QUERÍA EXPLORAR OTRAS OPCIONES
El día que dejé de tomar la píldora anticonceptiva me convertí en otra persona en la que no me reconocí
Después de siete largos años, decidí que era hora de dejar de tomar la pastilla anticonceptiva. ¿Por qué? La verdad es que quería explorar otras opciones que no incluyeran una medicación constante de mi cuerpo. No lo pensamos a menudo, pero la píldora es un fármaco que las mujeres toman diariamente durante la mayor parte de sus años fértiles. Y son bastantes: aproximadamente unos 34 años, pero obviamente depende de cada persona.
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En mi caso bastaron un par de meses de “desintoxicación” para comenzar a notar que algunas cosas habían cambiado. De repente, me sentía menos sensible, perdí peso y dejé de tener las llamadas “piernas cansadas”. Además me encontraba más feliz; no sé, como que la vida podía ser una experiencia agradable y ese tipo de cosas. ¿Qué narices había pasado conmigo esos 7 malditos años?
La píldora es un método anticonceptivo popular en nuestro país, aunque no tanto como el preservativo, opción preferida por el 28,4% de las españolas (frente al 26,8% que eligen la contracepción hormonal). Desde hace algunos años, si quieres iniciarte en el tratamiento, necesitas prescripción médica, aunque la Seguridad Social no financia parte de su precio. Y en muchas ocasiones se recetan no solo para evitar embarazos no deseados, sino como medicación contra el acné, para regular el ciclo menstrual e incluso para remediar el dolor propio de la regla, ya que lo disminuye.
En España se legalizó en 1978, y como en todo el mundo, supuso una revolución sexual. Por primera vez podíamos disfrutar de las relaciones sexuales sin miedo al embarazo. Y también ayudó a que más mujeres llegaran a la universidad y la acabaran; ya podían retrasar el asunto de ser madre hasta terminar sus estudios. También fue el comienzo de la reducción de la brecha salarial, aunque siendo claras, es algo sobre lo que queda mucho por andar.
Pero esta no solo fue una conquista social; también lo fue para la industria farmacéutica que inició una carrera hacia la medicación de gran parte de la vida de muchas mujeres. Algo que no siempre es beneficioso: hay efectos secundarios y no a todas les sienta igual. ¿Sufres cambios de humor cuando las tomas?
Tranquila, eso es lo de menos. La JAMA Psychiatry publicó un estudio el último año que demostraba la relación del uso de anticonceptivos hormonales y el diagnóstico de la depresión clínica. Probablemente sea uno de los primeros que logran vincular la salud mental con este tipo de fármacos.
Lo peor de todo es que pocas veces todos esos efectos se asocian con las píldoras, con lo cual, muchas mujeres sufren ataques de pánico, ansiedad y otros efectos psicológicos sin saber por qué. Una forma de, como dice Holly Grigg- Spall en la web sobre su libro, Sweetening the Pill, hacer enfermar a mujeres que antes no padecían de ninguna dolencia.
¿Has leído alguna vez el prospecto de alguna de sus cajas? Yo sí. ¿Sabías que pueden disminuir el deseo sexual? Qué mejor forma de no quedarte embaraza que la abstinencia. Si no te convence esta opción y te enganchas al camino de la medicación, siempre puedes recurrir a la viagra femenina.
Mi experiencia con este tema y los médicos no ha sido especialmente buena. En ninguna de las consultas que visité me informaron de los posibles efectos que podrían acarrear cuando empecé a consumirlas. Durante el tiempo que las tomé llegué a cambiar varias veces de marca de pastillas, recomendadas siempre por mi médico de cabecera y, en alguna ocasión, por el ginecólogo. Y sinceramente, sin notables cambios. De hecho me habitué tanto a los cambios de humor y a estar triste y mustia que pensaba que era cosa mía. Como para no volverse loca ¿no? Normal que me sorprendiera el rayo de luz que ví delante mía cuando dejaron de hacerme efecto.
El alto porcentaje de efectividad avala a los anticonceptivos hormonales en todas sus variantes, rozando el 100% de eficacia, según la Sociedad Española de Contracepción. Los preservativos se sitúan en el 98%, siempre y cuando se usen correctamente. Y no hay que olvidar que estos protegen contras las Enfermedades de Transmisión Sexual. Entonces ¿qué método elegir? Depende de cada una, y sobre todo de la respuesta que cada cual demos a la pregunta: ¿qué método puede hacerme menos daño?
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