LOS HOMBRES GANAN PREMIOS EN EL ÁMBITO COTIDIANO LAS MUJERES
¿Ellas les hacen la cena y ellos se llevan los premios de cocina? ¿Y así en todas las profesiones?
Así, ellos se hacen chefs, y ellas, cocineras. Pero esto no solo ocurre en el gremio de la restauración. La mayoría de diseñadores, estilistas y maquilladores reconocidos son hombres. ¿Por qué la mayoría de grandes chefs son hombres? ¿Y los maquilladores, si somos las mujeres quienes habitualmente nos maquillamos?
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Me imagino a sus madres durante toda su vida. Quizás los fines de semana les preparaban su plato preferido. Entre semana, les obligarían a comer las lentejas que habían preparado. Mientras, es probable que ellos estuvieran poniendo su mirada entre los fogones (y ¿en sus dotes?) para, de mayores, decidir sacar la cocina del hogar familiar.
No nos equivoquemos: que los hombres entren a las cocinas y realicen tareas habitualmente feminizadas está bien. El problema está en que la profesionalización de estas tareas, que siguen realizando las mujeres en el ámbito doméstico o privado, va de la mano de ellos. Ellas cocinan como forma de cuidado de la familia, o sea sin remunerar, y ellos se lanzan al ámbito público como forma de negocio.
Ellos conquistan con todos los honores y galardones. No hay más que ver la imagen de la II Edición de los Premios de Gastronomía de la Comunidad de Madrid. Una imagen de tantas. De entre todos los premiados, solo hay una mujer que no aparece en la foto y que además comparte el reconocimiento con su marido.
La cocina, o el estilismo, entre otros, ganan mérito social cuando ellos lo sacan del ámbito doméstico y se institucionalizan. Ellos que han podido entrar entre bastidores y sobre todo, han podido salir y elevar a la categoría de arte esas actividades. Y lo han podido hacer porque había alguien detrás que además cargaba con sus cuidados mientras ellos se proyectaban en el ámbito profesional.
¿Acaso solo cocinan bien los hombres? Obviamente no, sino que se lo digan a todas esas mujeres que llevan manteniendo años a sus familias. Que se lo digan a las abuelas y a sus magníficas croquetas que te llevas en un tupper siempre que vas de visita.
Por un lado, lo que ocurre es que son ellos los que ganan mayor visibilidad; solo hay que ver quiénes son la mayoría de los que ocupan los cargos altos dentro de una empresa o industria, o quiénes son los que obtienen el prestigio social. Aquí simplemente se aprecia un mayor contraste al tratarse de actividades habitualmente feminizadas porque básicamente se vuelven remunerables al salir del ámbito privado.
¿Se te viene a la cabeza algún chef importante? Arzak, Ferran Adrià.. ¿Se te viene a la cabeza alguna chef importante? Muchas menos ¿verdad?
Y por otro lado, también conviene preguntarse: ¿quién sostiene la vida de las mujeres cuando salen al ámbito profesional, cuando quieren hacer una carrera con la misma visibilidad que la de cualquier hombre?
¿Quién cocina para ellas?
¿Quién cuida de ellas?
Si existiera una corresponsabilidad real en el espacio privado, quizás estaríamos ante otra realidad, y las mujeres podrían enfocarse igual en lo laboral que en lo familiar. Y no tendrían que abandonar sus carreras para cuidar a sus hijos, o no tendrían que reducir su jornada a costa de su proyección futura.
Además, desde que somos pequeños el sesgo de género nos va marcando muy hondo: a los hombres siempre se los alentará a la excelencia profesional, con valores como la competencia. Y a las mujeres, por supuesto, se nos enseña a que seamos sumisas, complacientes y que seamos las responsables de los cuidados.
Que estudiemos sí, pero que sepamos llevar una casa como Dios manda que si no poco tendremos que hacer.
Por eso ellas cocinan y son cocineras, y ellos se llevan los honores y son chefs. Porque un hombre no se hace a sí mismo de la nada; se construye gracias a todas y todos los que cuidan de él y le permiten liberarse y ganar la seguridad. Es fácil lanzarse al vacío para ganar cuando siempre tienes una red de seguridad invisible con la que sabes que tendrás un lugar que te sostenga para evitar precipitarte al abismo.
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