@DIOSTUITERO
Mastro Titta, el verdugo del Papa
Diostuitero nos cuenta la historia de Giovanni Batistta Bugatti, el verdugo más famoso que ha tenido nunca un Papa.
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Cuando dicté a Moisés los Diez Mandamientos, en el quinto dije "No matarás", pero la Iglesia nunca debió leérselo porque a continuación organizó las cruzadas y la Inquisición.
Incluso el Papa disponía de su propio verdugo en los Estados Pontíficios, el más famoso de los cuales fue Giovanni Batistta Bugatti (1779-1869), más conocido por los ciudadanos de Roma como Mastro Titta.
Este buen hombre, pequeño, pero fornido, ejerció el oficio de matarife a las órdenes del Papa desde los 17 hasta los 85 años nada menos. Durante ese tiempo, envió al otro mundo a 516 "pacientes", como él los llamaba, por métodos como el hacha, la guillotina, el mazzatello ( un golpe de maza y posterior degüello ) o el ahorcamiento, ya que nuestro verdugo los dominaba todos.
Mastro Titta era toda una institución en Roma. Vivía en el Trastévere y sólo cruzaba el río hacia el centro de Roma cuando tenía ejecución. Lo hacía ataviado con una vistosa capa roja, y, al verle, los romanos ya sabían que tenían espectáculo gratis y al grito de "Mastro Titta pasa el puente", corrían a presenciar el ajusticiamiento.
Este "Maestro de Justicia" (de ahí el apodo de Mastro) era todo un profesional y, en sus "tratamientos", dispensaba siempre un trato amable al condenado, ofreciéndole incluso una pizca de tabaco. Eso no quitaba que luego enseñase su cabeza al personal o descuartizase el cuerpo, en el caso de los crímenes más execrables. Después, recogía sus bártulos y volvía a su casa, donde ayudaba a su mujer pintando sombrillas y paraguas que vendían en el negocio familiar.
Cuando se jubiló, el Papa le agradeció sus buenos servicios concediéndole una pensión de 30 escudos, una buena cantidad para la época, que estuvo percibiendo hasta la edad de 90 años, en que por fin visitó a San Pedro.
La pena de muerte no fue oficialmente abolida por el Vaticano ¡hasta 1967!, por el papa Pablo VI, pero se mantuvo como pronóstico legítimo en el texto del Catecismo de la Iglesia Católica.
Solo con el Papa Juan Pablo II y su Encíclica Evangelium Vitae de 1995, el Vaticano pasó a convertirse en un decidido abolicionista, y con la revisión que entró en vigencia el 22 de febrero de 2001, la Santa Sede abolió definitivamente la pena de muerte del texto de su Ley Fundamental.
Como os he dicho, ¡nunca se leyeron el quinto Mandamiento!
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