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Su piso se vendió por la mitad de lo que está tasado, en solo tres meses

Ángeles vendió su piso por la mitad de lo que vale para seguir viviendo en él hasta que se muera

Hace dos años, Ángeles vendió su piso, ubicado en uno de los barrios más emblemáticos de Madrid con la modalidad nuda propiedad. Su piso se vendió por la mitad de lo que está tasado, en solo tres meses. Ella sigue viviendo dentro, pese a que ya no es la propietaria.

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Vive en el desde hace 60 años. “Cómo si hubiera nacido aquí”, comenta sentada en uno de los sillones del salón de un octavo piso.

La RAE define el término nuda propiedad como la titularidad de un bien o derecho con limitación de las facultados al derecho de propiedad por corresponder estos a un tercero, el usufructuario.

Es imposible no sentir que esos muros no son un piso, son un hogar. Los cuadros colgados simétricamente en las paredes comparten espacio con la fotografía dedicada a su madre enviada por los reyes Juan Carlos y Sofía.

“Podría haber sido lo que quisiera, hasta una excelente cantante de ópera”, dice Ángeles de su madre que quiso ser actriz pero no la dejaron.

El sueño no cumplido en su juventud se convirtió en compasión. Durante muchos años fue uno de los payasos voluntarios que alegra a los pequeños ingresados en el Hospital Niño Jesús de Madrid. Por eso, la dedicatoria de la pared.

Las vueltas de las vida llevaron a Ángeles al mismo lugar, fue enfermera durante 40 años. Gran parte en el Hospital Niño Jesús. El piso vendido es la historia de su vida.

Conoce casi todo Europa, el Polo Norte, India y México, de todos trajo un recuerdo que ahora está a la vista de cualquiera que ingrese en su casa.

“Yo iba buscando las ruinas. En Estados Unidos no estuve nunca, allí no perdí nada, pero si conocí Mérida, que en aquella época era salvaje”, recuerda y sus ojos se iluminan todavía más. Le quedan pendiente las Cataratas del Iguazú y el glaciar Perito Moreno.

Suena uno de los relojes cucú que decoran el lugar. No se puede apagar, pero da igual porque ella duerme bien y no le molesta. Tampoco parece afectarle a su perro Toby, que está en la veterinaria cortándose el pelo.

“Cuando uno vive solo, un perro es una compañía muy importante”. Fue justamente por un perro que Ángeles vendió su piso.

La mascota enfermó y los últimos tres años tuvo ingresos veterinarios muy largos y costosos. Para poder pagarlo ella se endeudó.

Ya no podía pedir más dinero en créditos porque, como ella misma dice, “había llegado eso momento en el que te encuentras como la pescadilla que se muerde la cola”. Por casualidad, escuchó algo sobre la nuda propiedad y decidió informase.

Su piso se vendió por la mitad de lo que está tasado, en solo tres meses. Pagó las deudas, dejó una parte de lo que había cobrado como ahorro y el resto lo invirtió. Lo primero que hizo, después de pagar todo lo que debía, fue viajar a Viena para ver el concierto de Fin de Año.

Ángeles no tiene hijos, ni hermanos, ni familia directa a quien pudiera dejarle el piso. A diferencia de la mayoría de las personas que utilizan esta modalidad para vender su casa, a ella no le importa contarlo porque sabe que no tendrá problemas con nadie.

Muchos vendedores en su misma situación prefieren no hacerlo público para evitar rencillas familiares. Ángeles tiene que ir por Toby a la veterinaria, se queja de las palomas que ensucian el balcón y molestan a su perro.

“Es por la comida que la gente le da a los gatos en la calle”, argumenta y cierra la puerta con la misma mano con la que la abrió.

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