Con ETA disuelta, el relato ha pasado del telediario al libro
Siete motivos para hacer cuentos sobre etarras
¿Qué leen los terroristas? ¿Qué música escuchan? ¿De qué hablan con sus viejos compañeros de instituto? Para escribir relatos sobre el conflicto vasco no siempre tiene que partirse de grandes preguntas políticas.
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La cuadrilla de amigos del escritor Iban Zaldua llamaba La Cosa al “conflicto vasco”, “la violencia vasca” o el “terrorismo vasco”. No solo es más rápido y corto sino que también evita tener que escoger entre “conflicto”, “violencia” o “terrorismo”, pues la elección trae consigo un posicionamiento, así ya de entrada, sin haber conseguido arrancar, ni tan siquiera, la conversación.
En su cuento corto 'El escondite', un etarra que acaba de cometer un atentado busca refugio en la casa de un amigo al que no ve desde que salieron del instituto. En el extraño reencuentro les une la música: uno pone discos de Echo & The Bunnymen y Japan, mientras el terrorista huido preferiría escuchar a Oasis, The Charlatans o Radiohead.
Hay un estereotipo sobre qué música nos imaginamos que escucha un joven abertzale, pero Zaldua lo estalla siempre por los aires. Como aquel protagonista de “A89, La Transeuropéenne” que escucha “Autobahn” de Kraftwerk, forzado por su compañero de viaje, en el coche que conducen hacia la cárcel en la que cumple condena su hermano.
O la cuadrilla de amigos de Zaldua ha crecido mucho, o el término se les ha ido de las manos, porque la escritora Edurne Portela lo utiliza también en su prólogo a 'Como si todo hubiera pasado', el reciente libro de relatos sobre La Cosa escrito por Iban Zaldua.
En él, Edurne se acuerda de alguien más que habla de La Cosa: el escritor navarro Jokin Muñoz. Porque lo que les ha pasado a los vascos es tan conflictivo que acuñarle un nombre que lo explique es misión imposible. “Lo que nos ha pasado no es solo el terrorismo de ETA”, dice Portela.
Con ETA disuelta, el relato ha pasado del telediario al libro. Si el cuento a contar fuera solo el de un grupo terrorista que se enfrenta a un Estado, la cuestión sería más sencilla. Pero no, porque La Cosa impregnó a toda la sociedad vasca, en su cotidiano, en sus relaciones familiares y sociales, en sus afectos y en sus militancias. La Cosa se filtró en todo.
Escribe Zaldua en “Ese idioma raro y poderoso” que en el País Vasco coexisten dos opiniones contradictorias: los que opinan que en su literatura no se ha escrito de otra cosa que no sea La Cosa, con el consiguiente aburrimiento; y los que piensan que no se ha escrito lo suficiente ni con la profundidad adecuada. Euskadi, siempre en conflicto.
Iban Zaldua, escritor y articulista pero también profesor de historia en la Universidad del País Vasco, se ha preguntado ¿por qué escribir sobre La Cosa? Y ha encontrado siete motivos:
Motivo uno: porque es la mayor aportación que puede hacer la literatura vasca a la literatura. Si hay una mercancía literaria competitiva y exportable, esa es la del relato de la “tragedia” vasca reciente. “Nuestro deber era hablar al mundo de lo que nos estaba pasando”, dice Zaldua, coincidiendo en esto con Jokin Muñoz. Pero este deber no parece ser recompensado: “nuestras mercancías literarias más demandadas en el extranjero han sido obras que tienen más que ver con algún tipo de costumbrismo”.
Motivo dos: porque 'Patria', de Fernando Aramburu, lo ha puesto de moda, al menos en castellano. “Algunos periodistas han sugerido que estamos ante un ‘boomcito”, dice Zaldua. El escritor nos aconseja desconfiar de este motivo porque la moda es una base endeble para conseguir objetivos artísticos, aunque no los comerciales. Así que: depende de qué tipo de escritor se quiere ser o de qué fin se persigue.
Motivo tres: por el compromiso político. Escribir sobre La Cosa por militancia, por adscripción, por la lucha. Eso sería una continuación del conflicto, de la calle a la página del libro. “Me da la impresión de que no está al alcance de cualquiera, si lo que se pretende es lograr resultados literarios significativos: creo que hay que ser un escritor realmente excelente para lograrlo. Y no me parece, a lo que se ve, que sea lo más habitual”.
Motivo cuatro: para darle realismo a la obra. Porque el terrorismo lo permea todo, ¿cómo eludirlo? Pero muchos lo han hecho, situándolo en una elipsis. Para Zaldua, esta incomodidad está desapareciendo y empieza a ser habitual que La Cosa esté siempre de fondo. El escritor, que en sus motivos da siempre una de cal y una de arena, advierte que también ese segundo plano del conflicto puede ser un simple cebo para el lector.
Motivo cinco: para recordar. No olvidar. Construir memoria colectiva. Recomponer el puzzle. Aquí va el pero: “siempre teniendo en cuenta, si hablamos de literatura, que el hecho de ser víctima o protagonista directo no es, necesariamente, garantía de calidad y relevancia”.
Motivo seis: por provocar. A ver, claro: la provocación es una de las motivaciones en la joven literatura actual, tanto vasca como española. Acordémonos de los debates sobre los límites del humor, sobre los “ofendiditos”, sobre la identidad y la radicalidad. Está todo ahí. “Un asunto resbaladizo este del humor, lo sé: ¿pero qué es la creación, sino riesgo y -en muchas ocasiones- fracaso?”, se pregunta Zaldua.
Y motivo siete: porque no queda más remedio. Este es con el que se queda Iban. “Incluso si el escritor lo hace a destiempo, resulta inoportuno y lo tachan de pesado o aguafiestas, o, por eso, precisamente”.
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