LO DETALLAN EN UN DOCUMENTAL
¿Y si todo lo que nos contaron sobre la leche es mentira?
El documental ‘The Milk System’, que se proyecta estos días en Another Way Film Festival de Madrid, ahonda en los secretos más oscuros de la industria láctea.
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La leche de vaca. El alimento con el que crecimos varias generaciones. El líquido prodigioso que nos recomendaban beber a los niños incluso en las comidas y cenas. Lo que tomábamos antes de irnos a dormir, al levantarnos y para merendar mezclado con cacao, cereales o fruta. Un elemento crucial de la pirámide alimenticia. O al menos, así nos lo enseñaron.
España sigue siendo uno de los principales productores de leche: el séptimo a nivel europeo. Pero algo ha cambiado en los últimos años: su consumo está cayendo a marchas forzadas. Los españoles hemos pasado de tomar 100 litros anuales de leche en el año 2000 a apenas 75 en la actualidad, según los datos de la propia industria. O lo que es lo mismo, un brusco descenso del 25%. Y sin embargo, son muchos los que siguen manteniendo que la leche es un alimento esencial en toda dieta equilibrada que se precie. ¿Cuánto hay de cierto en ello y cuánto de puro interés económico?
“La industria láctea es uno de los lobbies más poderosos que existen. No sólo por la leche, sino especialmente gracias a los productos lácteos presentes en infinidad de alimentos que encontramos en cualquier supermercado”. El que habla es el italiano Andreas Pichler, director del documental ‘The Milk System’, que estos días se proyecta en el Another Way Film Festival de Madrid, cita dedicada al progreso sostenible y la ecología.
En opinión de Pichler, hay varios motivos por los que revisar profundamente la creencia, aún muy arraigada, de que la leche es esencial para nuestro organismo. Empezando por la salud. Walter Willet, uno de los más célebres nutricionistas de la Universidad de Harvard y uno de los entrevistados en el documental, realizó una de las más ambiciosas investigaciones al respecto, con una muestra de 300.000 personas.
“Su conclusión fue que no necesitamos la leche en absoluto, y que el abuso de su consumo, especialmente cuando somos adultos, conlleva una mayor posibilidad de fractura ósea y de cáncer de próstata”, cuenta el director.
“No es opinable, sino absolutamente objetivo: los lácteos no son imprescindibles, y si alguien nos dice lo contrario nos está engañando”, asegura con contundencia Aitor Sánchez, dietista y nutricionista del Centro Aleris y autor del libro ‘Mi dieta cojea’.
“Hay países y comunidades enteras que no toman lácteos y gozan de un perfecto estado de salud. El calcio, las proteínas y otros nutrientes de la leche se pueden encontrar en otros alimentos más sanos y convenientes como las legumbres, los frutos secos, las verduras de hoja verde o las semillas”, explica.
En opinión de Sánchez, “la industria láctea ha jugado un papel determinante a la hora de hacernos creer lo contrario. Lo ha hecho a través de la publicidad, de los congresos sanitarios y de la formación que imparte al propio personal médico. Y lo hace, sobre todo, ejerciendo como lobby frente a la administración para que la leche y los lácteos sigan estando presentes en los menús escolares o de guarderías, de cara a que se siga vinculando su consumo al crecimiento y a una buena salud ósea en niños y adolescentes”.
Pero hay más: el medio ambiente es otro elemento clave. Más allá de la conocida contribución del ganado al cambio climático, Andreas Pichler hace hincapié en otro problema: los residuos orgánicos que genera la industria láctea.
“Cada litro de leche produce aproximadamente seis litros de purines” detalla. “Las granjas no saben qué hacer con él, por lo que generalmente se vierte en los campos que, a menudo, no son capaces de absorberlo. Eso produce que algunos de sus elementos más nocivos y cancerígenos, como el nitrato, entren en contacto con el agua potable. Las regiones con grandes explotaciones lecheras de Alemania, Holanda o el norte de Italia tienen problemas constantes con el nitrato en las aguas subterráneas”.
De cara al futuro, Pichler lo tiene claro: “Un menor consumo de leche sería ideal para los pequeños productores y el medio ambiente. El problema es que la industria está inventando nuevos mercados, como por ejemplo China: los chinos nunca han bebido leche y han tenido una dieta perfectamente equilibrada sin ella, pero desde hace 15 años se está poniendo de moda con los mismos eslóganes utilizados en Europa desde hace décadas: la leche es saludable y te hace crecer”.
A todo ello hay que añadir la creciente preocupación por el bienestar animal, que cada vez motiva a más personas a eliminar la leche y los productos animales de su cesta de la compra. ¿Es compatible consumir leche y respetar a las vacas?
De nuevo, Pichler es claro: “Una vaca vive, de media, entre 15 y 20 años. En el caso de una destinada a la producción industrial de leche apenas alcanza los cuatro o cinco. Las vacas lecheras en Europa sufren un estrés constante, con una producción de hasta 12.000 litros al año. Deben quedarse constantemente embarazadas, pues esa es la naturaleza misma de la leche: si no se las preña, no producen. Y tan pronto dejan de poder quedarse embarazadas, lo que sucede muy a menudo por culpa del citado estrés, simplemente se acaba con ellas”.
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