Así es la vida sin Tinder, ni Instagram ni WhatsApp
Esther sufrió ciberbullying de adolescente y hoy no es capaz de tener móvil porque le produce náuseas
Esther sufrió un ciberbullying tan atroz cuando era adolescente que ahora que tiene 21 años no es capaz de tener móvil, le produce un rechazo brutal. Por eso, no tiene forma de comunicarse por WhatsApp con nadie, de tener perfil de Instagram o de ligar por Tinder, como hacen el resto de sus amigos.
Publicidad
Los padres de Esther le regalaron su primer móvil con 13 años y fue una de las primeros jóvenes de su clase en tenerlo. Esto fue en 2006, pero tres años después comenzó a sufrir bullying por WhatsApp. “Fue un año año horrible, cambié de móvil pero los mensajes regresaron, mi vida cambió completamente por este tipo de acoso, cuando antes jamás había tenido ningún problema con la gente de mi clase”, explica Esther, que hoy tiene 21 años.
Todo surgió a raíz de un viaje que realizó con el instituto, fueron a Dublín y en solo una semana la relación que Esther tenía con sus compañeros pegó un vuelco por una foto que le hicieron teniendo sexo con un chico que conoció allí, un joven de otro grupo español que también estaba alojado en el mismo hotel. Entonces, desde su regreso a casa empezó a recibir mensajes ridiculizándole, enviándole el vídeo, montajes y memes, digno de un mal capítulo de Black Mirror.
“No era tanto una cuestión de lo que hice, sino de hacerme daño porque sí, sin ningún sentido. Porque tener sexo con un chico es algo normal, todos podrían hacerlo y de hecho otros lo hicieron, lo que creo que les hizo ir a por mi es haber conseguido grabarme, aunque ni por esas lo entiendo”, explica Esther.
Con 17 años Esther ya había desarrollado un rechazo inequívoco al teléfono. “Cada vez que recibía un mensaje o escuchaba el sonido de la llamada sentía un escalofrío y ganas de vomitar”. Así que ella y sus padres decidieron que la mejor opción era dejar de llevar móvil. “Aunque bloqueara los números, cada dos por tres me seguían llegando mensajes o llamadas ocultas, y por supuesto: de perfiles falsos de redes sociales”. Esther no supo quienes eran realmente aquellas personas, al principio habló con varios, los que iniciaron el bullying, pero luego la cosa pasó a otras personas que nunca llegó a identificar.
En la universidad, tampoco logró tener móvil
Cuando Esther empezó la universidad con 18 años no tenía ninguna huella digital: ni móvil ni redes sociales. Y no solo eso, sino que como el protagonista de 'La naranja mecánica', sentía un fuerte rechazo en cuanto se aceraba a estas redes, lo que le hacía imposible volver a tener móvil ahora que estaba en otro ámbito lejano del instituto”.
“Me di cuenta de que tener 18 años y vivir sin móvil entre gente de mi edad: sin Instagram y sin Facebook era como ser un extraterrestre recién llegado. Mis padres me animaban a tener móvil; pero era superior a mí, me producía náuseas escuchar la llegada de un mensaje, incluso si el teléfono no era mío”, recuerda Esther.
No tener móvil y tener entre 18 y 21 años (los que ahora tiene Esther), significa tener muy difícil quedar con la gente, conversar o demostrar que tú también tienes vida, porque no puedes hacerte fotos y subirlas a Instagram. “Ligar resulta tremendamente difícil, cercano a lo imposible. Puedes hacer un primer contacto en persona, y puedes enrollarte una vez, pero… sin WhatsApp, no hay nada que hacer para verte una segunda vez”, explica Esther.
Entre las imposibilidades sociales de no tener móvil ni redes sociales está no usar Tinder. Esther comparte piso con tres estudiantes más y les ve ligar desde el sofá, salir de casa a encuentros amorosos o recibir ligues en casa. Pero ella tiene vetado este terreno. “Les veo ligar con el móvil y por un lado me entra curiosidad y morbo, de lo divertido que es ligar así, pero si pienso en hacerlo yo, con mi propio móvil, me pongo mala, me entra una ansiedad que no veas”.
Esther lleva tratándose en el psicólogo desde los 17 años, no ha sido un proceso fácil. El bullying que recibió fue casi radiactivo, y entre las decisiones que tomó fue dejar de ser digital, y pese a que desde un punto de vista psicológico era una medida temporal para evitar el estrés que sufría, ahora reconoce que aún se siente incapaz de estrenar su propio teléfono, abrirse perfiles y convertirse en un ser digital.
Publicidad