FESTIVAL DE MÁLAGA
Cómo el Festival de Málaga pone patas arriba la ciudad
Estos días, el Festival de Málaga sigue creciendo y creando un diálogo especial con su ciudad. Poco a poco, se va consolidando como ineludible para el cine español . ¿Cómo viven estos días sus habitantes y cómo han notado su presencia a lo largo de dos décadas? Hemos hablado con algunos de ellos y también con representantes del evento.
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El Festival de Málaga lleva 21 años en pie. Por primera vez, una cita cinematográfica dedicada en exclusiva al cine en español. Y va a más año tras año. Ahora mismo se encuentra celebrando haber pasado sus dos décadas con una edición en la que sigue abriendo sus puertas a Iberoamérica para continuar su imparable crecimiento. El certamen consolida su posición nacional e internacional con un aumento del 44% del número de proyectos audiovisuales inscritos este año, y el año pasado acabó registrando de nuevo un aumento del número de espectadores y participantes y de recaudación.
El festival se sigue perfilando, además, como un hervidero de oportunidades, encuentros y cuna de otros proyectos nacidos de eventos diseñados para fortalecer las producciones cinematográficas promoviendo la financiación, coproducción, y venta del cine en español. Secciones gastronómicas, exposiciones e incluso conciertos dan un ambiente cultural único a la ciudad que, desde primeros de siglo respira un aire distinto. Hace apenas 20 años la ciudad andaluza no era un objetivo de turismo, que solía difuminarse entre los diversos municipios de la Costa del Sol.
El factor cinematográfico es solo un signo del cambio de la ciudad en dos décadas, pero coincide con una regeneración que no se le escapa a nadie. Hablando con algunos de sus habitantes podemos imaginar el impacto de tener al conjunto de lo más granado del cine español paseando por la ciudad.
"Se ha asentado mucho en la ciudad. Empezó siendo algo local pero ha ido creciendo hasta cobrar una dimensión que realmente es importante ya para la ciudad. Se nota en pequeños detalles como la alfombra roja que recorre de arriba abajo la calle Larios, actividades paralelas cercanas a los cines o un espacio de entrevistas cerca de teatro Cervantes, carpas y detalles que hacen que el centro coja mucho más ambiente", cuenta Adolfo, cantante del grupo de power pop malagueño Airbag, que ha tocado en alguna ocasión en conciertos organizados para el festival.
El momento en el que el invierno empieza a batirse en retirada hace que el corazón de la ciudad comience a bombear con fuerza, pero para Adolfo "es significativo el zumbido en estos días, se nota nada más ir por la calle, ves todo a tope. Además vas encontrando a caras conocidas porque está todo el mundo del cine español y a la gente le entra curiosidad y siempre se ve bullicio frente a los photocall o las actividades y todo esto hace que al final la gente esté en la calle y eso también repercute en la economía municipal, aunque el desembolso sea importante".
El impacto económico también deja su huella en algunos puestos de trabajo relacionados con el festival que, aunque se limiten a un par de semanas aparecen como oportunidades para los jóvenes locales. "Incluso algunos meses antes ya aparece algún mensaje de WhatsApp o anuncio buscando gente para producción, transportes o azafatas".
Sin embargo, no todos los habitantes de Málaga tienen la misma percepción. La redactora Marta Trivi, colaboradora de medios como Canino o Anait Games, opina que el impacto del festival se nota relativamente poco. Incluso viviendo en el centro, su familia no se había percatado de que acababa de empezar.
"Seguramente, lo noten hoteles y bares, pero no creo que se note un impacto para los ciudadanos. La gente de mi entorno no habla del festival, incluso se sorprende cuando se enteran que está ya funcionando. Se veía, al menos antes, como algo inaccesible, a lo que no podían asistir. De momento, creo que Málaga es más conocida por otras cosas". Para ella, la integración del festival con la ciudad es mejorable en pequeños detalles como "las fotos de la prensa que se hacen en el muelle uno y no en lugares emblemáticos. El ayuntamiento no implica a la ciudad en el evento".
La vida de las ciudades con festival acaba teniendo un reflejo cinematográfico. En Donosti se aprecia que la ciudad se viste de gala para uno de los eventos que la representan. En Sitges se bastan con su playa pero llevan el fantástico y los monstruos por bandera, y hasta los niños acaban participando en sus marchas zombies aunque no vayan a ver demasiadas películas.
Juan Luis Artacho, es programador del festival en el cine Albéniz, en el comité de selección de cortometrajes y adjunto de prensa cree que a Málaga aún le falta mucho para llegar a tener esa trasformación.
"Donosti tiene casi setenta años, Sitges cincuenta pero lo que se ha conseguido en dos décadas aquí ya ha dejado huella. Cuando nació tenía una voluntad de ocupar un espacio importante pero necesitaba recorrido e ir asentándose poco a poco, no solo en la propia ciudad sino con los medios, la industria. Ha crecido mucho, no solo por su apertura al cine iberoamericano. Es ya respetado y con relevancia y la ciudad, durante estos días del festival, lo empieza a vivir como una fiesta. Las calles están hasta arriba, las salas están llenas de gente viendo películas y documentales".
Juan Luis reconoce que ha sido un evento más cerrado y dirigido a prensa, medios y el círculo cultural relacionado pero cree que hoy "ha cambiado mucho. Hace unos años se notaba esa diferencia. Pero hoy se ve una gran afluencia de público. Se ha tenido que ir creciendo en espacios por eso mismo. Casi todos los pases se agotan con mucha rapidez, sobre todo los oficiales en el Cervantes. Hay muchas salas porque la implicación del malagueño se va notando. Gente que no va todos los días al cine, o que no es un cinéfilo pero quiere participar del proyecto de la ciudad y elige sus títulos, selecciona entre lo que se proyecta".
La transformación de la ciudad, cree, es muy apreciable, "ahora mismo la ciudad está vestida de rojo y la gente sale fuera, la alfombra roja de la noche se llena de gente para ver a los actores y la ciudad se vuelca con esa presencia mediática. Málaga ha tenido un cambio cultural muy importante en estos últimos años, sobre todo con los museos, se ha apostado por la cultura y está cuajando, el festival aún es joven pero ya se ha incorporado a esa rueda de cambio".
Marta Delgado, periodista y profesora de español para extranjeros, está de acuerdo en que el latido cultural de la ciudad ha transformado completamente la ciudad. "Cuando llegué en el 99 había una ciudad oscura y descuidada pero se veía mucho potencial, había mucho turismo, pero no venían a Málaga por el festival sino por el buen tiempo, pero ha ido creciendo porque De la Torre vio ese potencial y mejoró el tejido cultural creando servicios, creando un ciclo de crecimiento incluso industrial. Pero el movimiento de turismo ya estaba".
El movimiento que crea un festival de cine le da un aire de gala a esos días que diferencia el evento de otras fiestas andaluzas, y coincide que antes se podría notar como algo un poco más cerrado, que no era de la gente, pero para ella "ni es todo fachada, ni tampoco es un factor importantísimo, por ejemplo, para el turismo. Se nota nada más moverte, pero hasta la tarde no empiezas verdaderamente a notar ese ambiente, no hay tanto como parece desde fuera, pero no puede negarse".
"El centro está más bonito, los bares y restaurantes más petados que de costumbre, pero también, desde Semana Santa aquí no cabe un alfiler. Durante esta semana las carreteras se ponen intransitables, pasan cochazos a toda velocidad, como para lucirse, y por la tarde noche se hace mucho más notorio. La gente viene a ver películas, a ver a las celebridades y a estar en los bares. A nivel cultural, atrae a gente que normalmente no iría y además pasan cosas que no pasan todos los días, por ejemplo ver a gente como Guillermo del Toro y Ron Perlman liándola parda", finaliza.
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