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Sexismo e igualdad en los juguetes de Navidad

Becaria habla sobre los catálogos de juguetes de Navidad y como se han adaptado a la demanda de la inclusividad y la igualdad pero sin pasarse.

Muñecas (archivo)

Muñecas (archivo)Pixabay

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Los catálogos de juguetes se han adaptado a la demanda de la inclusividad y la igualdad, pero sin pasarse, no nos vaya a dar un patatús. Debe de ser complicado fabricar y vender juguetes y tener que satisfacer simultáneamente a la feminista radical, a la transfeminista y a la familia tradicional que va a misa los domingos y le parecen mal las charlas del colegio sobre violencia de género, orientaciones sexuales y preservativos. Este mercado solo quiere vender su plástico, pero siempre acaba ofendiendo a alguien: a la feminista que reclama igualdad y al atolondrado que sostiene que un niño con un juguete rosa crecerá "maricón". Al final, todo queda en postureo feminista; diversidad poca e inclusividad la justa.

En las páginas de las revistas de las jugueterías asoman carritos de bebé y muñecos en colores pasteles con algún niño para cumplir con la demanda igualitaria, pero se nota a la legua que esta publicidad ñoña va orientada a las niñas y desprende cierto desdén hacia alguna orientación "desviada". La igualdad en los juguetes infantiles es un timo, todo sigue el patrón de siempre porque los fabricantes saben que sus bebés de plástico van a seguir siendo demandadas por los padres, madres y abuelas para sus niñas. Al fabricante de bebés realistas con patucos se la pela la existencia del sexo masculino socializado como hombre.

Algo hemos avanzado desde el franquismo, donde solo había muñecos de madera, de trapo y cocinitas. Esto último para las niñas, por supuesto. Pero las marcas siguen ancladas en el rosa y el azul como opciones principales en muchos juguetes. Si bien es cierto que también responden a la demanda para esos padres que siguen creyendo que sus vigorosos churumbeles con pito deben llevar el color de los hombres y las niñas la delicada tonalidad rosa de princesitas.

Faltan más Barbies con los pies en el suelo, con profesiones reales y cualificadas que siempre han sido asignadas a los hombres. Las Barbies y otras muñecas cabezonas de la misma cuerda son representaciones de la vida alegre de alto standing, sexualizadas para ponérsela morcillona al cachas de Ken, pero lo que no saben es que la representación del mundo real de Ken oculta una preferencia por el cruising en zonas arboladas y otras sombras que solo conocen las personas adultas. Es como Barrio Sésamo y sus archiconocidos Epi y Blas, pareja homoerótica que a todo pureta durante varias décadas se la han colado por detrás. Que se lo digan a los nostálgicos de la EGB enarbolados en su bandera de la heterosexualidad.

No hay muñecos mazados que sean mujeres, no está reflejada en los juguetes la mujer fuerte que hace crossfit y halterofilia. En la sección de disfraces de princesitas, no verás a un niño de Blancanieves, no vaya a salir mariposón. ¿Por qué todas las cajas de Playmobil más "masculinas" son azules y las de hadas o bailarinas las pintan en rosa? Tiene su lógica. La realidad es que cualquier niño con la moto rosa o paseando un carrito de bebé, a día de hoy sigue siendo el unicornio o el tercer sexo del parque de bolas. Y mucho código de colores, pero nada de incluir pilas a los juguetes, que siempre hay que comprarlas aparte, menos mal que ahora la mayoría vienen con batería.

Nuestra única esperanza son los juguetes unisex en colores llamativos que representan cacas, meadas reales y a unicornios que hacen sus necesidades en los colores del arco iris. En conclusión, mucho postureo igualitario en los catálogos, pero los fabricantes siguen pensando en lo mismo, que hay juguetes para niños y se tienen que vender en azul, y que hay juguetes para niñas y tienen que promocionarse en rosa. La misma basura de siempre, pero más variada, vanguardista y sofisticada, y con más batería que pilas.

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