@BECARIA_
El phishing del siglo XX
En la era de los timos por correo electrónico, por SMS y por WhatsApp Becaria recuerda cuáles eran los timos más míticos que existían antes de la llegada de Internet y los teléfonos móviles.
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Los timos por correo electrónico, por SMS y por WhatsApp se han integrado en la cotidianeidad para sacarle el dinero no solo a lo más anémico de la sociedad digital, sino también a algún que otro despistado que se considera a sí mismo poco menos que Bill Gates. En el mejor de los casos, picando en un link por privado en Instagram, te pueden mangar la cuenta, y en el peor, rellenando un formulario recibido por mail lleno de faltas de ortografía con el logo de un banco conocido, te usurpan tus datos personales o incluso quinientos euros, porque sí, por estar atolondrado.
Cuando llega un falso mail de estos, parece increíble que alguien pueda tragárselo, pero los timadores conocen a la perfección de qué pie cojeamos los humanos cuando nos hacen referencia al dinero, sobre todo a nuestro favor.
Pero el phishing y los timos online en general, no tienen nada nuevo. Antes del mail del príncipe nigeriano pidiendo dinero o el señor con una media negra en la cara detrás del ordenador que se hace pasar por un banco o por la DGT para cobrar una multa, ya existían los mismos troleos ingenuos, pero en analógico, solo ha cambiado el medio por el que se efectúan.
El timo de la estampita
Este fraude en tiempos de Maricastaña es comparable al phishing de la devolución de mil euros de la declaración de la renta. En el siglo XX era habitual emplearlo utilizando de presa a ancianos, cuyo modus operandis solía ser el siguiente: un individuo simulando tener las capacidades mentales mermadas, asaltaba a una señora mayor diciéndole que va a tirar a la basura una bolsa llena de billetes (haciéndolos llamar “estampitas”), y rompe uno delante de ella. Al momento aparece el "listo", el "gancho", para quedarse con el tesoro y persuadir a la vieja para darle una parte a cambio de algo de valor que lleve encima.
El del gas y el butanero
Los servicios a domicilio eran un fake habitual cuando no había WhatsApp para avisarse toda la comunidad con advertencias en cadena. El operario en cuestión entraba en casa, hacía la inspección y valoraba que eso estaba fatal y que había que cambiarlo ya, cobrándole por la obra cuatro veces más del precio popular. El timo actual más parecido a esto podrían ser las tiendas online que envían algo "barato", pero falso, de los chinos y sin ningún valor. En el caso del butanero, cobraba la botella y bajaba al camión a por el cambio, por el cual la señora de la casa se quedaba esperando. Un troleo muy EGB.
Billetes caducados
Y otro de los timos que tenían como víctima a la gente de más avanzada edad, era el de los billetes caducados. Un caballero bien vestido al estilo Pérez Reverte seguía hasta su casa a una persona mayor recién salida del banco en los días de cobrar la pensión de jubilación y la llamaba al timbre notificándole el cambio de billetes en curso legal “anunciado en la TV” para proceder en el momento a su cambio. En este caso, el timador con corbata le daba para rellenar unos papeles del propio banco mangados en ventanilla y que nada tenían que ver con el cambio de divisa, pero el familiar logo del banco y mencionar el nombre del director de la sucursal daba mucha confianza. Tras ello, se iba con el dinero del señor o señora prometiéndole volver con el nuevo dinero en curso legal, que, por supuesto, nunca llegaría a darse. El timo actual más parecido a los billetes caducados podría ser, cómo no, el de las criptomonedas.
Los timos nunca desaparecen, solo evolucionan.
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