Y YO QUE PENSABA QUE EN ESTADOS UNIDOS MI SOLTERÍA SERÍA ‘COOL’
Llegué con 33 años y soltera a EE UU y todas las chicas de aquí me dicen que debo buscar un buen marido
No tener pareja fue uno de los factores fundamentales que me animaron a venir a Hollywood a buscar fortuna. Individual, matizo. Sin embargo, 'every american woman' con la que hablo, se escandaliza cuando le cuento que no tengo marido ni prometido. ¿Acaso mi avión fue abducido y aparecí en unos Estados Unidos de América donde las mujeres no quieren valerse por sí solas?
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Aterricé en el aeropuerto de Los Ángeles con una maleta cargada de sueños. Lo sé, lo típico. Tras 18 años viviendo en Albacete y 15 estudiando y trabajando en Madrid, decidí que necesitaba un cambio. Era el momento perfecto. Ni había ningún novio a la vista ni había recibido llamada biológica alguna de la maternidad. La segunda ciudad más grande de Estados Unidos (3,9 millones de habitantes) me dio la bienvenida con una bofetada de calor. A mediados de octubre y a 40 grados a la sombra, un Uber me llevaba al apartamento al que llamaré hogar durante los próximos tres meses.
Tras un par de minutos intercambiando frases de cortesía con el conductor, Jeff, un hombre de mediana edad, nacido y criado en Los Ángeles, me preguntó: “¿Y una chica tan guapa como tú no tiene novio?”. “Sí, pero lo he dejado en España”, contesté, evitando así lo que yo en aquel momento interpreté como un burdo intento de ligoteo. Estaba tremendamente equivocada.
Una hora y media después (el tráfico en LA es una auténtica pesadilla), mi casera me esperaba con una gran sonrisa en el portal de mi nueva casa. “¿Y qué, no tienes novio o has venido a buscarlo aquí?”, me preguntó sin ningún tipo de pudor. Lo mejor es que no me lo estaba diciendo de broma. Tragué saliva y le dije: “No, la verdad es que no tengo pareja. Y… bueno, si aquí surge algo pues ya se verá”. “Descárgate Tinder, queda en sitios públicos por tu seguridad, y te aseguro que, en menos de una semana, conseguirás uno”, me dijo. Después se dio media vuelta y se metió en su cuarto.
Vale. No llevaba ni medio día en Los Ángeles y dos completos desconocidos me habían preguntado por mi estatus sentimental. Pensé que quizá era algo cultural. La típica frase americana con la que romper el hielo. Ese “pues parece que refresca” de ascensor español que todos hemos usado en más de una ocasión. No way.
¿Tan malo es ser una single lady si hasta lo canta Beyoncé?
Al día siguiente, comencé mis clases de escritura creativa en inglés. Por supuesto, y como yo ya sabía, era la única española. Al entrar en clase, una docena de chicas americanas (de entre 30 y 40 años de edad) me miraban con expectación. La profesora, Esther, neoyorquina de nacimiento, les había hablado de mí. Todas me saludaron simpatiquísimas y rubísimas, he de matizar. Me sentí como si estuviera en un instituto rodeada de animadoras. Benditos (y ciertos) clichés de película. La clase comenzó.
Todo iba bien hasta que me di cuenta de que cuando se abría el debate sobre cualquier cuestión, todas terminaban hablando de dos cosas: “Dónde ir de compras y cómo gastarse el dinero de sus maridos”. Pero no en sentido figurado o de risas. Comentaban sin ningún pudor cómo se pasaban el día en casa, hablando por teléfono, comprando por Internet, yendo al gimnasio, acudiendo a centros de belleza y buscando el modelito con el que salir a cenar cuando sus esposos volvieran de un duro día en la oficina.
“You know what we mean”, me dijo una de ellas. Me quedé pálida y contesté que no estaba casada con un hilo de voz. “Pero, ¿cómo puede ser eso? Con lo guapa que eres”, exclamó Kathryn, de 29 años, licenciada en derecho y ama de casa. Lo que me faltaba.
Fue entonces cuando comenzó un debate sobre mi persona. La situación más bizarra en la que me he visto envuelta en toda mi vida. Todas coincidían en que tenía que buscarme un marido para que pudiese vivir bien.
Wait a moment, ¿es que no puedo vivir bien ganando mi propio sueldo? “Todas hemos estudiado y todo eso, pero aquí en Estados Unidos nos casamos muy pronto”, me dice la chica que tengo sentada a mi lado. “Y todo eso…”, pienso yo. Salí de clase totalmente escandalizada. No porque no respete su decisión de no querer estar solas sentimentalmente, sino porque todas pensaban exactamente igual.
Por la noche, quedé a cenar con un amigo español que lleva siete años trabajando en LA y no dudé en contarle mi experiencia. “Vaya, qué rápido te has dado cuenta”, me dijo, y continuó: “No me malinterpretes, pero por normal general, las mujeres en Estados Unidos sueñan desde pequeñas con casarse y ser amas de casa. Casi todas las esposas de mis compañeros de trabajo lo son”. Curioso que todas ellas también pasen por la universidad (que cuesta una pasta), aunque igual es la única manera de conseguir un ‘buen marido’.
Decido darles otra oportunidad a las mujeres de USA en general. Sin embargo, me está resultando tremendamente difícil ya que mujer americana que conozco, mujer que me pregunta si tengo novio o marido y tras mi respuesta negativa me insta a buscar uno.
¿Qué se esconde detrás de esta necesidad de estar en pareja? ¿Miedo a la soledad, estabilidad económica, estatus social? Bingo. Recuerdo que mi amiga Sofía ya me avisó de esto antes de llegar. Ella estuvo viviendo en Los Ángeles durante cuatro años porque se casó con un americano: “¿Tienes marido?, ¿a qué se dedica? y ¿cuánto gana? es lo único que les interesaba de mi”. Y aunque su matrimonio acabó en divorcio, ahora la entiendo perfectamente.
La televisión ‘made in USA’ ya me lo había mostrado
Como fanática de las series americanas que soy, no sé cómo no me di cuenta antes. Sexo en Nueva York es un buen ejemplo de ello. Carrie, Charlotte y Miranda, quienes ansían encontrar el amor y no conciben la vida sin él, son retratadas como chicas serias, responsables y con los pies en la tierra. Samantha, la única que prefiere volar sola, es (digámoslo bien claro) un putón verbenero. Pero tengo otro caso más flagrante si cabe, el de Mujeres Desesperadas.
Ni una de sus protagonistas femeninas está soltera. Todas están casadas o divorciadas. TODAS. Y qué decir de las series de animación. Los Simpson, Padre de familia o Padre ‘made in USA’ muestran a la típica (y yo que pensaba que era ciencia ficción) ama de casa americana.
Así pues, llamadme loca, comienzo a plantearme si realmente el verdadero sueño americano no es encontrar un americano, propiamente dicho. Y sí, aún no he conocido a ninguna americana sin novio o prometido. Seguiré buscando.
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