EL CONCEPTO ES SIMPLE
Cinco mitos sobre el feminismo que hay que destronar
Hablar de feminismo es hablar de igualdad entre los sexos/géneros. El concepto es simple. Sin embargo, reivindicar algo tan obvio y afín a los derechos humanos, parece más complicado que desentrañar los principios de la física cuántica.
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Es la palabra de moda y está en todas partes. Aparece en los debates del Congreso, en las conversaciones de borrachos que protagoniza tu grupo de amigos y hasta en el boca a boca de la oficia. El feminismo se ha consolidado socialmente. Como fuerza política. Como cultura. Como contra discurso. Hasta, preso del consumismo, tiene su propio outfit en conocidas cadenas de ropa. Sin embargo, en pleno siglo XXI muchas personas no conocen lo que implica y ni siquiera manejan la básica definición que ofrece la RAE.
Una de las dificultades para abordar específicamente el feminismo es, por un lado, la falta de educación que existe al respecto (por ejemplo, a menudo se aborda la historia del sufragismo femenino sin alusión al propio movimiento que lo impulsó) y por otro, la cantidad de mitos y falsas creencias que se asocian tanto al término como a sus reivindicaciones. Sobre esto último, vamos a indagar hoy. Aquí van cinco mitos sobre el feminismo que hay que destronar.
1. El feminismo es lo mismo que el machismo, pero al revés. Falso. Lo contrario al machismo sería hembrismo. Etimológicamente el término tiene su propia historia y evolución. Alejandro Dumas (hijo) lo usaría para despreciar a aquellos hombres que apoyaban los derechos de ciudadanía de las mujeres. No sería hasta 1880 cuando la sufragista francesa Hubertine Auclert lo usaría en alusión a los movimientos sociales que buscaban justicia e igualdad para las mujeres. ¿Acaso llamarlo feminismo molesta porque enfatiza lo femenino y hay personas que les molesta que se valorice lo que tradicionalmente ha estado denostado?
2. Solo las mujeres pueden ser feministas. ¿Perdona? No existe ninguna fuerza sobrenatural ni humana que impida a un varón reivindicar la igualdad entre los géneros/sexos. De hecho, los hombres son fundamentales en este asunto dado que en ellos está la responsabilidad de transformar y renunciar a sus privilegios sociales. Lo expliqué con más detalle aquí.
3. La mayoría de denuncias por violencia machista son falsas. Es uno de los bulos más frecuentes para desprestigiar al feminismo y especialmente, en el contexto español, a una de sus grandes transformaciones políticas: la creación de una ley específica contra la violencia que sufren las mujeres por parte de hombres que las perciben exentas de derechos mínimos. Recientemente, la Fiscalía General del Estado ha señalado que el número de denuncias falsas por violencia machista es muy escaso, situándolo en un 0, 01%. De 1.055.912 denuncias por violencia de género presentadas entre 2009 y 2016, solo 79 fueron falsas. ¡Y ojo! Denuncia falsa no es lo mismo que denuncia retirada. Apúntalo bien y que no te líen.
4. Las feministas de ahora son feminazis. No. No. No. Vayamos por partes. “Feminazi” es un calificativo popularizado en 1992 por Rush Limbaugh. Este ultraconservador estadounidense de forma peyorativa aseguraba que “una feminazi es una mujer que cree que lo más importante en la vida es asegurarse de que se practiquen tantos abortos como sea posible.” Al parecer, este hombre blanco, cis y hetero (y aparentemente republicano) estaba muy disgustado por el acceso de las mujeres a un aborto legal y seguro. Baste recordar que Naciones Unidas reconoce que la penalización del aborto y la denegación de acceso adecuados para la interrupción voluntaria del embarazo son formas de discriminación hacia las mujeres. Por tanto, Limbaugh parece alejarse bastante de la igualdad y de los derechos humanos.
Dicho esto, ¿ha cambiado el término “feminazi” de significado? ¿Se usa con otra connotación? Puede ser. Cada vez más personas que no se identifican con cierta corriente feminista lo usan para denunciar algunas actitudes fanáticas, excluyentes, condescendientes y dogmáticas. Mi consejo es que, considerando el origen del término, mejor renunciar al mismo y tildar a las actitudes fanáticas de algunas personas de justamente eso, fanatismo, discriminación, condescendencia y dogmatismo. Las feministas también se equivocan. No somos seres ideales, dotados de la verdad absoluta, infinita empatía y paciencia. A veces metemos la pata y eso, también, nos pasa factura.
5. En Occidente ya no es necesario el feminismo. Muchas personas creen que mientras en la época de Harriet Taylor, Simone de Beauvoir o Victoria Kent las reivindicaciones feministas tenían valor, ahora el panorama es otro y ya hay que desecharlo. Creo que el planteamiento está errado. Es cierto que las mujeres en Occidente hemos accedido al voto, a la educación, al mercado laboral y gozamos de derechos que en el pasado eran impensables (baja por maternidad, divorcio, salud sexual y reproductiva…).
Sin embargo, hay formas de violencia que siguen sin desaparecer (véase la violencia machista en la pareja, la trata de personas con fines de explotación sexual o las violaciones), la brecha salarial o cuestiones más sutiles (y no por ello, carentes de importancia) como el mantenimiento de estereotipos en el currículo escolar o de roles en el ámbito familiar. El feminismo es necesario y será necesario para educar, para consolidar derechos, para hacer justicia y sobre todo, para inspirarnos en la creación personal y política de un entorno más igualitario, más libre. En definitiva, más humano.
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