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En dos meses, he sido invitada a participar en siete eventos que giraban en torno al feminismo

Estoy harta de que me inviten a eventos feministas

Soy feminista. No sé por qué lo digo, porque realmente no haría falta que lo dijera, pero lo digo. Y precisamente por ello, estoy harta de que me inviten a eventos en los que mujeres del mundo de la cultura hablan de feminismo. Digo esto y casi me hago un ovillo en la silla, tiemblo. Ahora -me digo- vendrán a matarme. Ya casi veo el resplandor de las antorchas a los lejos.

-Sabina Urraca y Elena Medel, en un evento cultural

Sabina Urraca y Elena Medel, en un evento culturalFacebook

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POR SUPUESTO que me parece importante luchar por el feminismo. De hecho, mi queja va por ese lado. Veamos: ¿Cuántos eventos, cuantas charlas, cuántas mesas redondas, inciden cada semana sobre el feminismo? Tropecientas mil y una.

Yo misma, en dos meses, he sido invitada a participar en siete eventos que giraban en torno al feminismo. Muchas gracias, instituciones culturales, muchas gracias, programadoras y programadores. Pero hay algo en todo esto que me hace temblar, que me hace dudar: En ninguna de estas charlas se me pidió que hablara, por ejemplo, sobre mi libro, sobre la autoficción, sobre la literatura digital. No. Sólo feminismo.

¿Acaso no sería lo verdaderamente feminista invitar a mujeres a hablar de lo que saben, de lo que crean, y no únicamente a participar de la Gran Queja Feminista (ojo: una queja necesaria, pero no más efectiva por su repetición, y, sobre todo, peligrosamente eclipsante del resto de temas de los que una creadora podría hablar)? ¿En qué momento mi ÚNICO interés como escritora pasó a ser el hecho de que soy mujer?

No pretendo el escarnio y el daño con estas palabras, no me estoy burlando ni levantando la nariz de forma altanera (en ese gesto tan de tortuga de Florida), de aquellas y aquellos que me dieron espacio para hablar de mi necesaria lucha feminista como mujer. En absoluto. Sólo pretendo señalar una llaga, una brecha, pero esta de contenidos, que cada vez se hace más profunda, y que es la siguiente:

Mientras nosotras somos invitadas a ser ponentes o espectadoras de infinidad de eventos en los que únicamente hablaremos de feminismo, de cómo se nos discrimina, de lo terriblemente duro que puede ser algunas veces dar un buen hostiazo al techo de cristal, si es que llegamos a él (todo ello completa y tristemente cierto), nuestros compañeros hombres del mundo de la cultura están hablando de sus libros, de sus películas, de sus proyectos, de su proceso creativo, de sus referencias.

Se produce, con esto de la agenda cultural estrictamente feminista, ese mismo fenómeno que sucede con la literatura. Si, en un libro, la protagonista y la autora son mujeres, será denominada 'novela femenina', u 'obra que indaga en el universo femenino'. Si, en cambio, el protagonista y el autor son hombres, será una obra universal. Jamás se dirá que 'indaga en el secreto mundo del alma masculina'.

Si vertemos este proceso clasificador a otro campo, podremos encontrarnos, por ejemplo, con un congreso de ciencia en el que, en la mesa principal de ponentes, sólo veremos rostros masculinos. ¿Dónde están las mujeres en la ciencia? ¿Es que no existen? Sï, pero lo más probable es que, de estar, se encuentren en la sala contigua, en una mesa redonda sobre El feminismo en la ciencia o La mujer en el mundo científico.

Y el feminismo no es eso exactamente, es decir, que el feminismo es algo que puede estar presente sin necesidad de decir que se está incurriendo en él. Para que un concierto sea feminista, no es necesario que se llame Concierto feminista, ni que su programación se reduzca a mujeres que cantan canciones feministas. Un concierto feminista podría ser cualquiera de los festivales que se celebran en nuestro país. Pero, de verdad, por favor, no nos pongáis una carpa morada para que toquemos nuestros temas. Porque el feminismo es algo que sucede cada vez que alguien programa a mujeres cineastas, no por cubrir una cuota ni por mostrarse inclusivo.

En uno de las tropochocientos eventos feministas a los que he sido invitada, tanto como espectadora como ponente, tuve la suerte de contar con Elena Medel como compañera de charla. La temática que se nos requirió fue, cómo no, el machismo en la cultura. A medida que preparaba la charla, sentía que algo se me iba chamuscando por dentro: mientras nosotras hablábamos, OTRA VEZ, del machismo en la cultura, en el resto de locales de la ciudad habría escritores hombres hablando de su obra.

Al mismo tiempo, escuchaba hablar a mi compañera de charla y pensaba en su trayectoria. Elena Medel es poeta. Ganó su primer premio literario importante con 15 años. A sus 32, es directora de su propia editorial de poesía, La bella Varsovia, que publica a hombres y mujeres. Si hiciéramos un breve recuento, veríamos que a publicado a más mujeres que a hombres. ¿Es esto un acto feminista intencionado, un afán por cubrir una cuota, por ser una editorial con el sello de feminista?

Sin preguntarle a Medel, me atrevo a decir que no. Simplemente, de forma natural, Elena ha ido encontrando a un gran número de poetas que le han fascinado, y da la casualidad de que muchos de ellos son mujeres. La bella Varsovia es una editorial feminista sin necesidad de un sello certificador, sin necesidad de incluirla en listas. Simplemente lo es. ¿Por qué, pues, existía la necesidad de hablar, de nuevo, del machismo en la cultura, cuando la invitada a la charla era una mujer que ha montado una editorial, reuniendo a poetas que la mueven por dentro, que considera necesario mostrar? ¿Hay algo más feminista que esto?

Precisamente eso, el programar un evento exposiciones, charlas, e invitar a ellos a mujeres con talento, a mujeres que puedan aportar sus conocimientos, su mirada lúcida, es lo que me parece verdaderamente feminista.

Me contaba Nerea Pérez, historiadora del arte y mujer lúcida, creadora del concepto Feminismo para torpes, transmitido en charlas y vídeos brillantes, que el Museo Thyssen presentó en 2016 una exposición titulada Realistas de Madrid. Esta exposición estaba dedicada a la obra de Amalia Avia, Francisco López, María Moreno, Esperanza Parada, Isabel Quintanilla y Antonio López. ¿Hay algo extraño en todo esto? Realmente no.

Observemos mejor: ¿No hay algún detalle que nos sorprenda? ¿No es curioso observar una mayoría de mujeres sin que en el título del evento se haga mención del "gran acto de deferencia", del "detallazo" que ha tenido la institución incluyendo a una mayoría de mujeres? Nada de Las mujeres en el Realismo madrileño, nada de Una mirada feminista sobre el Realismo madrileño. No. Simplemente Realistas de Madrid. Porque es lo que fueron y lo que son.

"No he vuelto a encontrar un ejemplo como ese del Realismo madrileño -me decía Nerea Pérez- porque NO PASA, NO SUCEDE". Nerea y yo nos despedimos tras esta conversación con el firme propósito de extender esta idea, de hablar de esto, de ser extremadamente pesadas, cada una por nuestro lado.

Y eso es lo que pretendo con este texto: cumplir mi parte, empezar, quizás, a auto-desahuciarme de los eventos culturales a los que podría ser invitada ("Puf, a la Urraca no la invites, que se ofenderá, la muy chalada, si la invitas a hablar de feminismo, que no está claro lo que quiere esta pava, que ni come ni deja comer"), en pos de un equilibrio que permita que al mundo, AL FIN, le interesen las mujeres.

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