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Nos cuentan en primera persona cómo fue cambiarse de sexo

Vagina trans: lo que no se ve después de una vaginoplastia

Vivir con una genitalidad que no se siente como propia es una de las principales motivaciones que lleva a una persona trans a someterse a una vaginoplastia o a una faloplastia. Coloquialmente, estas intervenciones se conocen como operaciones de “cambio de sexo” o de “reasignación de sexo”. Esta cirugía reparadora pretende acabar con la angustia de muchas personas trans y mejorar su calidad de vida.

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Tina Recio es una mujer trans que cuenta en primera persona cómo fue su vaginoplastia: “El pene se abre, separando el pedículo vasculo-nervioso y los cuerpos cavernosos que lo componen. Entonces, la piel se emplea para crear las paredes vaginales mientras el glande se destina a crear el clítoris. Con la piel del escroto se forman los labios vaginales y se da mayor profundidad a la vagina.

La vagina se coloca en un espacio que el cirujano crea entre la vejiga y el recto. A continuación coloca apósito para que la piel de la vagina se mantenga quieta hasta su completa cicatrización. Con el glande se realiza el clítoris sobre el meato uretral, que se acompaña del capuchón que lo recubre. Y, finalmente, se crean los labios vaginales. Los testículos también se vacían, las gónadas se extraen y se deja únicamente la piel de los testículos en forma de labios mayores. Es a partir de la piel del pene cómo se crean los labios menores”, explica.

Ella es el alma de I-vaginarium, un proyecto pionero de pedagogía sexual de la vagina transexual donde se proporciona información, acompañamiento y apoyo a las mujeres trans después de la operación. El postoperatorio, más laborioso que duro, es uno de los temas donde se centra la atención, en concreto, en lo que respecta a como la aceptación del nuevo cuerpo, la propia aceptación y los cuidados de la vagina trans.

“Los tres primeros meses hace falta hacer dilataciones del canal vaginal con dilatadores dos o tres veces al día. Después de tres meses, ya se va rebajando la frecuencia de las dilataciones. Hay que tener unos cuidados básicos, como cualquier otra vagina, aunque con algunas diferencias. Pues la vagina tras no tiene mucosa y eso también hace que las infecciones no sean tan frecuentes”.

A través de I-vaginarium, Tina no solo ha podido ser más consciente de las largas listas de espera en nuestro país para este tipo de intervenciones, sino también el abandono al que se enfrentan las mujeres trans una vez que se someten a ellas y las diferencias de un país a otro en cuanto a las técnicas empleadas. Según cuenta son los cirujanos tailandeses quienes disponen de una mayor destreza para da forma a los labios mayores y menores.

No obstante, pese a que en la iniciativa la vaginoplastia sea protagonista, insiste en que ésta no es un talismán para la felicidad: “Evidentemente cuando una chica decide sobre su propio cuerpo con total libertad y decide tener una vagina y lo consigue, es un reto y un objetivo cumplido. Y eso, a cualquier ser humano, lo hace muy feliz. Esto no quiere decir que la vaginoplastia por si sola de la felicidad si no la tuvieras antes. No hay que depositar en la vaginoplastia ni en un bisturí la felicidad de cada una”. Insiste en que la felicidad tiene que venir dada por una misma y por un ejercicio de autoestima.

Dentro de esta iniciativa también encontramos como colaboradora externa a la fisioterapeuta experta en fisiosexología y disfunciones de suelo pélvico, Sara Giol. Sus intervenciones se personalizan según la paciente, pues la recuperación puede variar mucho de una mujer a otra, tanto en forma como en tiempo. Una de las demandas habituales de las mujeres trans al someterse a este tipo de intervención está relacionada con el placer sexual.

“Al principio hay miedo a tener relaciones sexuales con penetración por si el tejido aún no está preparado o si es muy pronto. Es necesario que la persona sepa cómo es ahora su cuerpo, que tenga conciencia de su forma, de las sensaciones que tiene al tocar más o menos fuerte, al tensar y relajar la musculatura, o al estimular el clítoris, por ejemplo, de esta forma tendrá la confianza suficiente para sentir que tiene el control de su cuerpo e ir segura a los encuentros sexuales que pretenda".

"En ocasiones, lo que sucede también es que la mujer tiene en mente mantener relaciones sexuales con otra persona, antes de haber redescubierto su sexualidad ella misma, lo cual, generalmente, lleva a que esas primeras experiencias no sean especialmente satisfactorias. Así, realizamos además un trabajo de educación sexual”.

El trabajo de Giol consiste en ir más allá de la intervención y descripción técnica que realiza el cirujano. Bajo su punto de vista, la recuperación de la paciente tras una vagionoplastia no puede reducirse exclusivamente cuando tras un periodo de tiempo, ésta pueda hacer la dilatación de mayor tamaño sin problema: Los dilatadores los prescribe el cirujano tras la intervención, su función es evitar la estenosis de la vagina.

Por lo general, recomiendan entre 2 y 5 dilatadores que aumentan progresivamente su tamaño, el menor suele ser de 1.5 cm y el mayor de 3.5 o 4 cm de diámetro, la longitud suele rondar los 20 cm (aunque las vaginas son de menor profundidad).

Más o menos todos los cirujanos pautan los mismos tiempos, se comienza con el dilatador pequeño haciendo dos dilataciones diarias durante tres meses, a continuación depende de cómo vaya respondiendo el tejido, se aumenta el tamaño progresivamente y se hace una dilatación diaria; al cabo de un año, normalmente, basta con una dilatación semanal con el dilatador de mayor tamaño.

No obstante, una vagina debe ser algo más que un conducto en el que quepa un cilindro de 4 cm de diámetro, debe ser funcional; y esto, según el caso, puede llevar bastante más tiempo”, comenta.

Otra de las cuestiones importantes en la recuperación son las cicatrices, sobre todo cuando la paciente comienza a hacer las dilataciones: “La cirugía, casi siempre, la realiza un plástico y por ello las marcas suelen ser estéticamente bastante discretas, pero no dejan de ser zonas que provocan una restricción en el movimiento y elasticidad del tejido, dificultando a veces la inserción del dilatador”.

Por tanto, su trabajo posee dos vertientes básicas, por un lado mantener y mejorar la elasticidad del tejido (esto sería la parte del suelo pélvico), y por otro que la mujer sea capaz de conocer, querer, y disfrutar de su propio cuerpo.

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