CON RITOS SATÁNICOS INSPIRADOS EN MCBETH
Fui a una fiesta de máscaras y ritos satánicos como la de Eyes Wide Shut
El McKittrick Hotel está en Manhattan, pero en su fachada no hay ningún cartel. La puerta está cerrada, no tiene cristales, y está flanqueado por dos de gorilas. Es el tipo de lugar que no parece querer visitas. Porque, aunque el McKittrick Hotel tiene muchas habitaciones repartidas en sus cuatro pisos, no es un lugar donde dormir, sino lo contrario.
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Las veladas de 'Sleep no more' llevan siete años celebrándose allí. Me lo han contado, pero no logro enterarme. En el siglo de las redes sociales, en este hotel no se permite hacer fotos (con la pena de ser expulsado), ni hablar, y se obliga a llevar una máscara veneciana (tipo Eyes Wide Shut). Sobra decir que los menores de edad no pueden entrar.
Voy con una amiga, ella hizo la reserva por unos 200 dólares. Tenemos derecho a entrar en el hotel y a permanecer de 20:00 a 23:00. Sin embargo, cuando llegamos el gorila no nos deja pasar, nos pide una identificación donde se vea nuestra foto claramente (pasaporte, DNI, permiso de conducir…). Yo sí tengo el DNI español, pero mi amiga no ha traído absolutamente nada.
Otra de las reglas: hotel prohíbe acceder con mochila o bolso, así que mi amiga directamente ha venido con lo justo. Ella enseña su tarjeta de crédito, con la que ha pagado la reserva, y de soslayo saca un billete de 20 dólares diciendo “solo tengo esto, pero no sale mi foto...”. El gorila da por bueno el billete y entramos.
Dentro se escucha un coro de ruidos como si fuera una sinfonía de David Lynch. Crujidos sintetizados. Avanzamos como podemos atravesando un pasillo oscuro que serpentea. Oscuro es decir poco: no se ve una mierda. Hacemos giros y requiebros palpando las paredes en una oscuridad total. Mi amiga me coge del brazo mientras lamenta haber venido y a la vez le da la risa nerviosa. Espero que el precio que pagamos incluya la vaselina.
Por fin, llegamos a una zona de luz. Es un cabaret de los años 30, majestuoso y onírico. También parece diseñado por alguien del equipo de Lynch. Allí nos entregan una máscara veneciana, similar a las de Eyes Wide Shut, y un naipe. Bebemos algo, y llegado el momento nos invitan a subir a la primera planta del hotel según la numeración de nuestra carta.
Debemos subir con la máscara puesta y nos aconsejan separarnos, porque disfrutaremos más. Ni de coña. Subimos en un grupo compacto, junto a otras personas, y cuando miras a tu alrededor, aunque vas rodeado de otros en tu misma situación (como víctimas al matadero), el hecho de llevar la máscara les convierte en parte de la intriga. Pero mi amiga tuvo una buena idea: se vistió de rojo para que yo pudiera reconocerla en todo momento. Porque, recuerda: allí no se puede hablar.
Paseamos durante un rato por varias habitaciones. Están decoradas al detalle milimétrico, son despachos de un hotel, un gran pasillo, y habitaciones. Todo de los años 30. Entramos en una zona extraña, donde se ve que se ha practicado la brujería. Es como vivir en un sueño o en un viaje al pasado, la ambientación es tan brutal, que tus ojos de verdad creen que han retrocedido 90 años, o que están dentro de una película.
Aparece un tipo, es un recepcionista o algo así. Él corre, y todo el mundo echa a correr tras él. Nosotros corremos, pero cruzando un pasillo él se interpone entre mi amiga y yo y nos separa. Yo acabo solo en un pasillo de metal oxidado. Sé que no volveré a verla hoy. Avanzo por el pasillo, larguísimo.
Acabo a una gran habitación donde las luces empiezan a parpadear y delante de mí dos embarazadas dan a luz, guiadas por un macho cabrío y un indio americano. Las mujeres paren a sus criaturas, envueltas en sangre, mientras el macho cabrío usa a las madres como ofrenda a Satán, y las eleva en el aire, desnudándolas al vuelo.
La luz es frenética, el sonido lynchiano ensordecedor, y de vez en cuando me acuerdo de mi amiga ¿donde estará?
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