'FUNERALES VIKINGOS', LA RECOPILACIÓN DE TEXTOS DE MICHI PANERO
El niño que conoció a Michi Panero
Recuerdo que hace años salió al mercado un intento de 'best seller' en el que el escritor, cuyos padres habían sido amigos de Picasso, contaba vivencias del famoso pintor. Se decía que, siendo el autor un bebé, había mordido la mano de Picasso. Y así, graciosamente, había decidido titular el libro que había escrito: 'El niño que mordió a Picasso'. En el caso del escritor Javier Mendoza, el hecho es el contrario. En su libro, editado por Bartleby, sabiamente llamado 'El desconcierto', que acompaña a 'Funerales vikingos', la recopilación de textos de Michi Panero, Javier cuenta la mordida que produjo en su alma Michi Panero.
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Michi estuvo muchos años casado con Sisita García-Durán, madre de Javier. Los que más tarde serían padrastro e hijastro, y después sobre todo aliados, se conocieron viendo 'Robocop' en el cine, cuando Javier tenía solamente 13 años. Esa noche, ante la mirada metálica del robot policía, se forjó una peculiar alianza que habría de traer consigo muchas conversaciones y mucha literatura.
Los hermanos Panero eran todos estériles. La familia truncada, el final de la saga Panero, era un tema que pesaba en 'El desencanto', el documental de Jaime Chávarri que aupó a los Panero a la categoría de familia maldita y, precisamente por ello, dotada de un tremendo interés.
Javier Mendoza recuerda que ya era adolescente y hacía años que conocía a Michi cuando vio por primera vez 'El desencanto' con sus amigos y se dio cuenta de lo que la vida le había puesto delante.
"Mis amigos me decían: bueno, la estirpe no ha terminado Ahora estás tú", recuerda Javier.
De pronto, aunque la sangre no estuviese implicada en el asunto, él era la única línea de sucesión que les quedaba a los Panero.
Durante la presentación del libro siamés 'Funerales Vikingos/El desoncierto', la periodista Lola Díaz recuerda al niño Javier que conoció hace años.
"La primera vez que fui a tu casa tenías nueve años y estabas leyendo a Gorki", espeta. Javier se ríe. "Eso, evidentemente, es una especie de personaje que crearon ellos y que Michi de alguna forma alimentaba, no era yo. ¡Javier, el niño que leía a Kafka con dos años! Me encantaba leer desde pequeño, pero, si te soy sincero, no es que no me leyese a 'La madre', de Gorki, con nueve años, es que no lo he leído nunca", asegura Mendoza.
La relación que se forjó entre Michi y Javier era la de un maestro excéntrico y su alumno más aventajado.
"Michi, más que escritor, era un preceptor de lecturas. Le encantaba aconsejarme sobre mis lecturas. Yo creo que para ser un buen lector hace falta ser un artista, y Michi lo era, independientemente de si escribía o no. Cuando los desahuciaron, casi todos los libros se desperdigaron. Yo me llevé unos cuantos, mi madre vendió algunos. Me han comentado que hay un tío en la Cuesta de Moyano que tiene muchos libro de su biblioteca".
Hay algo que sorprende en 'El desconcierto', y es que hasta los puntos más oscuros de la historia de la vida de Michi junto a Javier están narrados desde una serenidad que huye de todo drama.
"Yo no tenía una familia muy estructurada -recuerda Javier- así que había en mí una especie de pulsión de buscar una. Por eso, cuando de pronto llega Michi a la vida de mi madre y se van a vivir juntos, yo ahí de pronto encontré esa familia que buscaba. Yo buscaba una familia, y Michi buscaba un pupilo, que le llegó de forma ideal, en forma de niño ya educado, que le gustaba leer".
En el libro, Javier recalca mucho un capítulo en el que se habla de la llegada a casa de Bala, una perrita que fue la mascota de su familia. De hecho, esta perra aparece en la portada de 'El desconcierto', junto a un Michi que esboza una sonrisa pícara.
"De alguna forma, Bala cerró eso, terminó de encajar en esa idea de hogar. Así que imagina: cuando de pronto un día Michi me dice que él es el asesino de la familia tradicional española, yo me echo a reír. También pensé: "Bueno, no me merezco nada menos raro que esto. Es mejor, más interesante".
Pero los sueños de los Panero siempre se movían en un equilibro precario. "Cuando en un momento me di cuenta de que Michi bebía tantísimo, ahí se acaba el sueño de la familia y empieza ya una relación con él más personal, al margen de que fuésemos una familia o no", recuerda Javier.
Poco a poco, la figura de Michi pasó para Javier de padrastro a preceptor, y de preceptor a amigo cercano con halo de misterio. Cuando tenía 18 años, Michi le entregó a Javier esa carpeta llena de papeles, que, revisados, escogidos, forman a ahora la mitad de este libro que acaba de publicarse.
"Leyendo aquello descubrí a un Michi que no había conocido. Aquellos escritos, en aquel momento, me superaron. Me ha costado mucho llegar a saber qué quería hacer con esos papeles. He estado mucho tiempo con ellos encima, andando en círculos. Ya cuando Michi se murió, esas carpetas empezaron a ejercer otro tipo de fuerza sobre mí", explica Javier.
"De pronto se juntó todo: un poco la crisis del periodismo, mis cosas personales... y todo esto me fue llevando a hacer caso a estas carpetas y ver qué encerraban. Para mí, no era una cosa de arqueología, sino que había una parte muy emocional. Abrir esas carpetas era abrir también una parte de mi vida que estaba un poco oscura. Fue una especie de exorcismo", añade.
En principio, el proyecto que se contempló fue el de hacer una antología de Michi Panero. 'El desconcierto' fue surgiendo a medida que se avanzaba sobre este primer proyecto.
"Me di cuenta -explica Javier- viendo todo lo que se había hecho sobre los Panero, que yo no podía dármelas de catedrático y ponerme a citar fuentes. Ahí supe que la única manera que tenía de contar la historia de Michi sería contar su influencia en mí. Y para contar su influencia en mí tenía que contar un poco quién era yo. Podía dar una visión distinta, una que nadie conocía".
De esta forma, surgió el libro siamés 'Funerales vikingos/El desconcierto'. Llegados a este punto, resulta inevitable caer en una cierta melancolía y ver a Javier con los ojos de quien mira el último retazo de El desencanto.
Cuando le pregunto si fue difícil abrir la herida de los recuerdos, una vez que esa familia disfuncional ya se había evaporado, y sólo quedaba él con sus recuerdos, Javier asegura que, al contrario de lo que se podría imaginar, el proceso de recopilación de los textos de Michi y la escritura de 'El desconcierto' no supusieron en absoluto un mal trago.
"No hubo ningún tipo de drama -asegura- Era, más bien, como una herida infectada. Escribirlo era el pus que iba saliendo, el dolor que se iba aliviando. Sentía una especie de alegría, que creo que se ha contagiado al libro".
Y es cierto que 'El desconcierto' brilla por la franqueza y la ausencia de oscuridades con la que está contado. Más que la narración de una vida acompañada por el drama de los Panero, el libro doble se presenta como un encuentro luminoso de dos escritores que, casualmente, se conocieron viendo 'Robocop' en un cine de la calle Fuencarral, cuando uno tenía trece años y el otro casi cuarenta, y descubrieron que tenían en común la literatura.
La magia de este libro se acrecienta cuando el lector se da cuenta de que tiene entre sus manos una doble ópera prima.
"Es muy curioso, porque los dos teníamos de alguna manera esa maldición del escritor sin libro. Y así, con éste, nos he salvado a los dos. Michi hablaba a veces de su escritura, pero muy esporádicamente. Como cuento en el libro, una vez le pregunté si él había escrito algo, y me dijo que unos cuentos. Yo sólo le vi escribir artículos, pero malamente, porque a veces los medio escribía y después los dictaba por teléfono".
Hay algo inquietante cada vez que en el libro de Javier se mencionan las películas 'El Desencanto' o 'Después de tantos años', y es que Michi dice constantemente que esperaba que "pasase algo" con el estreno de las películas (se adivina que una gran oportunidad, dinero, éxito). Esta esperanza siempre en vilo de Michi, esa espera de reconocimiento, mezcla la oscuridad habitual con esa comicidad presente en muchos de sus actos.
"Hace poco -cuenta Javier- conseguí saber algo de Domitila, uno de los grandes amores de Michi, que ahora es una señora rica que vive sin trabajar, que es en realidad lo que quería Michi. Casarse con una rica, vivir sin trabajar. Él siempre decía que su empleo soñado era probador de sillones en El Corte Inglés. Mi madre siempre decía que Michi era un huérfano profesional, y es que culpabilizaba un poco a la muerte de su padre, a su madre, siempre a los demás. Él nunca tenía la culpa. Pero creo que había algo que le mordía, que le jodía, porque él quería ser escritor. Quizás por eso me dio los cuentos".
Hacia el final de los textos de Michi, hay una desnudez, un dejar de jugar a ser escritor, hay tristeza. Parece ser consciente de que toda la fuerza se le ha ido por la boca, que ha sido un personaje absolutamente arrebatador, que ha enamorado a todo el mundo, pero que no ha sido capaz de escribir todo lo que su talento prometía.
Javier, de alguna forma, destapa el velo cómico y descubre a la persona que había detrás: "Él era muy lúcido. Nunca se hizo películas. Sabía perfectamente lo que estaba haciendo, pero no podía evitarlo".
Ninguno de los hermanos Panero sigue vivo, pero sus vidas siguen fascinando, y no sólo entre españoles amantes de las sagas malditas. También fuera de nuestro país despiertan gran interés. En este momento, el escritor y periodista estadounidense Aaron Shulman prepara un libro sobre la familia, muy documentado pero en estilo novelesco, que empieza en 1909, con el nacimiento de Leopoldo Panero y termina con la muerte de Leopoldo María Panero en 2014.
"Un par de productores de Los Ángeles han mostrado interés en adaptarlo como serie. Este tío me entrevistó hace un año y nos hemos intercambiado material. Se comenta que empezaría en 1909, con el nacimiento de Panero padre, y termina en 2014, con Leopoldo. Lo mío serían como unos capítulos de la tercera temporada. Supongo que saldría interpretándome a mí mismo de niño: el panerastro, leyendo 'La Madre', de Gorki", comenta Javier entre risas.
Quizás, quién sabe, dentro de unos años podamos disfrutar de esa revisitación hollywoodiense de los Panero. Hasta entonces, de alguna forma, hay un capítulo que, casi a nivel nacional, ha quedado cerrado con este libro.
"Esto ha sido una manera de limpiar todo aquello, en la medida de lo posible -reconoce Javier- Está bien que ese 'tesoro maldito' de los Panero salga a la luz y que la gente opine de una vez si Michi escribía bien, si escribía mal... da igual. Pero que se haga la luz sobre esa oscuridad".
"Para mí ha sido todo un ejercicio personal. Y me ha dejado muy ligero, con la mirada puesta en lo próximo, en algo que no tenga que ver con los Panero. Los papeles de las carpetas los voy a donar a la Casa Panero de Astorga y me voy a ir a Marruecos, a la montaña, a seguir escribiendo algo que no tenga nada que ver con esto".
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