LA TERCERA PARTE DE LA SAGA ES LA MEJOR PELÍCULA SOBRE MUTANTES
Logan cambiará radicalmente el cine de superhéroes (y te vamos a contar por qué)
Se estrena 'Logan', la tercera parte de la trilogía del héroe mutante interpretado por Hugh Jackman. Probable despedida del actor y personaje, la tercera parte es un capitulo independiente, una aventura alternativa no conectada a la saga mutante oficial, pero de rebote, consigue ser la mejor película sobre el personaje y puede que sobre mutantes, hasta la fecha.
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No resultó difícil seguir la pista de haterismo digital tras el impactante tráiler de Logan publicado hace unos meses. Aquél en el que sonaba Hurt, la versión de NIN que Johnny Cash hacía suya y mejoraba, y en el que se podía intuir el tono adulto de esta última entrega. Se hicieron hasta tráilers meme con Aquí llega a Condemor. La hipótesis era que cualquier canción de Cash en un tráiler puede mejorar el material de partida.
Como si fuera una elección comercial cualquiera, quizá estábamos ignorando que el director de 'Logan' es James Mangold, y si alguien tiene derecho a usar dicho tema es el creador del biopic oficial del cantante ¿no? Bueno, sacar el tema del troleo con películas como esta tiene más que ver con esa verruguita interior que nos hace resistirnos cuando algo nos sorprende, nos impacta. Esa verruguita que supura pus y bilis especialmente cuando algo gusta mucho a los demás.
Se abre el telón, alguien que saca su estatus intelectual en las redes se apresura a llamar cuñaos a los que disfrutan con la película. Se cierra el telón. ¿Cómo se llama la película? Cualquiera que se atreva a subvertir los mimbres con los que se fabrican los marcos de la producción de cualquier género sin dejar de ser un producto comercial. Logan no es una revolución. Claro.
Pero es una película adulta, o adulescente. No deja de ser una de superhéroes, claro, pero no es lo mismo tener una película de Lobezno con decapitaciones que sin ellas. Esto es así. No seré yo quien defienda el gore y la sangre desparramada como sinónimo de calidad de una obra. Pero en el caso de Lobezno… amigos, Lobezno es un salvaje, no puede medir el daño que va a hacer con sus garras. El corta, clava, desgarra. Hace falta hemoglobina. Y esa es una de las razones por las que Mangold ha sido valiente. Ha luchado por la sangre, por la calificación R. Y es uno de los casos más justificados.
Pero no deja de ser un cómic. Ya hemos visto tebeos en el cine con calificación R. Pero la única que realmente ha convencido al público ha sido Deadpool, y era una comedia negra; no es lo mismo. Logan es la primera vez que he tenido la sensación de presenciar en el cine lo que sentí al leer algunos de los tomos de Marvel de línea Max (Punisher: War Zone no cuenta).
El camino de la fábrica de entretenimiento hacia las historias limitadas, autoconclusivas, que bailaban con el concepto de novela gráfica. Ese tipo de experimentos que hicieron que se salvara como editorial cuando aprovecharon la caída del comic code para reinventarse. Y eso ha tardado en llegar al cine. Logan es la línea Max del universo Marvel en el cine. Si, también se amolda a películas y géneros conocidos, relativamente ajenos al mundo del cómic de supers, como el western crepuscular. Cuidado. Palabra prohibida.
Los críticos de cine somos unos seres simpáticos, buena gente. Somos capaces de invitarte a una caña, de reírnos y pasarlo bien. Pero no nombres la palabra WES-TERN. Cuando suena esa palabra sacamos las garras de adamantium, nuestro sistema digestivo se endurece, nuestra vesícula se le pone cara de John Ford y nuestro páncreas comienza a crear duras piedras que cagamos en forma de esputo contra cualquiera que se le ocurre hacer un guiño a los clásicos.
Logan comete el error de poner en una televisión la película Raíces Profundas, y hacer un bonito homenaje al western, al que no se quiere parecer. Sí, hay un momento en el que Logan se convierte momentáneamente en el personaje de Alan Ladd, que actuaba como escudo contra malvados vaqueros que acosaban a una familia, incluso poniendo las mismas palabras de este en su boca.
Y sí, por supuesto que hay temas de western crepuscular, pero hay otros paralelismos más obvios, con más peso. Logan ha llegado a un punto de no retorno, es un lobo solitario, un personaje dolorido y atormentado entre cigarros baratos y cerveza. Un inciso circular en la saga X-Men, pues es exactamente como nos lo encontramos en el momento de su presentación, hace 16 años.
Tampoco es casualidad que su encuentro con una chica joven, la Pícara de Anna Paquin, es el desencadenante que le permite comenzar a reconstruirse y sanar. El tema de las heridas por cerrar es, sin duda, el leit motiv de todos los personajes que pueblan el mundo destartalado de el filme. El tema de Reznor es algo más que un mero acompañamiento en el tráiler.
Esta relación con chiquillas con poderes, en realidad ya existía en los cómics de la patrulla X, tanto con Kitty Pryde o Júbilo ejercía de figura paterna, pero en Logan el giro toma una nueva dirección y el tono salvaje, el héroe hecho polvo, y ese encariñamiento de este con una niña recorre lugares conocidos por thrillers de acción alejados del género de superhéroes.
En particular, recuerdan mucho a la película Bala Blindada de 1987 y su remake, la más popular e igualmente recomendable El fuego de la venganza, con un poquito, claro, de Leon, el profesional. Todo ello empaquetado en un aspecto bastante añejo, que recuerda a películas con aspiración ultraviolenta, fronteriza y áspera del cine independiente de acción de los 90. A nadie le hubiera sorprendido si hubieran ofrecido el proyecto a Tony Scott.
Y es que el mayor logro de james Mangold, un director con no demasiada garra visual, es dotar de un ritmo excepcional a una odisea que abarca más de dos horas, gracias a una agradecida estructura de road movie que la aleja aún más de la imagen de cine de superhéroes, que sólo aparece y reaparece cuando se nos ha empezado a olvidar.
Además, todo transcurre en una América futura, alternativa, casi preapocalíptica. A menudo, las texturas oxidadas del fuerte de Logan y Caliban parecen sacadas de uno de los decorados de una de las películas de Mad Max, con un hedor a mundo acabado, desgastado que, además de rimar con el estado de los protagonistas, la une con la atmósfera de la primera parte de la saga de Miller, en la que se dibujaba muy bien el albor de lo que vendría después.
No paran ahí las referencia con el universo de Rockaansky. En la tercera parte, el encuentro de Gibson con unos niños ferales, tiene paralelismos obvios, especialmente en su tratamiento del héroe como figura mítica en una época sin esperanza y esa búsqueda de un edén que puede ser una invención.
Quizá el esfuerzo por salirse del molde es demasiado forzado, y aunque el surfeo entre géneros está presente, supone una partida natural del personaje y del propio cine de superhéroes. Como propuesta de cine comercial, es una oportunidad excepcional para ofrecer una alternativa a un tipo de cómic que también entra en el mundo del papel, pero en la pantalla plateada se resistía.
Afrontar violencia brutal, temas como la enfermedad, demencia muerte, y destinos oscuros para personajes normalmente intocables, parecen logros sencillos, pero realizarlos con una envoltura comercial válida no debe ser tomado a la ligera.
Hay un cambio que, efectivamente, puede cambiar el rumbo del cine de superhéroes, y no sería de extrañar que próximamente el estudio Marvel opte también por ofrecer algún producto más arriesgado dentro de su constreñido tono juvenil. No significa que este tipo de cine fantástico se transforme gracias a ella claro, pero abre un abanico de posibilidades muy atractivo para dar salida a historias alternativas, con otros tonos y géneros.
Y para los más escépticos, por lo menos, de las nueve apariciones del personaje o es, la más cercana al animal, físico e incontrolable por el que lo llamamos Lobezno.
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