UN GRUPO DE REPARTIDORAS DE PERIÓDICOS PROTAGONIZAN EL TEBEO DE B. K. VAUGHAN
Paper Girls, el Stranger Things del cómic, hace que te preguntes si es dañina la nostalgia
El aclamado Brian K. Vaughan ('Lost', 'Saga') ha creado una nueva serie de tebeos que continúa en la línea de transportar a los lectores adultos al universo que les cautivó en su infancia. La libertad sobre dos ruedas en un barrio periférico se mezcla con un mundo fantástico en el que las heroínas son un grupo de repartidoras de periódicos de 12 años. Sin embargo, toda esta autocomplacencia generacional encierra aquí una lección: ¿Es sano que viajemos tanto a nuestro pasado?
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El barrio periférico. Las calles arboladas. La casa con jardín delantero. La habitación con literas. Los pósters de 'blockbusters' y grupos de música. El Walkie-talkie. El Delorean. El mapa del tesoro. Y la libertad a lomos de una bicicleta. Así soñamos los 80 a través del cine juvenil de la década. Aventuras de urbanización, extraterrestres, pandillas…
Tan confortable era esa patria formulada por maestros como Steven Spielberg que toda una generación de adultos, la que vivió su infancia en aquellos días, sigue dejándose acunar por todos estos ingredientes, a través de un nuevo tipo de productos culturales que la recrean una y otra vez.
En cine, películas como 'Súper 8'. En televisión, series como 'Stranger Things', a la que no le faltaba un detalle para calmar el ansia de nostalgia. Y en cómic, 'Paper Girls', el nuevo éxito del guionista Brian K. Vaughan, conocido por su trabajo en la serie 'Lost' y triunfador en los tebeos gracias a su popular 'Saga', que continúa arrasando.
Cliff Chiang ('Wonder Woman') se encarga del dibujo en este artilugio consagrado al pasado, a la pérdida de la inocencia, a las primeras veces y al asombro por lo fantástico que nos encandiló de niños. Una serie de acción frenética, editada en España por Planeta Cómic y cuyo 'ochenterismo' se respira desde el mismo formato en el que viene presentada, en pequeños tomos grapados. Todo esto, a pesar de que los creadores han reiterado que no se han centrado en el periodo por la tendencia de la neomelancolía, sino porque es les resulta “interesante para nuestro presente”.
Entre 'Stand by Me' y 'La guerra de los mundos', la historia tiene como protagonistas a una pandilla de chicas de 12 años que reparten periódicos en una pequeña ciudad norteamericana próxima a Cleveland. Aquí una de las claves de la obra, el papel de heroínas otorgado a este grupo de preadolescentes.
La narración comienza en la madrugada del Halloween de 1988, en una habitación con carteles de Monster Squad y Depeche Mode. Erin, la protagonista, se levanta tras una pesadilla para realizar su ruta de reparto antes del amanecer. Tras ser atacada por dos gamberros de la zona, un grupo de repartidoras defiende a la que enseguida identifican como una compañera novata.
Sin embargo, tras esta aventura de barrio sobreviene enseguida el elemento sobrenatural, y aquí es donde la libertad del cómic, un arte que no necesita de grandes presupuestos para dejar volar la imaginación, permite que asistamos a todo tipo de locuras página a página. Extraterrestres adolescentes, naves espaciales, enormes dinosaurios alados, viajes en el tiempo. Y un “micro-ordenador del futuro” que tiene un extraño logo con una manzana...
Sin embargo, el cuentecito ochentero se revierte según se avanza en la aventura. Habría sido raro que alguien como Vaughan se subiera al tren de la morriña sin más. Pero, al contrario, lo que acaba desarrollando en la historia es una crítica en forma de drama de aventuras y viajes en el tiempo sobre la peligrosidad que encierra permanecer demasiado tiempo en el pasado.
Sin desvelar demasiado de la trama, uno de sus aciertos es el encuentro de una de las repartidoras con su yo del futuro, una oportunidad con la que Vaughan pone a dialogar al propio lector con esta querencia suya por regresar a la infancia.
Al cabo, 'Paper Girls'nos sigue meciendo en todo esta fantasía de naves, bosques, sudaderas…; pero también nos invita a reflexionar sobre cómo imaginamos nuestro futuro cuando éramos niños o cómo acariciamos nuestro pasado siendo adultos, animándonos a vivir más en el presente.
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