Bald pride: hablamos con calvos orgullosos de serlo
“Yo también empecé a quedarme calvo a los veintipocos: todo cambió cuando me hicieron una foto por detrás"
El peluquero soltó el dardo sin previo aviso. “Oye, ¿has pensado en implantarte pelo? ¡Ahora te vas a Turquía y por dos duros vuelves con una mata espectacular!”, me dijo entre risas. Me quedé en silencio durante un par de segundos y solté algún tipo de estúpida formalidad. Joder, ni siquiera le había comentado nada al respecto de mi más que incipiente alopecia.
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La realidad es que perder pelo nunca me supuso un trauma especial: hace años que asumí que las cosas por ahí arriba ya no son lo que eran. Culpa del estrés, de la genética o, según mi padre (que mantiene sus cuatro pelos con una habilidad asombrosa), de “las rastas esas que te hiciste de adolescente y que te jodieron el pelo”. Qué tiempos aquellos.
La anécdota me dio para una reflexión de camino a casa: ¿Es para tanto quedarse calvo? Al parecer, sí: son muchos los amigos que han llevado el asunto con visible frustración e impotencia. Y de hecho, no somos pocos: según un estudio levado a cabo por Trip Advisor en 2011, España es el segundo país del mundo con mayor porcentaje de calvos del mundo, sólo superado por la República Checa.
Pese a todo, estoy convencido de que hay más hombres como yo. Calvos que han llegado a la conclusión de que perder el pelo no es tan trágico como lo pintan. Incluso que lo llevan con cierto orgullo. Era cuestión de ir a buscarlos para reivindicar la alopecia frente a la dictadura peluda que nos quieren imponer los tiránicos cánones de belleza.
“Me di cuenta de que se me caía el pelo cuando tenía 25 años. Dos años después ya era un hecho”, me cuenta Daniel Arias, líder de la banda madrileña Pasajero.
“Aunque es algo que no hace ni puta gracia, lo asumí con bastante deportividad: quitando los cinco años de mi vida en los que tuve el pelo largo, la mayoría del tiempo llevaba la cabeza rapada, por lo que el cambio no fue demasiado drástico”, recuerda. “Me dio pena, pero pensé: no puedo hacer nada, así que intenta no pensarlo mucho y ya está”.
Porque una cosa está clara: nada de marcarse un Anasagasti ni tropelías capilares por el estilo. “Antiguamente ser calvo estaba asociado a ser un loser”, reflexiona Daniel. “Está claro que los clichés estéticos están ahí, pero creo que hoy en día se ve con otros ojos. Hay gente alta, baja, gorda, flaca, con pelo y sin pelo. Y a mi chica le gusta: me ha dicho que si me voy a Turquía a ponerme pelo me deja”. Bien dicho.
Daniel comparte esa resignación con otros muchos calvos. Probablemente, con la mayoría. “Yo también empecé a quedarme calvo a los veintipocos, pero tardé en darme cuenta”, recuerda Rafa Zamora, diseñador gráfico y fotógrafo. “Todo cambió cuando vi una foto que me hicieron por detrás: me vi una coronilla de fraile que me impactó mucho”, recuerda entre risas.
“Me veo muy buen así”, asegura Rafa. Pero acto seguido, se sincera: “Por mucho que haya algo de ‘orgullo de calvo’, creo que a todo el mundo le jode serlo: todos soñamos de vez en cuando con tener melena. Pero hacemos de la necesidad virtud. Porque si eres calvo no hay vuelta atrás: es lo que hay y toca aceptarlo”.
Esa deportividad, aderezada con el siempre necesario sentido de humor, es la que llevó a Ángel Escudero a crear en 2010 ‘Calvos Don’t Play’, una página de Facebook que da la bienvenida a todos los calvos de España con una foto del actor Jason Statham, icono del cine de acción y calvo ilustre del celuloide junto a otros como Bruce Willis. “Nos hemos quedado calvos a pelo, sin queratinas ni Svensons. ¡Ser calvo es lo más!”, reza la información de la página.
“Bald pride!”, me saluda Ángel, casi a modo de grito de guerra, al explicarle que yo también formo parte de su selecto club. “Buscamos reivindicar la normalidad y el atractivo de la calvicie a través del sentido del humor: hay que sentirse orgulloso de uno mismo y aceptarse”, asegura. “Hay un falso ideal de la belleza masculina en el que ser calvo es algo indeseable. Pero no es cierto. Me gustaría decirles a todos los adolescentes q viven como un trauma la pérdida del cabello: "No llores: ¡vas a follar más!”.
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