NUEVA PELÍCULA DE VÍCTOR GARCÍA LEÓN
'Selfie' retrata la España de los ministros corruptos frente a los cachorros del 15-M
Víctor García León, reinventa el esperpento literario a golpe de autofoto. Un retrato de la España de la corrupción y la descendencia del 15-M enfrentados a muerte en sus vertientes más estúpidas. ‘Selfie’ no se casa con nadie ni da la murga con sermones prefabricados para repartir tanto a la derecha rancia, opusina y endogámica, como a la izquierda más facilona y beligerante. Esta es la historia de Bosco, el hijo de un ministro encarcelado por corrupto.
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No abundan los relatos en formato mockumentary o falso documental en la cinematografía ibérica. En el caso de ‘Selfie' el recurso ayuda a que el conflicto que presenta se construya desde lo más esquelético, para hacer una radiografía parcial de la situación socio-emocional de la España de nuestros días a nivel de calle.
A través de la historia de Bosco, un joven de posición económica elevada y con un padre ministro que acaba en prisión por delitos de corrupción, que decide grabar su vida desde poco antes de la terrible noticia. Así, recorremos diferentes fases del estrato de clases inamovible en España desde la transición en los momentos previos a unas elecciones recientes.
Dicen sus creadores que el propio título es elocuente con las intenciones de la película, una captura momentánea del estado de la nación en su gente particular. Haciendo un examen de conciencia brutal y políticamente incorrecto, de las mentes que han quedado con las raíces pegadas al secarral ibérico tras la tormenta de la crisis.
El gran descubrimiento de la obra de Víctor García León es que no se limita a hacer gracietas con los cachorros de un signo político y la clase noble, sino que pone en su sitio las posturas de las franjas opuestas, dentro de los clichés de ambos pero desnudándolos para ver su corazón.
Aunque está claro que todo pasa por el filtro de su hilo conductor: Bosco, el hijo ficticio de cualquier corrupto de nuestro telediario del día a día. No es difícil ver en él al mediático Willy Bárcenas, el hijo de Luis Bárcenas.
Aunque a diferencia de Bosco, este chaval ha sabido aprovechar su popularidad negativa para crear su grupito de pop españoloide pocho y caducado: ‘Taburete’, con el que llena el Palacio de los Deportes y se ha convertido en estrella del pop.
En realidad, el personaje es una imagen idealizada de cualquier chaval de buena familia (pepera) del barrio de Salamanca madrileño. Barbita de dos días y media melenita rebelde que ha pasado por las fases “colate” y “cuéntame”. Mocasín sin calcetines y americana con coderas. Parece que los manufacturan en la misma fábrica y Bosco parece uno más.
Eso sí, el mayor éxito del personaje es su verosimilitud, y su espontaneidad, cuyo mérito está en esa asombrosa interpretación de Santiago Alverú, quien no parece estar actuando en ningún momento. Alverú es Bosco, y si no, se lo ha inventado él. Y Bosco podría ser el compañero de cañas del pequeño Nicolás, ser fan de Taburete y pasar los fines de semana en el chalet de Boadilla, pero cuando cazan a su padre, su propio entorno le rechaza.
Su familia no le ayuda, en su MBA no quieren al hijo de un corrupto y su novia decide dejarle con la lógica del contagio. Su cuna le repudia con más virulencia no vaya a ser que a ellos, sospechosos, también les caiga algo. El joven tiene que buscarse la vida por su cuenta, con lo que se ve tratando con personas de otras clases sociales con las que no está acostumbrado a coexistir.
Es en ese mundo de contrastes donde la película mejor funciona. Ver a un niño pijo en Lavapiés, en la oficina del paro o en un centro de ayuda a discapacitados es gracioso no por el acto de “justicia social” que se presupone, sino por el impacto de ver a esas dos Españas enfrentadas conviviendo y reaccionando entre sí.
Podemos reírnos de las ironías que destilan las egoístas reacciones de Bosco pero lo cierto es que esas mismas personas con las que interacciona, militantes, podemitas y demás, no podrían aceptarle como lo que es, con lo que se ve obligado a mentir para poder sobrevivir. El narcisismo y hedonismo del que lo ha tenido todo le convierte, eso sí, en un sinvergüenza consentido, un niñato despreciable al que, en el fondo, tenemos que reconocer parte de su inocencia ante la situación que le ha caído.
‘Selfie’ es un ejercicio refrescante en comedia negra, triunfa en su concepción de sketches y pierde bastante fuelle en su tramo final, cuando quiere tener una coherencia de película con trama, personajes o incluso comedia romántica.
Pero el motivo por el que no acaba de cerrar bien es porque su propio concepto no tiene cierre. Bosco debería de tener su propia miniserie, web serie o programa de humor, porque lo que realmente nos gusta es ver cómo su personaje se enfrenta a distintas realidades con las que el resto del universo lidiamos día a día.
La falta de pretensiones del proyecto hace que sus problemas sean pecadillos perdonables, pero el hecho de conocer a Bosco y dar con él una vuelta por los mítines de PP y Podemos es un ejercicio exorcizante y necesario para entender qué nos ha pasado en estos últimos años de caos y perplejidad sociopolítica.
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