'CASCARA DE NUEZ' Y OTRAS TRES NOVELAS SE APUNTAN A ESTA PELIGROSA MODA LITERARIA
Las novelas contadas por fetos complican el debate sobre el aborto
‘Cáscara de Nuez’, la nueva novela de Ian McEwan, está narrada desde el punto de vista de un feto. Su publicación ha coincidido con otros tres libros con el mismo tipo de protagonista, lo que hace que nos preguntemos si estamos ante una nueva moda literaria. De ser así, el debate sobre el aborto podría complicarse aún más.
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Que yo sepa, el primer feto que habló en España lo hizo en 1977. No es casualidad que escogiera ese año. Con las primeras elecciones libres a la vuelta de la esquina, grupos de ideología progresista demandaban la legalización del aborto, prohibido en nuestro país desde la derogación de la ley republicana que lo había permitido.
Era inevitable, pues, que las nuevas Cortes se pronunciaran sobre esta cuestión. El ABC del 18 de mayo hablaba de una batalla inevitable sobre el aborto en el Parlamento, y el diario El País publicó varias tribunas del catedrático Enrique Gimbernat defendiendo la despenalización. Así, 1977 fue también el año del estreno de ‘Abortar en Londres’, la película con Lola Herrera sobre el ‘turismo abortivo’.
La canción que quiso frenar el aborto en España
Fue entonces cuando el grupo vasco Trigo Limpio lanzó su canción pro-vida. Se titulaba ‘Hola, mamá’, y empezaba así:
“Hola, mamá. / Hoy he escuchado tu voz por primera vez, y he golpeado tu vientre con mis pies. / Nunca he visto tu cara, pero yo sé que es como tu voz, limpia y clara, torrente de luz y esperanza”.
Al pequeño, no obstante, la dicha le duraba poco:
“Sabes, mamá, hoy oí que otra vez discutías con alguien de voz ronca. / Y después llorabas por mí, diciendo que yo sería un estorbo para los dos”.
El desenlace era tan espeluznante como demagogo:
“Creo mamá, creo en Dios y en ti. / Pero he notado un pinchazo. / Me dolió. / Y sé que al fin ya no estorbaré. / Ya no te veré, bañado en sangre, sé que me iré. / Adiós mamá, rezaré por ti. / Desde aquí te perdono, aunque nunca te vi. / Me marcho, mamá. / La sangre me inunda, sé que ya no podré hablarte más. / Adiós mamá, te amo”.
Aunque parezca extraño, ‘Hola mamá’ logró el segundo puesto en el Festival de la OTI. También puede parecerlo el hecho de que el aborto no fuera despenalizado en nuestro país hasta 1985, siete años más tarde de que se permitiera por ejemplo en otros país de tradición católica como Italia.
La misma voz imposible, sin embargo, volvió a escucharse en el 2004. Los activistas pro-vida andaban bastante cabreados después de que el PP legalizara las píldoras abortivas, así que empezaron a hacer circular un email con un mensaje muy similar al de ‘Hola mamá’: aquel en el que un feto, lo mismo que en la canción de ‘Trigo Limpio’, empezaba saludando a su madre para terminar descubriendo sus intenciones abortistas, todo ello acompañado de las crudas imágenes de un aborto.
Desde entonces, el número de fetos parlantes ha crecido exponencialmente en todo el mundo. En 2011, por ejemplo, se puso de moda que los futuros padres creasen perfiles en Facebook a sus hijos nonatos y les hiciesen hablar a través de esta red social.
“¡Me gustaría dar las gracias a todo el mundo por ser mi amigo aunque todavía no sea más que un bollito en el horno!”, publicó uno en su muro. “¡Me muero de ganas de celebrar con vosotros el próximo Halloween!”. Su foto de perfil, claro, era una ecografía.
¿‘Cáscara de Nuez’ y otras novelas legitiman el discurso pro-vida?
Pero los fetos no solo han aprendido a tuitear o postear o cantar canciones. Desde el año pasado, también escriben novelas, algunas de tanto éxito como ‘Cáscara de Nuez’, el último libro de Ian McEwan.
Inspirada en ‘Hamlet’, la novela cuenta la historia de un feto que descubre cómo su madre y el amante de ésta planean asesinar a su padre. Es el propio feto el encargado de narrar la tragedia, algo que molestó a muchas asociaciones pro-abortistas. Dotando de voz a la criatura, ¿no estaba McEwan legitimando en cierta manera el discurso de los activistas pro-vida?
En una entrevista al Wall Street Journal, el inglés quiso desmarcarse de la polémica y aseguró que ni siquiera tenía en mente la cuestión del aborto cuando escribió ‘Cáscara de Nuez’. Su ambición había sido puramente literaria, dijo.
Llama la atención, no obstante, que su novela coincidiera con otras tres en las que igualmente es un feto el encargado de narrar la historia: ‘Womb: A Novel in Utero’, de Eric D. Goodman; ‘Max’, de Sarah Cohen-Scali, ambientado en la Alemania nazi; y ‘What Becomes Us’, de Micah Perks, protagonizada por dos nonatos gemelos.
La coincidencia no puede ser casual. En menos de un año, cuatro escritores han buscado la inspiración al otro lado del saco amniótico que protege al feto, una perspectiva que ofrece no pocos problemas y que no podemos pasar por alto.
El dilema moral de un feto narrador
El problema no es si un feto puede hablar o no. Desde que una tostadora corriese aventuras junto a una lámpara y una aspiradora en ‘La Tostadora Valiente’, resulta posible dotar de pensamientos y emociones a cualquier cosa. Al fin y al cabo, ‘El crepúsculo de los dioses” estaba narrado por un muerto, y en varios relatos de Italo Calvino el protagonista es el propio Universo.
El problema que plantean obras como ‘Cáscara de nuez’, que a diferencia de los panfletos pro-vida o la canción ‘Hola Mamá’, ni siquiera han sido creadas con el propósito de concienciar en contra el aborto, es más bien de tipo moral.
La literatura tiene el poder de hacer empatizar al lector con sus personajes, lo que aplicado al caso de los fetos de ‘Max’ o ‘Cáscara de Nuez’, podría complicar aún más el ya de por sí espinoso tema del aborto. Si creemos que el feto es consciente, la decisión de abortar puede resultar más difícil.
Dice la feminista Camille Paglia que un credo de izquierdas que es variadamente anti-bélico, anti-pieles, vegano y comprometido con la protección de especies en peligro de extinción como el urogallo de artemisas o el búho manchado, no debería ser tan reacio a la hora de compadecer al nonato.
Otros consideran que difícilmente puede uno apiadarse de un manojo de células. Ni la ciencia ni la filosofía han resuelto aún en qué momento los fetos empiezan a “estar vivos”, ni hasta qué punto se les puede considerar seres humanos.
El problema es que mientras tanto la imaginación, como ya hizo con el ratón Mickey, puede hacerles hablar.
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