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¿Por qué lo hacen?

Lo contrario al 'ghosting': cuando un ex da señales de vida tras siete años para tomar un café

Siete años llevaba sin hablar ni ver a ese chico que decidió, ni corto ni perezoso, reaparecer en mi vida para lo que todo el mundo sabe. “Tomar un café”, según él.

-Lo contrario al 'ghosting': cuando da señales de vida cuando nadie lo esperaba

Lo contrario al 'ghosting': cuando da señales de vida cuando nadie lo esperaba Pexels

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No sé por qué, pero aún me siguen sorprendiendo, y no para bien, las actitudes de algunos hombres con los que compartí lecho en algunas etapas de mi vida. En este caso, y a mis 34 años, ha reaparecido sin previo aviso un chico con el que me liaba cuando yo era, todavía, una pizpireta y soñadora romántica.

Podríamos decir que éramos ‘follamigos’ porque nunca tuvimos una relación sentimental estable. Así pues, él era libre y yo también. Aunque lo pasábamos bien, un día le escribí un SMS (no, no había WhatsApp por aquel entonces) del que no recibí respuesta alguna. Vaya, que me hizo lo que ahora llaman ‘ghosting’ y lo que a mí me gusta denominar como ‘silencio administrativo amatorio’.

Lo cierto es que no le di demasiada importancia en su momento. Como he dicho antes, no teníamos exclusividad ninguna ni tampoco nada que repartir/dividir. Así pues, decidí seguir con mi vida y que él hiciese lo propio. Pero cuál fue mi sorpresa cuando hace una semana, Martín llama al timbre de mi WhatsApp (ahora sí), siete años más tarde. El mensaje decía lo siguiente: “Hola señorita. ¿Cuándo nos vemos para tomar un café?”. Sonreí pensando qué narices querría este ahora.

Ah, espera, que esta me la sé. Follar.

Tras unos segundos debatiéndome sobre si debía contestarle o no, me di cuenta de que mi sonrisa pasó a convertirse en cabreo. Un monumental enfado que no sabría decir muy bien de dónde venía. ¿Por qué me molestaba e irritaba tanto haber tenido noticias suyas? ¿Acaso sigo enganchada a ese hombre que me negó un simple “adiós” o un “no quiero verte más”?

Miré un poco más a fondo en mi interior (ya que estoy pagando un psicólogo a precio de oro que se noten sus consejos) y me di cuenta de que lo que me molestaba es que irrumpiese de nuevo en mi vida dando por hecho que yo estaba ahí para él después de siete años de silencio.

Holi
Holi | Pexels

Muchos de vosotros pensaréis que no es para tanto. Que un simple hola y una invitación a un café no son como para enfadarse. Pues lo siento, pero para mí sí. Porque una cosa es que la relación hubiese terminado de manera educada, y otra muy distinta es que podría haberle pasado un camión por encima y yo me moriría sin saber que él me había cogido la delantera.

Además, justo me pilló embarcando en un avión destino a Londres con el que actualmente es mi ‘follamigo’ más estable, Carlos. ¿Por qué narices tiene que meterse él, aunque sea tecnológicamente, en ese momento de placer y evasión?

“¿Quién es?”, me preguntó Carlos cuando vio mi cara de sorpresa. “Un tío con el que solía acostarme y del que no sabía nada desde hacía siete años”, contesté poniendo los ojos en blanco. “Buah, ese quiere follar”, sentenció. Triste, pero cierto. La cosa es así. ¿Por qué un chico con el que no hablo desde hace casi una década se quiere tomar ahora un café conmigo? ¿Se ha quedado sin amigos? ¿Se ha dado cuenta de que deberíamos retomar la relación? ¿Acaba de dejarlo con la novia?

En mi opinión, ese mensaje es fruto, única y exclusivamente, del más puro y absoluto aburrimiento. Hacedme caso. No hay peor compañero de vida que el aburrimiento. Cuando uno no tiene nada mejor que hacer, siempre se inclina a perpetrar actos de los que luego acaba arrepintiéndose. Me imagino a Martín, sentado en su sofá, mirando su lista de contactos del móvil y diciendo: “Anda mira, María… Pues parece que se conserva bien. Bah, venga, le escribo a ver si hay suerte”. Tal cual.

Lo que no sabe Martín, o parece no querer enterarse, es que uno no puede desaparecer de la vida de otra persona y pretender reaparecer como si nada. Es curioso, pero me sentó muchísimo peor su vuelta a escena que su bajada de telón (que no de pantalones, que es lo que él pretende). Sé que habrá quien piense que no, que Martín solo se pone en contacto conmigo porque algo le recordó a mí y le ha entrado la curiosidad por saber si estoy casada, con hijos, divorciada, si vivo en el mismo país, si ahora tengo cuatro ojos...

Ajá. Os diré una cosa. Si su reaparición se debe a lo anterior, Martín simplemente quiere limpiar su conciencia. Y es que estos ‘come back’ del arrepentimiento ya los he vivido.

Ocurrió hace un par de años. Matteo, un italiano monísimo con el que viví un pequeño romance de verano, volvía a mi vida con un mensaje totalmente innecesario: “Hola María. ¿Cómo estás? Hace tiempo que no hablamos, pero necesitaba decirte que siento la manera en la que me marché. Espero que hayas conocido a alguien y seas feliz. Yo me caso en unos meses. Un beso”.

Lo mejor de todo es que yo no recordaba su ‘ghosting’ como algo especialmente doloroso para mí. “Se fue”, que diría Laura Pausini, y yo seguí con mi vida. Entonces me di cuenta de que ese mensaje significaba que él sabía que lo había hecho mal y lo único que quería ahora era liberarse de esa carga emocional. Me parece fenomenal que alguien quiera limpiar su conciencia, pero no si es acosta de remover mis sentimientos y un pasado en el que ya no pienso. No le contesté, obviamente. A lo hecho, pecho, querido Matteo.

He aquí entonces mi reflexión final. ¿Por qué vuelven a nuestras vidas con tanta ligereza aquellas personas que decidieron unilateralmente salir de ellas por la puerta de atrás y sin avisar? Porque les da la gana y son unos egoístas. Así pues, mi consejo es que os comportéis como ellos lo hicieron con nosotros: dando la callada por respuesta.

P.D: Martín, si me estás leyendo, no, no voy a tomar café contigo. Inútil (que siempre me ha parecido el mejor insulto del mundo).

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