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Fin de la pandemia: han vuelto las servilletas a los bares

La vuelta de las servilletas a los bares supone el fin de la pandemia.

Un camarero atiende una terraza en Bilbao, en una fotografía de archivo

Un camarero atiende una terraza en Bilbao, en una fotografía de archivoAgencia EFE

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Después de año y medio de pandemia y restricciones, parece que ya volvemos a una pseudoanormalidad en todos los ámbitos de la vida, salvo para entrar en los sitios cerrados, que todavía tenemos que llevar mascarilla, y para ir al médico, que ahí ya casi es ciencia ficción acceder, lleves mascarilla, escafandra, o un equipo de protección individual de los que se usaban cuando el virus del Ébola, pues hay que pasar varios test telefónicos antes de poder pisar los centros de salud, donde siguen la mayoría con las sillas precintadas. Pero no hay problema, ya podemos también ir al estadio a ver un Real Zaragoza - Rayo Vallecano de Madrid y al torneo de petanca del pueblo con un 100% de aforo, que es lo importante.

La represión de los abrazos es otra cosa importante en la que las autoridades sanitarias han incidido bastante durante la pandemia, teniendo en cuenta que la distancia mínima segura sigue siendo el metro y medio o dos metros, pero aunque no se ha publicado nada en el BOE al respecto de estos acercamientos, parece que muchas personas los han recuperado, así como el sexo frente a frente e incluso con besos. Otras siguen esperando la notificación oficial para poder abrazar, besar y lamer con toda seguridad.

Entre el desconocimiento y la hipocondría al inicio de todo este caos de salud mundial, se han dado situaciones muy estrambóticas, como la desinfección de las suelas de los zapatos al entrar en casa o la desinfección de los productos del supermercado. Afortunadamente, meses después ya fueron saliendo estudios de que la probabilidad de infectarte de covid-19 por contacto era más bien tirando a nula. Pero, sin embargo, se han seguido viendo peculiaridades al respecto, por ejemplo, en una famosa librería con tiendas por toda España, hasta hace poco han tenido a una limpiadora pasando la bayeta por las portadas de los libros de las mesas, como hacía la azafata de la Feria del Libro de Madrid con los ejemplares que iba a firmar su majestad Don Arturo Pérez Reverte. Eso sí, todos sus fans con mascarilla menos él, y una prudente distancias de seguridad de cuatro metros más estricta que cuando se inició todo. Me pregunto si el resto de autores y autoras que han firmado en la Feria sin el absurdo protocolo de clase de Don Arturo, ya habrán dado positivo por coronavirus estos días. Bueno, que me desvío de lo importante.

Por seguir con las absurdeces, en las consultas médicas de la sanidad pública te siguen recibiendo con la silla plastificada con una bolsa de basura y a tres metros de la mesa del médico o médica en cuestión, aunque no deja un privilegio poder ser testigos de este hecho. Individualmente, una vez teniendo la información avalada por la ciencia, cada cual manejamos nuestras neuras e hipocondrías como mejor podemos, como quien sigue llevando por miedo la mascarilla de máxima protección yendo a solas por un camino de cabras. Tolerancia con estas personas es la mejor receta en estos tiempos con las consultas psicológicas saturadas y la luz a precio de tinta de impresora original.

Y quizás lo más relevante es que ya han vuelto las servilletas a los bares, el indicador más importante del fin de la pandemia. Recordemos que se prohibió su uso como medida de seguridad para minimizar las probabilidades de contagio, pero hasta a finales de septiembre de 2021 no empezamos a poder disfrutar en algunos locales de este

servicio básico tan preciado después de meternos entre pecho y espalda un bocadillo del tamaño del antebrazo, previamente elaborado en una cocina y a saber en qué condiciones higiénicas. Aunque habrá hosteleros que sigan manteniendo esta medida antiservilletas para siempre, porque el ahorro entre la celulosa de limpiar la boca y las horas extra explotadas a sus trabajadores en ciertos antros, suponen un buen pico de dinero ahorrado. Pero, a fin de cuentas, parece que seguimos vivas, y por fin con servilletas en las mesas.

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