EL HOMBRE QUE MATÓ A DON QUIJOTE
Cervantes escribió el Quijote en 15 años, pero Terry Gilliam ha tardado tres décadas en crear el suyo
El quijotesco camino que ha llevado a hacer ‘El hombre que mató a Don Quijote’ del director Terry Gilliam es comparable a la travesía del ingenioso hidalgo de Miguel de Cervantes, solo que, a pesar de los incontables problemas que tuvo que ha tenido hemos llegado a una nueva reimaginación del clásico. Por el camino, guiones, versiones, casting interminable, presupuestos aprobados y cancelados, enfermedades de actores y castigos divinos en forma de temporales que quedaron registrados en un documental imprescindible.
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Lo quijotesco, relativo a ‘Don quijote de La Mancha’, es una definición asimilada y universal, que ha ido tomando un carácter casi genérico para ciertos personajes de película. Idealistas, con un proyecto vital tan descerebrado que acaban resultado entrañables dentro de su delirio.
De Fitzcarraldo al cura Ángel Berriatúa de ‘El día de la bestia’, los visionarios y genios volados buscan lo imposible y arrastran con ellos a un grupo de sufridos creyentes son ya una pauta de guion, una opción para moldear un personaje a través de la definición que hizo en su día Miguel de Cervantes Saavedra. No es exagerado ni queda como un cliché asegurar que el director Terry Gilliam tiene algo de esos personajes, cuando su proyecto soñado es tan quijotesco como lo fue en su día el intento frustrado de Orson Welles. Adaptar ‘El Quijote’ no es tarea fácil.
Tampoco fue sencillo escribirlo. Cervantes escribió la primera parte y después dejó diez años de barbecho antes de afrontar el segundo tomo. En total, fueron quince años los necesarios para completar su gran obra maestra pero la dedicación a su propio proyecto basado en la obra, ‘El hombre que mató a Don Quijote’ de Terry Gilliam supera la marca.
Hay que mirar hacia atrás hasta 1989, cuando al Monty Python se le ocurrió por primera vez adaptar al Caballero de La Mancha. Tras el estreno de su versión de ‘Las aventuras del Barón Munchausen’, estuvo trabajando en varias ideas como una adaptación cinematográfica de la novela gráfica de Alan Moore ‘Watchmen’, que actualmente es objeto de una serie, pero pese a tener junto a él al productor Joel Silver, no pudieron financiarla.
La filmografía del realizador incluía una serie de películas que defendían la imaginación y la locura sobre la triste y gris realidad. Por ello, la idea del ingenioso hidalgo le hacía tilín, así que se lo comentó al productor ejecutivo de la película sobre Munchausen, que le dijo que estaba bastante a tiro.
El problema es que Gilliam no se había leído aún la novela, y cuando se puso a ello se dio cuenta que era, básicamente, infilmable. A pesar de ello pasó hasta 1990 trabajando en un guion con Charles McKeown, el encargado del libreto de ‘Brazil’, con el objetivo de que fuera lo más fiel al texto original pero con una perspectiva novedosa. En ese tramo hubo cambios de productores, ofertas francesas con más presupuestos que venían y se iban y diferencias con la redacción del guion que acabaron por enfriar este primer intento.
Su siguiente película, ‘El Rey Pescador’ (1991) tiene fuertes conexiones con ‘El Quijote’, ya que el personaje algo zumbado de Parry (Robin Williams) consigue llevar a otro, Jack (Jeff Bridges) en una búsqueda surrealista. Tras el éxito de esta el director se vio enredado en una zarza de proyectos en desarrollo que no acababan de salir, que duró hasta que pudo hacer su obra maestra, la genial ’12 monos’ (1995), con otro personaje quijotesco y finalmente ‘Miedo y asco en Las Vegas’ que sería el germen de su próximo intento con el caballero manchego.
Junto al guionista de esta y Johnny Deep, comenzó su andadura para embarcarse de nuevo en un esfuerzo que, desde el principio, no tenía todas consigo. Con Keith Fulton y Louis Pepe documentando el rodaje, comenzó la andadura de ‘El hombre que mató a Don Quijote’ en Madrid. Cuando la película se vino abajo, lo hizo frente a sus cámaras, el resultado fue ‘Perdidos en La Mancha’ (2002).
El documental sobre el colapso final de la película es un catálogo de factores de ruina que incluye inundaciones, aviones de combate F16 que imposibilitaban la grabación de diálogos y la mala salud de la estrella francesa Jean Rochefort, quien después de pasar siete meses aprendiendo inglés para ser el Quijote tuvo que abandonar el papel por hernias y otros problemas. La película quedó a medias, aniquilada en la meseta española.
Tras el desastre, los siguientes proyectos de Gilliam siguieron siendo un vía crucis. Desde los problemas con Harvey Weinstein en ‘El secreto de los hermanos Grimm’ (2005) que resultó en una película mutilada, a la muerte de Heath Ledger en medio del rodaje de ‘El imaginario del Doctor Parnassus’ (2009) la suerte del británico continuaba en picado.
Pero al menos, la idea de volver al Quijote se fue moviendo de nuevo. Primero se habló de Gerard Depardieu y luego de Michael Palin o Robert Duvall pero el proceso de recaudación iba y venía, se levantaba y se caía dejándola en el limbo debido a los problemas legales que aún duraban entre los productores franceses y las aseguradoras alemanas. Con o John Hurt como el protagonista ya fijado, Amazon mostró la pasta en 2015. Pero el actor inglés enfermó de cáncer (lo que llevó a su fallecimiento casi fulminante) y acabó volviendo Palin a escena.
Tras muchos intentos fallidos, vueltas y venidas, Gilliam llegó a un acuerdo con el portugués Paulo Branco, pero la tensión surgió desde el primer momento, pues el productor quería tener control creativo total y, tras las malas experiencias con Weinstein, el director se negó con la consecuente reducción del presupuesto hasta la, posterior, enésima cancelación. Finalmente, con Adam Driver y Olga Kurylenko ligados al proyecto y Jonathan Pryce como Don Quijote, en junio de 2016, diecisiete años después del primer gran intento, finalizaba el rodaje.
Después aparecerían todavía algunos gigantes: Paulo Branco aseguraba que la financiación de la película era ilegal, denunciándolo a los tribunales y aún con el anuncio de que sería la película de clausura para el Festival de Cannes de 2018, todavía se tenía que enfrentar a un proceso judicial que falló a favor de Gilliam.
Y aunque todo estaba preparado para Cannes, el director aún tuvo que luchar con otro problema más apenas unos días antes de su proyección. Un derrame cerebral amenazaba con chafarle el esperado momento. Pero pudo sobreponerse y finalmente, el épico viaje hasta ver la obra completada había terminado. Pero incluso ahora, con la película en el cine, tendrá que lidiar con el gran dragón final: la crítica y el público. Aunque probablemente, tras esta historia de tres décadas a Gilliam eso le importe un queso manchego.
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