutine las actividades de investigación, desarrollo, innovación y formación relacionadas con la energía y el agua.
Por ahora, el paisaje del Besòs sigue como siempre, pausado en el presente postindustrial a la espera de resolverse. Contradictoriamente, el plan director se aprobó por mayoría simple en el Ayuntamiento de Badalona y se rechazó por no alcanzar la mayoría absoluta en el de Sant Adrià. Un comité técnico será quien decida el nuevo uso de la central térmica. “Ya nos gustaría —expresa Roger Hoyos— que el desarrollo del futuro de nuestro frente litoral no dependiera del color político de las instituciones y que fuera objeto de análisis con una visión de país y a largo plazo”.
Todos miran hacia el Museo de la Energía de Ponferrada, La Fábrica de Luz, como el gran ejemplo de reutilización de una gran central térmica, que en 2012 recibió el Premio Europa Nostra y en 2015 la asociación EMYA lo nominó como mejor museo de Europa. Algunos de los que fueron trabajadores de la central se implicaron en el proyecto del museo, y sus testimonios en video acompañan al visitante durante el recorrido en el que se descubre cómo se producía energía a partir del carbón en el siglo pasado. Algo que, dentro de no mucho, será patrimonio exclusivo de los museos. De las quince que quedan en España, muchas de ellas prevén su cierre para 2020.
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