el heteropatriarcado forma parte de su ADN
Hoy me he dado cuenta de que mi padre es machista
A mis 34 años, he de confesar que cada vez veo más rasgos en mi progenitor que indican que, efectivamente, el heteropatriarcado forma parte de su ADN (muy a mi pesar y quizá también al suyo)
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Crecí bajo el amparo de unos padres cariñosos y comprensivos. Sin embargo, siempre estuve mucho más unida a mi padre que a mi madre (quien diga que hijos y padres no tienen sus preferidos entre ellos mienten cual bellacos). Nos parecemos mucho físicamente (aunque él luce un frondoso bigote que yo trato de evitar a toda costa gracias a millonarias sesiones de láser), tenemos la misma manera de ser y, hasta hace unos meses, yo creía firmemente que su opinión respecto a la situación de la mujer en la sociedad era la misma que la mía. Ya os adelanto que ni hablar del peluquín.
Durante mi adolescencia, recuerdo que era mi madre la que me instaba a no salir con muchos chicos (no vaya a ser que en el pueblo me tachasen de ligera de cascos), ponía el grito en el cielo si me compraba tangas (con lo minimalistas y cómodos que son, oye) y me miraba mal cada vez que me pillaba con un “amigo” en el portal comiendo pipas y esperando a que no pasara ningún vecino para darnos el lote. Mi padre, ahora me doy cuenta, prefería no ensuciarse las manos y miraba todo aquello desde la distancia. Quizá porque no quería que yo supiese lo que sé ahora. Un silencio que yo interprete como amigo, pero que era más bien todo lo contrario.
Hace ahora cuatro meses que regresé a casa de mis padres con la intención de ahorrar para cumplir mi sueño de estudiar en Estados Unidos. Una decisión que me fue bastante difícil de tomar ya que no vivía con ellos desde hacía 16 años. Pero la pela es la pela y de perdidos al río. Y cómo no, ha sido frente al televisor y durante la hora de la comida donde me he dado cuenta de que mi padre es machista (ni mucho ni poco, pero machista).
Me hizo falta poco tiempo compartiendo de nuevo techo junto a él para percatarme de sus reacciones ante noticias como la huelga feminista del 8 de marzo o el juicio a ‘La Manada’ por la violación (supuesta, que aún no se ha dictado sentencia) en grupo que llevaron a cabo en San Fermín del 2016. Ante la primera, mi padre apuntó no entender el motivo por el que se realizaba dado que “las mujeres habéis conseguido ir a la universidad y tener un trabajo”. Ains, papá. Intenté explicarle que la cosa iba un poquito más allá, pero él me miraba como una vaca pasta frente a las vías del tren. Es más, creí percibir en él un poco de miedo y sorpresa cuando elevé bastante el tono, indignada porque mi propio padre no entendía las ambiciones de las mujeres en este nuevo mundo que se nos antoja mejorable.
En cuanto al juicio a ‘La Manada’, he de reconocer que se me heló la sangre con el comentario de mi padre: “Es que a ver, pobre muchacha, pero también te digo que cómo se lo ocurre irse con cinco chicos”. Ese PERO. El dichoso PERO. El pero de “yo no soy machista, PERO”. ¿Cómo podía ser que mi padre, el que me arropaba por las noches contándome cuentos inventados por él mismo, el que curaba las heridas de mis rodillas día tras día, el que me decía que podía ser lo que yo quisiera… cómo podía ser que dijera ESO? Mi reacción le pilló completamente desprevenido. Le dije que las mujeres podíamos irnos a donde nos diese la gana y con quien nos diese la gana. Que el problema está en que los hombres nos ven como objetos y que si yo fuese esa chica y mi padre me dijese “es que a ver qué hacías tú con cinco chicos’, me haría sentir que me lo he merecido.
De hecho, pensé que si algún día me pasara algo así, más me valdría haber ido con un burka y que todo hubiese ocurrido a la luz del día y con mil testigos de por medio o mi padre pensaría que me lo estaba buscando.
“Llevas razón”, me dijo, y siguió comiendo como si tal cosa, no sin antes pedirle a mi madre que le llevara el postre. Porque sí, en mi casa se le sirve primero a mi padre y si quiere algo, mi madre se encarga de levantarse y traérselo (o mi hermana y yo, en su defecto). Algo que, sintiéndolo mucho, me pone enferma. Sin embargo, aquí se produce un giro sorprendente de los acontecimientos en cuanto a mi opinión respecto a mi padre.
Porque yo me pregunto, ¿es mi padre machista porque sí o es machista porque las mujeres que lo han rodeado toda su vida se han dedicado a inculcarle y reforzarle esa idea de que él es el amo y señor de la casa? Intentaré explicarme mejor. Me da la sensación de que muchos hombres son machistas porque se lo permitimos y ellos lo saben perfectamente. Es decir, estoy convencida de que mi padre sabe que puede levantarse a por el postre, pero oye si mi mujer quiere complacerme pues ni tan mal, ¿o qué?
Quizá también tenga que ver con el hecho de que siempre he pensado que las mujeres acabamos convirtiéndonos en las madres de nuestras parejas y por eso, tal vez, huyo de cualquier relación estable que se precie.
Una cosa tengo clara. Mi padre es machista. Pero tendré que quererlo igual.
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