ENTREVISTA CON PEDRO BRAVO, AUTOR DE 'EXCESO DE EQUIPAJE'
Tourist Go Home: Cuando el turismo se convierte en nuestro peor enemigo
¿Puede el turismo convertirse en nuestro peor enemigo? ¿Existe una forma responsable de hacer turismo? ¿Cómo compaginar la que es una de las principales fuentes de ingresos de España con el respeto a los vecinos y el medio ambiente? A todas estas preguntas trata de dar respuesta el periodista Pedro Bravo en su libro ‘Exceso de equipaje’ (Debate), que acaba de ver la luz. Tribus Ocultas ha hablado con él.
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¿Un libro crítico con el turismo? ¿Qué tiene de malo que vengan extranjeros a gastarse su dinero aquí?
Dicho así, nada. Ni aquí ni en cualquier otro lado. El turismo entendido como un encuentro social y cultural y una forma de intercambio económico es estupendo. El libro trata de reflexionar sobre todos los matices que hay debajo del axioma que dice que el turismo es un gran invento y punto. Los problemas aparecen, como en otros sectores, según las prácticas, el volumen, la distribución de los ingresos y demás.
El turismo no sólo está considerado como el cuarto sector del mundo sino que, además, es transversal: toca todos los palos de lo económico, lo social, lo político... Sin embargo, así como en otras industrias hay mucho escrito y dicho para cuestionar los modelos imperantes, en el turismo hay menos. El libro trata de hacerse preguntas sobre este modelo tan poco cuestionado, de analizar cómo hemos llegado hasta aquí, cómo vamos a seguir (spoiler: creciendo a saco), qué problemas acarrea, etc. Y, la verdad, es que hay tomate de todo tipo: medioambiental, social, económico, de vivienda....
Dices en el subtítulo del libro que "El turismo es un gran invento... hasta que deja de serlo". ¿En qué momento dejó de serlo? ¿Qué acontecimientos marcaron el principio del claro empacho de turismo que sufrimos hoy día en este país?
Ojo, no sólo es en este país: es en casi todo el mundo. El turismo es un sector en alza desbocada y por eso es muy difícil de frenar ese empacho que mencionas. Tampoco es que haya un momento en que deja de serlo. Pero sí hay un periodo clave, que es éste en el que vivimos, en el que la masificación se empieza a vivir en grandes ciudades, en lugares que hasta ahora eran sobre todo origen de turistas y no tanto destino.
Esto provoca que las consecuencias negativas tengan más resonancia, pero siempre las hubo (como las positivas). Lo que pasa es que no te enteras igual de las protestas de una isla remota del Pacífico o de los ecologistas en el Levante español que del follón que se arma en Barcelona o Madrid. El proceso de la llegada en tromba del turismo a las ciudades tiene que ver la expansión de Airbnb y sus consecuencias sobre la el precio de la vivienda pero también con tendencias sociales y, esto hay que dejarlo muy claro, las propias políticas estratégicas, de infraestructuras y promoción turísticas de los territorios, estados, regiones y también ciudades.
Imagina que tú gobiernas un país o una comunidad o una ciudad y tienes x unidades monetarias (siendo x no mucho) para invertir en algo que te de rentabilidad económica que suponga, sobre todo, rentabilidad electoral. Si inviertes en I+D+i, igual gana las elecciones tu nieto pero tú te vas; si inviertes en petarlo de cruceros vas a tener unos buenos datos macro (los micro son otro cantar) y te vas a poder poner medallas que llevar a tu reelección. Y, hasta ahora, ninguna voz en contra.
A este ritmo que llevamos, ¿Ves posible un incremento de los colectivos y acciones críticas a los que determinados medios calificaron en su momento de turismofobia?
En el mundo, los movimientos turísticos internacionales rompen marcas cada año. El último, 2017, un 7% más que el anterior. Ya estamos en más de 1300 millones al año y eso sin contar los nacionales. Por supuesto, salvo desastre económico, medioambiental, de recursos o bélico, va a ir a más. Y, sin duda, es imposible que siendo así no crezcan las protestas. Por cierto, que las protestas son buenas porque nos permiten reflexionar no sólo sobre el modelo sino sobre la práctica que hacemos cada uno. Lo que se llamó turismofobia no creo yo que fuese contra el turista, sino contra el modelo.
España presume ser el mejor destino turístico del mundo. Pero... ¿Para qué tipo de turista?
Una de las pocas cosas en común que pensamos los residentes en este país sobre este país es que como aquí no se vive se come, se bebe y, en general, se disfruta en ningún sitio. Más allá de la exageración que contiene todo maximalismo, hay mucha verdad encerrada en ese pensamiento. En España hay una oferta gastronómica de escándalo, unos recursos culturales de primera, unos paisajes para dejar bien saciados todos los gustos y una industria turística y de servicios bien potenciada desde hace décadas que lleva años y mucha calidad de ventaja a los competidores.
Por algo España es el segundo destino turístico mundial y subiendo. Aquí hay para todo tipo de turistas. El asunto es que buena parte de esa industria viene de lo instituido en tiempos de Franco y Fraga, con ayudas y presiones internacionales. Por eso, al estilo de cómo son ahora los titulares de los medios, lo que viene a continuación no debe sorprendernos: mordiscos al territorio, consumo desaforado de recursos, empleos precarios, licencias urbanísticas de Monopoly, conglomerados que presumen de patriotismo pero juegan a las empresas pantalla para declarar en islas del Caribe...
¿Cómo se ve a España desde fuera? ¿Qué les gusta de España a los turistas? ¿Es este un país de turismo low cost? ¿Estamos condenados a ser un país de camareros o se puede ofrecer un turismo de calidad?
Como te decía entes, la industria turística española y los propios recursos del país ofrecen de todo y para todos. ¿Estamos condenados a ser un país de camareros? Bueno, no sé si es una condena pero la realidad es que más del 70% del PIB del país es del sector servicios. Y más del 10%, del turismo.
¿Es esto bueno, malo o regular? En principio es conveniente diversificar y no depender mucho de un sector concreto (de los países turísticos líderes, España es uno de los más dependientes), pero ser camarero no tiene nada de malo. Lo malo es ser un camarero con un trabajo precario, temporal y estacional. Según datos del Ministerio de Empleo, de 20 millones de contratos que se firman al año, el 12,5% son de camarero. El asunto es que el 52% son de menos de siete días, el 61,7% de jornada parcial y el 42% está por debajo del salario medio.
El turismo responsable. ¿Es un oxímoron? ¿Se puede viajar y no participar de prácticas lesivas con el planeta y otras culturas?
No creo que sea oxímoron pero sí un reto que requiere compromiso y cierto esfuerzo, como el consumo responsable en general. Uno tiene que deshacerse de todo lo que le viene primero a través de publicidad, ofertas y descuentos y demás, que suele ser lo menos responsable, y buscar lo más conveniente para ti y para los demás. Esa es la clave de todo consumo responsable, que sea bueno para todos y para todo, o al menos lo menos malo posible.
En general, en temas turísticos, la cosa se puede resumir en contaminar lo menos posible y tratar de que el dinero gastado sea en negocios locales de verdad, para que el dinero se quede en el territorio visitado.
El turismo se ha democratizado: hoy en día viaja hasta la clase trabajadora, aunque sea en Ryan Air. ¿Es eso positivo o el hecho de que viajemos todos trae consigo nefastas consecuencias?
Te digo lo mismo que a la primera pregunta. En principio, es positivo, claro. El asunto es ver las condiciones que hay detrás. Uno de los capítulos del libro es "Living la vida low cost". Estamos en ello. El asunto es que consumir cosas baratas suele significar que esas cosas se producen en condiciones precarias.
Vives y trabajas en Malasaña, uno de los barrios madrileños que más ha sufrido la llamada gentrificación. Más allá de que se disparen los precios de los alquileres y se multipliquen las tiendas de ropa vintage y los bares con ladrillo visto y cervezas artesanas, ¿qué ha supuesto este fenómeno para el barrio?
Perdón si me pongo un poco puntilloso pero creo que es importante matizar. La gentrificación no es tanto qué tiendas hay en un barrio, sino qué movimientos se dan para cambiar a los moradores del mismo por otros de mayor nivel económico. Aunque forman parte de la evolución de las ciudades, muchas veces son causados por dinámicas económicas e inmobiliarias con consecuencias muy feas para los vecinos para la propia ciudad.
La turistificación es algo nuevo, y es la sustitución de esos moradores por gente de paso cuya actividad, el turismo, cambia también por completo la oferta comercial y de servicios, haciendo que los barrios se especialicen y, del alguna manera, se teatralicen. En Malasaña, en Madrid, en España y en realidad en muchísimas ciudades de todo el mundo, se están dando los dos procesos a la vez. Los grandes capitales inmobiliarios están utilizando la vivienda como activo y convirtiendo el alquiler casi en una hipoteca. La cosa empeora sensiblemente con el impacto de las viviendas de uso turístico. ¿Qué consecuencias tiene?
Bueno, Malasaña y otros barrios pierden no sólo parte de su presunta gracia y de su tejido comercial habitual, pero eso no es lo grave. Lo dramático es que vivimos es que entre unas cosas y otras vivimos en una crisis de alojamiento de enorme magnitud y los gobiernos se están dando mus, lo mismo que buena parte de los medios de comunicación.
En todo este proceso, plataformas como AirBnb han jugado un papel esencial. Hay quien dice que es una de las peores cosas que le han ocurrido a nuestras ciudades y barrios. Conozco un amigo que compró hace años un auténtico zulo en Lavapiés que ahora alquila por 500 euros a la semana en Airbnb. ¿Nos hemos vuelto locos? ¿Tiene esto solución? ¿Cómo deberían meter mano los ayuntamientos?
Airbnb es una idea estupenda que se ha estropeado cuando ha traicionado su espíritu esencial, que es el de intercambio entre iguales. De ser un proyecto de economía compartida ha pasado a ser un refugio para grandes inversores que están haciendo mucho dinero con viviendas que, como su propio nombre indica, deberían dedicarse a que la gente viva. Todos los análisis de datos hechos por plataformas independientes hablan de que más del 40% de los propietarios y/o gestores de viviendas de uso turístico son lo que se llama comerciales, o sea, no particulares sino empresas.
Hay pequeños inversores pero también fondos y hasta empresas hoteleras, como Wyndham, una enorme cadena americana que está invirtiendo en el sector. Aprovechan, ellos y las propias plataformas, para hacer dinero mientras las administraciones reaccionan con su lentitud natural para regular y las consecuencias nos las comemos los demás. Es un hecho que el paso de todos esos pisos a la oferta turística afecta al precio del alquiler convencional y no sólo en las zonas masificadas, sino en todos los barrios, por extensión. Echa un ojo al número de pisos que se ofrecen en Airbnb en Ibiza y a los que salen en Idealista y entenderás por qué la gente está rechazando trabajos en la isla porque no encuentra sitio donde vivir.
En el libro recorres destinos como Grecia, Bali, San Franciso o Benidorm. ¿Hay algún lugar donde se esté gestionando el turismo de manera responsable?
Cada capítulo del libro tiene por título un lugar que utilizo de forma simbólica para hablar de un tema, economía, medio ambiente, tecnología... Recorro esos lugares y mucho más porque, como te digo, uno no puede tratar de entender qué está pasando si no lo ve con una mirada global.¿Hay un concreto que sea modelo para los demás?
No creo, en primer lugar porque cada caso tiene sus matices, también porque la saturación en áreas urbanas es reciente y, por tanto, las reacciones lo son aún más. Hay cosas que suenan bien, como el Plan Estratégico hecho por el actual Ayuntamiento de Barcelona, algunas medidas de zonificación y control de negocios que se están dando en Ámsterdam, lo logrado por San Francisco para frenar el impacto de plataformas como Airbnb y más ejemplos que se pueden ver en el libro. De todos modos, el primer paso para solucionar un problema es darse cuenta de que existe. Y estamos aún llegando a ese momento.
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