LA HISTORIA SE REPITE UNA Y OTRA VEZ
Feminazi no es el único insulto que han recibido las mujeres que defendían sus derechos a lo largo de la historia
Descalificar al feminismo sale barato. De hecho, ha sido algo que se ha sucedido a lo largo de los siglos. El ‘feminazi’ de ahora, es la evolución de otros insultos y otras cruzadas que se han sucedido en la historia para desacreditar la lucha por los derechos y la igualdad de género.
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En 1971 Olympe de Gouges escribió la Declaración de los derechos de las mujeres y la ciudadanía. En ella, recogía a la población que había quedado excluida del nuevo concepto de ciudadanía que surgía en la Ilustración, que fue puesto sobre papel en la Declaración de los Derechos de los Hombres y los Ciudadanos tras la Revolución Francesa. “Ciudadanos” no como genérico plural: ciudadanos hombres. Dos años después de escribir la declaración fue guillotinada.
Gouges no ha sido la única mujer atacada o asesinada por defender los derechos de las mujeres. Ni es algo que haya quedado atrás con el paso de los siglos. Las formas han cambiado, pero hoy día se sigue señalando y degradando a las mujeres que luchan y cuestionan las actuales estructuras sociales en pro de una igualdad real.
Descalificar al feminismo sale barato. Y sobre todo cuando de ello depende seguir manteniendo el orden patriarcal en el que se sustenta el sistema económico actual. De hecho, ha sido algo que se ha sucedido a lo largo de los siglos.
El ‘feminazi’ de ahora, es la evolución de otros insultos y otras cruzadas que se han sucedido en la historia para desacreditar la lucha por los derechos y la igualdad de género.
El origen de ‘feminazi’
Es la forma más común de desacreditar a una mujer feminista. Y el término va más allá de las fronteras del mundo virtual. La originalidad del concepto se la debemos al periodista conservador estadounidense Rush Limbaugh. Lo acuñó en los 90 para atacar a las mujeres que defendían el derecho al aborto en aquel momento.
De la construcción entre las palabras ‘feminista’ y ‘nazi, nace el razonamiento que hay detrás: trata de relacionar, de manera despectiva, el derecho al aborto de las mujeres con el Holocausto nazi. ¿Cómo se sentirán las feministas judías ante este calificativo?
Casi un siglo antes: las ‘suffragettes’
El movimiento sufragista en Inglaterra comienza a finales del siglo XIX y se extiende hasta 1928, cuando se consigue el sufragio femenino en igualdad de condiciones respecto a los hombres (en 1918 se aprueba solo para las mujeres mayores de 30 años).
Los movimientos sociales no se caracterizan por su homogeneidad, y las sufragistas no fueron menos. Las mayores diferencias se establecían entre las partidarias de organizar reivindicaciones a través de métodos pacíficos, como la formación de lobbies, y aquellas que preferían acciones más radicales y más acordes a lo que llamaríamos hoy como “de guerrilla”.
Bajo esa máxima atemporal de “divide y vencerás”, los medios de comunicación lanzaron campañas que las ridiculizaban. Entre caricaturas y diversos artículos se acuñó “suffragette”. Según el Oxford English Dictionary, apareció por primera vez en 1906 en el periódico Daily Mail, y el fin no era otro que dividir a las sufragistas moderadas de las radicales.
El sufijo -ette añade diversos significados y connotaciones a la palabra sufragista. Por un lado puede usarse como diminutivo que añade una carga condescendiente y trivial. Por otro, parece que en la época había ganado peso como “imitación imperfecta” o la no autenticidad derivadas del uso de pieles sintéticas por primera vez.
Así pues, la prensa instaura a las suffragette como la copia de las verdaderas sufragistas, que eran aquellas que abogaban por el pacifismo en la lucha. Porque las mujeres verdaderas no se involucrarían en actividades militantes; las verdaderas, permanecerían en sus hogares llegada la hora para cumplir con sus maridos y su familia.
Hoy también se puede ver en ‘feminazi’ un uso similar. Suelen llamar así a las mujeres que luchan por sus derechos sacando los pies del plato; yendo a la raíz del problema. De ahí se llega a tergiversar que las ‘feminazis’ son aquellas que quieren acabar con los hombres, y las contraponen a un ideal de feminismo (desde la mirada del patriarcado) más moderado y que no incomoda al sistema.
A pesar de toda la carga negativa del concepto suffragette, y ante la imposibilidad de controlar su significado, las sufragistas se apropiaron de la palabra. Y más que una marca de estigmatización, se convirtió en una insignia identitaria positiva. A partir de entonces, las sufragistas radicales lideradas por Emmeline Pankhurst se autodenominaron ‘suffraguettes’.
Las mujeres son unas brujas
Bruja es un insulto que en la actualidad puede que oigamos menos, pero que se sigue usando entre otros clásicos, como ‘puta o ‘loca’’. Lo que hoy ha quedado como descalificativo es lo que ha sido una cruzada contra las mujeres en lo que se ha conocido como caza de brujas.
Este caso no se quedó solo en la palabra: simboliza toda una guerra perpetrada por los poderes a principios del siglo XVII hacia las mujeres que querían controlar su reproducción como lo habían hecho en épocas pasadas. Esto lo sabe muy bien Silvia Federici y otras investigadoras que se han dedicado a la materia.
Debido a la gran crisis demográfica que había sacudido Europa durante principios de siglo, el Estado instauró una nueva política en la que obligaba a las mujeres al trabajo forzado de la reproducción. Para ello, se las expulsó de trabajos asalariados que habitualmente habían desarrollado para recluirlas en el hogar y en la crianza.
Uno de los problemas surgía cuando esas mujeres pertenecían a clases populares, en las que la familia debía plantearse si podía o no tener criaturas. Hasta ese momento las mujeres habían podido controlarlo. Pero ahora el cuerpo de las mujeres había pasado a ser una cuestión de Estado.
Así que ahora, todas aquellas que se negaban o salían de la nueva norma establecida, fueron sometidas a través de la persecución de la caza de brujas.
La historia de las reivindicaciones de las mujeres no ha sido, ni sigue siendo, fácil. Son ciclos que se van repitiendo amoldándose al contexto histórico y a las luchas concretas. Quizás pueda servir para estar prevenidas.
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