Pero todas, sin excepción
Qué casualidad que todas las mujeres se casan con el hombre que más grande la tiene
Da igual que sea el único hombre con el que se han acostado a lo largo de sus vidas. Mis amigas juran y perjuran que sus maridos no solo están bien dotados, sino que también follan de lujo. ¡Qué maravilla!
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Casarse con un hombre al que quieres, que porta un miembro sexual de medidas excepcionales entre sus piernas y que, además, sabe darle un uso prodigioso parece una utopía, ¿cierto?
Pues no para todas y cada una de mis amigas casadas. Me di cuenta de este curioso fenómeno cuando recientemente tomaba café con dos de ellas.
A Paloma y a Elena, amigas mías desde que cumplí la mayoría de edad, les ha tocado el premio gordo sexual. O eso aseguran ellas.
“Yo es que no me puedo quejar. Juan está bastante bien dotado y siempre hemos tenido un sexo maravilloso. De hecho, hemos tenido cantidad y calidad, y todavía lo tenemos después de nueve años juntos”, decía Paloma, no cabiendo en ella de orgullo y satisfacción. Ajá.
Yo asistía un tanto perpleja a esta confesión, segura de que si mi amiga hubiese estado conectada a un detector de mentiras, este hubiese saltado por los aires en mil pedazos. Sin embargo, aún me quedaba un rayo de esperanza con Elena.
“Ya tía, a mí con Juanjo me pasa lo mismo. No tengo ni una queja en ese sentido y de los chicos con los que estuve antes, él es el que más grande la tiene”, afirmó sin que le temblase el pulso mientras daba un largo sorbo a su té verde.
Vale, ok, paremos este artículo un momento. ¿En serio? ¿De verdad me tengo que creer que de todos los hombres que hay en el planea Tierra, dos de mis amigas han ido a dar con los especímenes perfectos? Llamadme loca, pero no me lo creo.
Y os diré por qué. Ninguna mujer se casa con el hombre que mejor folla. Ya está, ya lo he dicho. Las mujeres se casan con el que mejor las trata, punto. Y dejadme deciros que los hombres, más de lo mismo. Porque por mucho que a todos nos guste el sexo, para mantener una relación seria y estable, la gente (en general) prefiere que su pareja sea buena persona a que sea una máquina en la cama.
Mientras asistía a esta mágica conversación sobre la grandísima (nunca mejor dicho) suerte que habían tenido mis amigas en cuanto a sus maridos, me di cuenta de que Paloma se había acostado con dos hombres antes de conocer a su churri y Elena con tres.
¡Ay que me da un pampurrio! Y es que aquí está la verdadera razón de por qué las mujeres realmente no sabemos lo que es grande o pequeño (en cuanto a penes, quiero decir). Todo depende de lo que hayas visto a lo largo de tu vida sexual. Pero claro, mientras ellas continuaban hablando de los dioses griegos con los que convivían, yo mantenía el siguiente discurso conmigo misma:
“A ver, María, ¿cómo puede ser que se casen con el que más grande la tiene si, entre las dos, solo han visto cinco miembros viriles? Además, pase lo del tamaño, pero no me creo que también la sepan usar cual espadachines virtuosos. Algo tienen que estar ocultando”.
Exacto. Ambas ocultan lo que no quieren reconocer. Que ni el sexo es tan bueno llegada cierta etapa de la relación ni sus parejas la tienen como Nacho Vidal. Asumámoslo. Sin embargo, mi duda es la siguiente: ¿Por qué mentir? ¿Qué hay de malo en decir que tu marido es, lo que viene siendo, un amante medio? ¿Se acabaría el mundo si mis amigas confesasen que sus esposos no tienen un sable entre las piernas?
Mi teoría, otra de las tantas que tengo, es que las mujeres siempre justificamos a los hombres con los que estamos. Si es feo es que es muy simpático, si es vago es que le gusta hacer las cosas con calma, si es un poco golfo es que le agobia la rutina, si es un gilipollas es que es un incomprendido, si es un cascarrabias es que tiene mucho estrés…
Que sí, queridas, que sí. Que os habéis casado con ellos porque los queréis o por lo que queráis, pero dejad de vendérnoslo como que os los llevasteis de la estantería de edición limitada.
En eso he de reconocer que los hombres nos llevan ventaja. Por ejemplo, mi amigo José Ramón ha comenzado una nueva relación. Laura es guapa, simpática, sociable… Vaya, que parece una chica con la que mi colega podría envejecer.
¿Y qué dijo él un día ni corto ni perezoso? “Estoy muy bien con ella. Es una tía con la que no tengo problemas y nos entendemos. Y aunque el sexo está muy bien, siempre diré que como con Carmen (su ex), como con ninguna”, soltó por su boca sin pestañear.
Exacto, queridas. No pasa nada si vuestros maridos la tienen pequeña, normal o descomunal. Ni tampoco importa que no os haga ver las estrellas un martes por la noche en la cama cuando los dos lo que realmente queréis es ver la tele y dormir. En serio, no mintáis más porque no cuela.
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