LA FELGUERA, LIBROS DE CONTRACULTURA
La editorial que se atrevió a ir contra las reglas de la cultura
La Felguera es esa editorial encargada de quitarle el polvo a las mejores experiencias y fenómenos culturales de las últimas décadas. Un medio indispensable para la transgresión y revelación de secretos. En definitiva, algo necesario para aquel que quiera entender qué es eso de contracultura.
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Hoy pasamos la tarde con Servando Rocha, uno de los editores de La Felguera.
A veces, hay entrevistas que da gusto hacerlas. Tanto o más que cuando estás en un bar de los viejos, de los de barra metálica, cabeza de langostino en el suelo, camarera gallega más sabia y muda que un sauce milenario, y de pronto, BOOM, del interior de la cocina se oye música: Domo Génesis. ¿Qué está ocurriendo? Presente y pasado se conjugan en un tipo aparentemente normal que sale de la cocina para llevarte el menú nº1 con vino y gaseosa. Bueno, pues ni Servando Rocha es camarero, ni tiene un bar y ni siquiera estamos comiendo, pero el gusto de hacerle la entrevista es semejante al que se respira en la situación anterior.
Hemos quedado en Casa Dani y lo cierto es que estoy algo nervioso. Esto no se debe a la facilidad para el chisporroteo de mi medula espinal, más bien a Servando y la perspectiva que tengo de él. Que en la actualidad, la contracultura haya perdido el norte, que la haya absorbido el capital, o no; que se haya hecho trendy lo underground, e ipso facto la tendencia sea demodé, y por lo tanto, las New Balance un aporía en si mimas, joder, me parece que nos sumerge en un juego semántico donde la contracultura al final importa poco.
Antes, la contracultura no era así, o al menos, eso me cuentan los que paraban en el Mesón Gallego [sede de varias chifladuras tan serías como artísticas] entre los que se encontraba Servando. “En el noventa y seis estaba vivo Kurt Cobain, joder”. Antes, lo de la contracultura iba en serio, antes quien se metía en la contracultura era la policía, no Calvin Klein. ¿Qué ha hecho Servando? Para empezar mantener la salud tras los 90s, y para continuar fundar una editorial “La Felguera”, en la que se conjugan presente y pasado, siempre desde la periferia, siempre desde la singularidad.
Sin hacer ruido Servando aparece calle abajo y nos saludamos como si nos conociésemos de toda la vida. “Casa Dani” está cerrado, así que también los misterios que me iba a desvelar del garito. A cambio, me lleva al Marathon, “No vas a ver un bar taurino más antitaurino en tu vida”. Al entrar, me señala riéndose los retratos de los toreros que cuelgan de la pared. Tenía razón, son más feos, iracundos y desdentados que los ogros de David el gnomo. Me ve la cara y se parte de la risa. No hay mejor arma para erradicar la tauromaquia que verles el jeto a estos tíos.
Dos cafés. Y aparecen dos tazas de café de estación de tren, dos tazas de los noventa, de esas anchas parten los dientes al descuidado y que si las tiran revotan, en definitiva, dos tazas de verdad, y aunque yo lo bebo en vaso, cada vez estoy más a gusto. Así que le pregunto que en qué consistía la resistencia cultural en la que andaba la Felguera en el noventa y seis, porque la verdad, me lo imagino como a un Zurita zumbado que ha salido del CADA para venir a revolucionar la península. “El nombre es un guiño a la revolución social que hubo en la cuenca minera de Asturias en el año treinta y cuatro. Allí, dos años antes de la guerra civil, se vivía en un comunismo libertario, de hecho, ese espíritu libertario aún continúa.
La Felguera ha ido cambiando, imagínate que tienes un proyecto desde hace veinte años… Por aquel entonces, estábamos muy metidos en la guerrilla de la comunicación, el arte político, las vanguardias artísticas, Dadá, situacionismo, todo ese mundo. Y la editorial empieza en el 2004-2005. La verdad es que nunca imaginé que iba a ser un proyecto económicamente sostenible”.
El patrón de trabajo para el desarrollo de dicho proyecto lo tiene más que claro “La palabra esfuerzo es una palabra poco popular hoy en día. Se ha perdió el sentido de hacer las cosas por el placer de hacerlas, de hacerlas para ti mismo, sin necesidad de exhibirte, y esforzarte en todo ello. Eso ya no es nada popular… Las cosas que tú ves bien hechas es porque alguien las ha hecho con esfuerzo. Esta taza, por ejemplo, a lo mejor lo ha hecho alguien explotado en otro país, y obligado, pero lo ha hecho con esfuerzo. [JÁ, no estoy solo con el secreto de las tazas]
Pronuncia la palabra exhibición, y el gesto se me cambia. Pienso en la contracultura, en la aporía particular que sufro con las zapatillas deportivas, y un largo etcétera que le comento y le hace reír. “En el mundo en el que nos movemos nosotros, generalmente se ha buscado la provocación, el escándalo. Realmente, hacer eso ahora es muy complicado, porque esa capacidad es prácticamente inexistente. El escandalo es la misma tele. Nuestros pequeño crímenes, son insignificantes comparados con sus grandes crímenes”.
“Por otro lado, en el fondo creo que vivimos en una época en la que nuestros intereses son de grandes minorías, creo que las cosas han cambiado mucho. Antes, hablar de algo que tuviera que ver con la contracultura, era hablar de algo muy marginal. ¿No piensas también que ha habido una inversión de perspectiva? Es decir, que lo que no tenía cabida antes, la tiene ahora. Por ejemplo, ¿quién se rebela al sistema? Los antisistema actuales están en Libertad Digital, La razón, El Mundo… La percepción que tiene la gente es revelarse contra la autoridad. Es como pensar en Estados Unidos… el problema no es que Donald Trump sea un cabrón, Obama también lo era, aunque Trump más... El problema grave es que la percepción que tiene la gente ahora, en su discurso machista violento xenófobo, o sea, el pensamiento incivilizado, esté representado por un presidente”.
Entonces me imagino a Agapito Maestre (habitual en el Gato al agua) con una camiseta de los Dwarves tirando cócteles molotov contra la policía y no puedo evitar decírselo, de hecho, se lo digo por evitar la carcajada solipsista sobre el café y el posterior desastre líquido. La chorrada nos conduce a hablar sobre el poder de absorción y conversión que posee el sistema capitalista, y si acaso no le da miedo que esto suceda con La Felguera, si es que no ha sucedido ya. “Pero siempre sucede. De hecho, a los movimientos que son absorbidos por el sistema –y no me gusta utilizar esa palabra porque es muy abstracta–se les ve venir. O sea, la recuperación es aceptada.
El punk lo acepto, el punk lo sabía y lo aceptaron amablemente. El rap igual. Se acepta. El gesto quizá esté en la anticipación, en Dadá, en decir no y luego sí, sí cuando digo que no… El espíritu de transgresión en La Felguera no es nada planificado… Alguien dijo, lo que necesitamos son poetas que sepan disparar, y tipos que disparen y sepan escribir poemas. El problema es que por lo general nos hemos convertido en gente aburrida, en especialistas de algo. Por ejemplo, respecto a la presentación por la que me preguntabas… vinieron 600 personas. Si mañana lo repitiésemos no nos saldría, y si volviese a salir, sería un gesto completamente aburrido, previsible… Con esto no quiero decir que haya que estar constantemente inventado algo. ¿Cuántas cosas hemos hecho que si las hubiésemos pensado más de dos veces, no las hubiésemos hecho? Así es como hicimos un millón de cosas cuando estábamos en el colectivo. La gente se acuerda del paseo por el subsuelo oculto de Madrid, de cómo acabó la policía tomando Lavapiés. O de cuando fuimos disfrazados de hombres lobo al congreso de los diputados, o cuando interrumpimos lecturas de poemas colectivos, y mil cosas más que se hicieron con otros nombres porque legalmente no podíamos hacerlo”.
Tras esto, le comento que cuando pienso en la Felguera inevitablemente pienso en la historia, en cómo ésta, al menos en el sentido aristotélico, no sería otra cosa que pensar una serie de hechos concatenados, a veces, sin demasiado sentido. Pero que sin embargo, el sentido de ésta, la poesía que diría Aristóteles, o en otras palabras “el destino a toro pasao’” vendría luego. Le comento que estando así las cosas, es sabido que el sentido o la dirección conocidas serán impuestas por los que ejercen el poder. Vamos, que estamos jodidos. Pero que, sin embargo, de pronto, ocurren cosas como la Felguera, –que lejos de tomarse como una gamberrada de diseño–lo que hace precisamente es contar la historia de esos que, quizá no perdieron pero si fueron invisibles, logrando así desbaratar el sentido de la historia –o al menos en parte– devolviéndonos a una realidad quizá más desajustada, pero más cierta… “Tú ya sientes que hay una sospecha ahí, que lo que realmente nos están contando no es toda la historia. Esa es la gran pregunta. Si tú coges todos tus intereses y encontrarás que hay varias cosas que coinciden un poco con el lado oscuro, con el error, con la singularidad.¿Por qué te puede gustar una biografía de un anarquista o de Manson? Porque encierran una singularidad. Es verdad que hay muchísima gente, y que somos únicos, pero luego hay gente muy singular que crea su propio universo. Respecto al concepto de historia… Benjamin ya lo dijo en su momento: no se trata de escribir la historia tal y como ha sido, sino de apoderarnos de cada uno de “esos instantes de peligro”.
Por otro lado, creo que también es posible contar la historia de la periferia. Por ejemplo, los años sesenta se pueden contar con los triunfadores, pero a lo mejor, los asesinatos de Manson pueden resumir el final del sueño hippi y muchas más cosas. Quiero decir que muchas veces buscamos un sentido para tener la historia clara, y la historia, afortunadamente no lo es.
Y justo cuando terminamos de hablar de esto mi móvil se bloquea. Rezo cuarenta ave marías en un minuto implorando que no se haya perdido la grabación, mientras en mi móvil se ha quedado una imagen fija que dice: EL PATRÓN ES INCORRECTO. No me jodas, mientras yo juro en arameo y pringo verbalmente la coronilla de todo el obispado, Servando me dice: “¡EL PATRÓN ES INCORRECTO! ¿No te parece la mejor frase de la historia?, ¿no te parece que no le falta razón?
Así que no pierdo la oportunidad y le pregunto por ese “demoler la cultura actual” y “la guerra permanente” en la que se ve envuelta La Felguera. En si acaso, no consiste en demoler “El modelo presente de la vida social dominante” que decía Debord, en ofrecer una resistencia al espectáculo. Y en vuestro caso, aún mejor, en generar un espectáculo alternativo al imperante que precisamente ponga EL PATRÓN INCORRECTO patas arriba. “Sobre todo es respecto a la hegemonía cultural. Respecto a las diferencias entre alta y baja cultura. Creo que desde ahí se establece un esquema que debemos intoxicar un poco. Tú antes hablabas de Aristóteles, yo de Benjamin, bueno pues deberíamos intentar llevar eso a la calle. De una manera más cercana, no diciendo autores y citas continuamente, pero sí expresándolo”.
[RIIIIIIING RIIIIIIING]
Suena un telefonazo. “Jubera, me tengo que ir, ¿qué dices?, ¿me acompañas?” “Claro, ¿a dónde?” “Tengo que buscar un tío de dos metros con un cabezón enorme, dicho por él, como Frankestein. La verdad es que no lo he visto en mi vida, pero vamos a empezar a trabajar juntos, ¿te vienes?"
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