LA PELI CON EMMA WATSON Y TOM HANKS ES UNA INQUIETANTE SÁTIRA SOBRE LA MUERTE DE LA PRIVACIDAD
Facebook es el peor enemigo que tiene tu vida privada (así lo vaticina ‘El círculo’)
La nueva película de Emma Watson y Tom Hanks habla de nuestro presente a través de un futuro muy cercano, en el que una empresa de comunicación única, ha desplazado a Google, Facebook, PayPal, y casi todos los gigantes de Internet. Una especie de gran hermano a la vista de todos. ¿Es una sátira o más bien una profecía demasiado plausible?
Publicidad
Durante la primera mitad de ‘El círculo’, no tenía muy claro el tipo de película que estaba viendo. ¿Una parodia del mundo real o un semidocumental de actualidad? ¿Una distopía o un drama contemporáneo en algún lugar de Silicon Valley?
Vale, queda claro que el planteamiento es de un futuro que no hemos llegado a conocer, pero resulta terriblemente fácil de imaginar. Es más, la novela que adapta es de hace unos tres años. Probablemente el guion fuera actualizado un poco después. La cantidad de avances tecnológicos de los que estamos siendo testigos día a día hacen que los futuros alternativos de la ficción caduquen a velocidades de vértigo.
Una distopía llamada Facebook
Si obviamos su segunda mitad, más propia de una novela distópica adolescente al uso y sin una concusión que plantee ideas o resoluciones no ya a las preguntas, sino a las realidades que plantea, hay bastante más dónde rascar que lo que parece a primera vista.
El círculo al que se refiere el título, es un vaso comunicante obvio con Google, pero en realidad es una amalgama de buscador, aplicación de compra online, y todas las redes sociales que conocemos enlatadas en un solo símbolo.
Claro, a efectos reales y prácticos la cosa parece más dispersa, pero no nos engañemos, el monopolio se lo sigue repartiendo la red social de Mark Zuckerbergy el buscador, que convertido en cuenta de correo y contraseña mágica para todas las aplicaciones es el archivo de datos humano más grande en la actualidad.
Y con ello juega la película, picoteando un pasito más allá en cada uno de los avances que va presentando la gran red social. La cuestión del monopolio es el primer escalón que no parece estar tan lejos de la realidad.
Facebook ha subido enteros frente a su competidor, Snapchat, con la implantación de Stories, compra de Instagram y sus futuras mejoras tecnológicas. Anuncios como que investiga que podremos enviar 100 mensajes de chat por minuto con la mente parecerían propias de una película como ‘El círculo’; pero no, son noticias de la última convención de Facebook hace un mes. La realidad supera a la ciencia ficción.
Es difícil para una fábula sobre el nuevo folklore del siglo XXI aventurarse en conceptos tecnológicos sin quedarse obsoleta rápidamente; pero en esta ocasión, el planteamiento ofrece posibilidades sobre la privacidad y la legalizad que la rodea que quizá no hemos pensado aún. Locuras que están al alcance y pueden hacerse realidad de una forma tan sencilla como lo es aceptar unas cookies.
El gran problema que plantea ‘El círculo’, la pérdida de la intimidad y los secretos en el mundo moderno, no es un concepto orwelliano distante, sino un reflejo sólo un poco exagerado de la propia realidad. El mismo proceso de decirle a Google cuáles son tus películas favoritas, que hace que tu móvil te incite para comprarte esa película incesantemente, es la prueba de que te observan. No digamos tener un rastreador GPS constante en el móvil.
Todo esto ya lo sabemos, y verlo reflejado en la cultura está un poco desfasado, mohíno, pero no deja de tener justificación en un escenario en el que cada vez que instalas una app esta te hace insidiosas preguntas para que les permitas acceder a los más oscuros secretos de tu móvil a cambio de su uso libre.
Probablemente, en alguno de esos cuadraditos de aprobación que dejamos marcados ya sin leerlos, aparezca un pacto faustiano para ceder nuestro alma a la Apple Store. Lo que realmente funciona de ‘El círculo’ (tal vez lo único), es su capacidad para reflejar esa facilidad con la que hemos aceptado la entrada de la tecnología y la posibilidad de pertenencia a una comunidad.
‘Si no estás en Facebook no existes’ era el mantra del inicio de la aventura blanquiazul hace 10 años. Aplíquese el lema para todas las que fueron apareciendo posteriormente. Lo que pone de manifiesto esta consideración es que el control ha ido tomando forma de una forma buenrollera, molona, azuzada por popes de la modernidad tanto en social media como en el mundo real.
A este respecto, ‘El círculo’ dibuja un facsímil del célebre Googleplex y Sun Quentin, el campus de Facebook en Menlo Park. Todo se desarrolla con esa parsimonia del personal súper feliz de la vida y rollito cool. Esa misma sensación de entrar en la tienda Apple de Sol y ver cómo sus trabajadores parecen de una extraña secta en la que a nadie le permiten tener un mal día en el trabajo.
Esa asociación de vanguardia tecnológica con un guiño y un chasquido de dedos. La foto graciosa en la presentación de Power Point. Las charlitas Ted y las conferencias simpáticas y mesiánicas de Steve Jobs y pequeños 'stevejobcitos' posteriores a los que les encanta presentar al mundo su último producto como si fuera una estrella de rock. Los groupies de los CEOs de empresas y redes sociales. Los que se compran una televisión LED gigantesca para ver películas que no miran porque están tuiteando con el móvil.
La película recoge ese sentimiento de aborregamiento maquillado de esnobismo hípster acompañando el acercamiento de Emma Watson a esa secta con música pop mustia, llena de coros lánguidos y melodías difusas que añaden capas de sarcasmo a esa representación del bienestar de la modernidad que hemos aceptado sin preguntar, a cambio, a quiénes estamos cediendo nuestros derechos.
La ironía aparece cuando al espectador le queda más o menos claro que el proceso más traumático de la cinta, la retransmisión de una muerte en directo, acaba de suceder antes de ayer y el videoestream en vivo ya no una realidad de cine.
Los aspectos más sórdidos de ‘El círculo’ no llegan a rascar algunas de las realidades que las redes nos han brindado, pero sí que nos hace temblar retratando la facilidad con la que podemos poner una sonrisa y un emoticono cuqui a la capitulación de lo único que sigue siendo nuestro.
Publicidad