CUANDO LAS MÁQUINAS NOS ENVÍAN A LA COLA DEL INEM
Hablamos con personas a las que los robots les quitaron (y quitarán) su trabajo
La ola de automatización que viene, o que ya está aquí, se llevará por delante gran parte de los actuales puestos de trabajo que realizarán las máquinas, en casi todos los sectores: de las fábricas de coches, ya casi enteramente automatizadas, a los trabajos más intelectuales como la traducción o el periodismo.
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No soy un robot. Es una confesión que con cierta frecuencia hay que hacer para acceder a algunas páginas de Internet. Las máquinas nos piden que aseguremos que nosotros mismos no somos máquinas. Así que estamos orgullosos de no ser robots, aunque con la ola de robotización y automatización que ya comienza, quizás lo mejor sería ser uno de ellos y, al menos, tener curro.
Dentro de no mucho tiempo las maquinas realizarán muchos de los trabajos que realizamos los humanos, sobre todo los menos creativos, los más repetitivos, lo que se pueden traducir a un algoritmo. La tecnología acabará hasta con el 25% de los empleos en Estados Unidos en 2030, el equivalente a 40 millones de trabajadores, según un estudio de la consultora Bain & Company.
Algunos estudios van más allá: hasta el 47% de los empleos en Europa están en “alto riesgo” de ser automatizados en las próximas dos décadas según una investigación realizada en la Universidad de Oxford. Se habla ya de un inminente mundo postrabajo, y de la necesidad de una Renta Básica Universal.
Uno va a un supermercado y ve como una trabajadora enseña a los clientes cómo utilizar esas máquinas que van a sustituir a los cajeros y cajeras. Es paradójico: esa persona está, de alguna manera, cavando su propia tumba laboral. La automatización es casi completa en industrias como la automovilística, donde los coches ya los hacen las máquinas casi sin el concurso de seres de carbono.
En 2015 ya había en España 33.338 robots trabajando en la el sector industrial, según la Asociación Española de Robótica (AER/ATP). Según la Federación Internacional de Robótica en 2019 habrá 2,6 millones de unidades trabajando en fábricas. En el sector bancario se pierden gran cantidad de empleos: cierran sucursales físicas ante el paso de los cajeros automáticos y, sobre todo, de las plataformas de banca online.
“Las nuevas tecnologías no son tan nuevas”, dice Gonzalo Pino, secretario de Política Sindical de la Unión General de Trabajadores (UGT), “se han ido introduciendo desde hace 20 o 25 años. Empezaron introduciéndose en industrias como la automovilística y en grandes empresas. Pero es ahora cuando está llegando a todos los sectores”.
Las máquinas nos envían al Inem
La promesa feliz de la tecnología era que las máquinas trabajasen y los humanos nos dedicásemos a nuestras labores y placeres. La realidad es otra: las máquinas toman nuestros puestos y nos mandan a la cola del Inem.
“Se están perdiendo puestos de trabajo y al mismo tiempo las empresas están llegando a triplicar sus beneficios”, afirma Pino, “esos beneficios hay que repartirlos”. La UGT ya ha sugerido que se aplique un impuesto para los robots (que obviamente no pagarán los robots, sino sus dueños), entre otras medidas. Que las máquinas sostengan también el Estado del Bienestar.
Suele decirse, en defensa de la automatización, que el proceso creará otros nuevos perfiles laborales, precisamente para programar y cuidar las máquinas, pero no está claro de que sean los suficientes para emplear a la población y que la cosa tardará. “La estabilidad podría tardar en llegar 15 o 20 años”, dice el sindicalista. Entretanto el ajuste será duro y dejará a muchos por el camino.
Un ejemplo es bien sencillo, y que muestra los claroscuros de la automatización, es el de Héctor López, que hacía la vendimia en Pedro Muñoz y Tomelloso, provincia de Ciudad Real. “Es lo más duro que he hecho en mi vida, de sol a sol y todo el santo día agachado y portando una espuerta entre dos personas que fácilmente llegaba a 40 kilos”, dice, “en mi pueblo lo llamábamos la nueva mili”.
Máquinas que ya vendimian
La tecnología vino a quitarle al ser humano este trabajo ingrato: ”Las máquinas hacen que la cepa vibre y las uvas van cayendo a un depósito”, explica López. Asunto resuelto. Pero no es todo tan fácil: se acaba el trabajo. “Me sentí inservible, deprimido, ‘¿quién soy?’, me preguntaba, ‘¿qué hago con mi vida?’ Cuando te quedas en paro te sientes una mierda. Pero si encima te sustituye una pura máquina odias más aún el sistema”.
En el subsuelo de las grandes ciudades, en sus empresas de metro, también se nota el avance de las máquinas. “La mecanización no es de ahora”, explica un trabajador de Metro de Madrid que prefiere no dar su nombre, “todas las revoluciones industriales han significado lo mismo para los obreros: despidos. Tenemos que partir de nuestros intereses de clase, de nuestros derechos conquistados y defender nuestros puestos, o si no que nos den otros”.
Primero los billetes, luego el robot que conduzca el tren
Se dice que en un futuro no muy lejano los trenes de metro podrían funcionar automáticamente, aunque quizás el cambio más visible que ha percibido el usuario haya sido en la compra de billetes. Donde antes había una persona, ahora hay una máquina. “Se han llegado a perder 100 puestos de trabajo por línea”, dice el trabajador, “eso sí, sin ninguna mejora para los viajeros, solo menos empleo y más beneficios para la empresa”.
El fin de las taquillas también afecta a los trenes que surcan la superficie. “Las promociones de la web espantan a la gente por los precios elevados de taquilla”, dice una trabajadora de Renfe que elige llamarse María, “solo vendemos biĺletes cuando se muere un familiar y la gente acude con urgencia sin pensar en precios”.
María lleva 36 años en la empresa y ha ido viendo como la tecnología iba comiendo puestos de trabajo poco a poco. “Siempre he tenido la sensación de que la tecnología me pisaba los talones”, dice, “fui guardabarreras y a cada paso a nivel que llegaba al poco desaparecía con semibarreras automáticas, puentes, desvíos de vía. Luego en estaciones al cabo de tres años se puso el enclavamiento (el sistema de seguridad de las señales y de las instalaciones) eléctrico. Ahora lo de las taquillas”.
Robots intelectuales
Suele decirse (se dice al principio de este texto) que los procesos de automatización afectarán solo a los trabajos más repetitivos, más manuales, menos cualificados, menos creativos e intelectuales. Pero con el desarrollo de la Inteligencia Artificial, la cosa no está tan clara: las máquinas ya realizan trabajos de alta carga intelectual, como relata la escritora y traductora Ainhoa Rebolledo.
“Desde la entrada de Google Translator que, aunque se le critique mucho desde el sector de la traducción, es bastante útil y eficaz, los encargos de traducción han caído en picado. Por esta y otras razones relacionadas con la Traducción Automática, los traductores profesionales cada vez son menos necesarios”, explica.
El trabajo se concentra ahora en las posedición, es decir, en corregir el trabajo que ya han hecho las máquinas, por el momento no se ha conseguido un sistema de traducción que sea totalmente eficaz. “Pero seguro que se conseguirá”, asegura Rebolledo, “por lo pronto, hay menos trabajo de traducción y menos dinero. Se benefician las empresas, pero no los trabajadores”.
Ya se desarrollan máquinas poetas que pueden escribir versos que no sabríamos diferenciar de los producidos por un letraheridos de carne y hueso (se diría que pasan el Te de Turing), como es el caso del robot WASP desarrollado por Pablo Gervás, en la Universidad Complutense de Madrid.
Si se ganaba poco con la poesía, ahora quizás desaparezcan los poetas. También hay software que está capacitados por escribir artículos periodísticos, sobre todo referidos a temas como terremotos, meteorología o finanzas, siempre utilizando información de la Red en tiempo real. De hecho, este artículo que está usted leyendo está redactado por un robot.
Es broma (y los robots nunca tendrán sentido del humor, o al menos eso pensamos por el momento).
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