LA TEMPLANZA Y LA EMPATÍA SON LA CLAVE
Cómo ganarte la confianza de tu hija cuando te confiesa que tiene una enfermedad venérea
Hay cosas para las que como padres no hay especialista que te prepare. Ni matrona, ni psicólogo, ni médico de cabecera, ni el o la vecina del quinto… nadie. Lo único que puede salvar una situación como que tu hija te cuente que tiene una enfermedad venérea es la templanza y el haberse puesto antes en lo peor.
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La escena en concreto tiene miga y mucho que contar. Una hija que llega a casa nerviosa, agitada, que se mueve de un lado a otro sin orden ni concierto y tras un grito desesperado porque no quiere contar lo que le pasa se encierra en su cuarto. Eres madre, así que no puedes dejarlo pasar y la sigues.
Entras, te sientas sobre su cama, manteniendo las distancias, mientras ella prepara su mochila cogiendo cosas de aquí allá porque tiene que volver a salir. Y entonces sueltas la pregunta que te inquieta después de que tu otra hija, la mayor, haya lanzado la bomba al pie de la escalera al traer a su hermana a casa.
“¿Por qué has estado en al cárcel? Está bien, cariño, tu padre y yo hemos sido arrestados”. Ahí, que se note la empatía.
La cosa es que tu hija adolescente estaba en uno de esos centros de control y prevención de enfermedades que siempre se ven en las películas y series estadounidenses cuando uno de los activistas antiabortistas le salió al paso. Le dijo cosas muy desagradables, la situación se salió de madre y acabó atizándole. De ahí, a pasar por comisaría solo va una llamada.
Vale, segunda pregunta como madre. Sigues sentada en la cama, respetando el espacio. “¿Qué hacías allí?” Mientras, tu hija continúa preparando la mochila con cara de, ‘a ver si se larga de una vez y me deja en paz’. Tercera pregunta, “¿estas embarazada?” Aquí ya se nota cierta preocupación en el gesto.
Dice que tuvo la regla una semana antes de practicar sexo así que lo de ser abuela por sorpresa queda descartado. Pero, ¿con quién ha tenido sexo tu hija menor de edad? “Eso no importa”, te responde. Porque, efectivamente, para la escena en concreto es lo de menos. Y entonces se enciende una luz en tu cabeza de madre.
Llega el clímax de la conversación
“¿Te ha pasado una ETS?”. Eureka. Ahí le has dado. Ha sido justo eso. Tu hija explota y lo reconoce, “vale, bien, tengo clamidia”.
Entonces, qué haces, ¿explotas tú también? ¿Le gritas lo irresponsable y estúpido que es mantener relaciones sin protección? ¿Le dices eso de ‘verás cuándo se entere tu padre’? Pues no, le sueltas, aliviada porque después de todo la clamidia es pasajera y un bebé para toda la vida, que lo sientes, porque tener clamidia “apesta” y, además, escuece.
Sorprendida por tu reacción, tu hija adolescente se derrumba, se acerca a ti entre sollozos, sabiendo que la comprendes y le sueltas eso de “todo irá a mejor”. Lo has conseguido, te acabas de ganar su confianza en un momento tan delicado como el de contarte que ha pillado una enfermedad de trasmisión sexual.
Un poco de comprensión, de empatía y de templanza han sido los ingredientes mágicos. Eso y que, como te habías puesto en lo peor y la conversación había comenzado con un ¿por qué has estados en comisaría? que al final sea clamidia es rebajar unos cuantos grados el drama del asunto. Eso y que hay venéreas y venéreas.
La otra opción habría sido echarle un buen rapapolvo sobre lo irresponsable de su comportamiento y todo eso, pero eso ya lo hizo tu hija mayor cuando le dijo que era estúpida por haber practicado sexo sin protección. Eso ya lo sabe, no necesita que nadie más se lo diga.
Esta adolescente ha aprendido la lección y quienes vean esta escena en el segundo episodio de Here and Now, con Holly Hunter en el papel de esta madre estoica que no solo salva una situación como esta sino que lo hace de una manera asombrosa, aprenderán otra.
A veces, la comprensión y la empatía hacen más que una buena bronca. Claro, que depende de las circunstancias.
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