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Empleados de banco, bibliotecarios, profesores, arquitectos, abogados

Volver al trabajo después de la jubilación: 300 voluntarios enseñan los museos gratis

Dirigen grupos, estudian y se forman para no perder la actividad una vez jubilados. Más de 300 voluntarios culturales enseñan los museos del país desde hace dos décadas de manera gratuita.

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La Confederación Española de Aulas de la Tercera Edad (CEATE) fue creada en 1983. El objetivo de esta entidad, de ámbito estatal, es mantener activas a las personas mayores. Una manera de evitar el envejecimiento acelerado por falta de estímulos y vida social.

Tal vez, uno de los proyectos menos conocidos sea el de los voluntarios culturales de la tercera edad. La mayoría de museos estatales y municipales del país cuentan con ellos a diario para guiar por sus salas a los visitantes. Un programa que ha dado tan buenos resultados que está ampliando las fronteras hacia Latinoamérica.

El trabajo que realizan es mucho más que una forma de participar socialmente, es una ayuda para los museos y un regalo para los visitantes.

Descubrir que estas personas no tienen una retribución económica por lo que hacen es muy difícil, aunque cada visita comience con un “buenos días, soy voluntario cultural y os acompañaré durante este recorrido”.

Llegan antes que el grupo al que van a guiar, son los últimos en irse una vez terminada la visita y si no fuera por la acreditación que los distingue podríamos pensar que son los dueños del lugar.

Algunos, además de su conocimiento, aportan información en soportes digitales o en fotografías ampliadas para explicar, por ejemplo, cómo son por dentro los cajones de un armario que la Comunidad de Madrid compró hace unos años por más de un millón de euros.

Los cajones están decorados con piezas de nácar que representan la gesta de la Guerra de Sucesión española. No se pueden abrir al público general por motivos de conservación, pero el voluntario cultural que los vio durante su formación, considera que es un detalle que merece la pena ser visto.

Entonces reparte entre los visitantes imágenes del mueble abierto con las escenas de la batalla en miniatura.

Para los museos contar con ellos es fundamental. La escases de personal de muchos organismos culturales encuentra en estos guías altruistas una manera de mostrar su patrimonio de una manera accesible, segura y testimonial.

Conocen al detalle cada pieza, la acompañan de anécdotas y recuerdos. Por lo general, el museo que se le asigna a cada voluntario, está relacionado con la actividad profesional en la que se desempeñó.

Empleados de banco, bibliotecarios, profesores, arquitectos, abogados pocos sectores quedan afuera. Si de algo podemos presumir es de la cantidad de espacios de conservación que tiene España.

La función de este trabajo a tiempo parcial, por el que no hay intercambio de dinero, es mucho más que formativo. Es común ver por los salas de los museos, especialmente por las mañanas, grupos de adultos mayores que recorren el espacio.

Algún visitantes lo hace por primera vez, aunque haya pasado por la puerta infinidad de veces. Aparece entonces un contraste significativo. Todos han dejado al arte para “después”.

Pertenecen a la misma generación, la del trabajo duro, la familia, la casa propia. Uno de ellos, solo uno entre 10, vivió en paralelo entre libros, música o pinturas. Y esperó a jubilarse para volver a él como fuente de vida y placer.

Los demás intentan, con el mismo afán que el voluntario enseña las diferencias entre un Goya y un Velázquez, que la jubilación no les depare un decaimiento general. Que el arte los acepte sin más, les descubra un porvenir.

Durante la visita aparecen preguntas personales, como si las respuestas pudieran acertar con un diagnóstico anticipado de la felicidad a la tercera edad.

Probablemente lo sea, aunque imagino que la receta está en lo que hacen y no en lo que hicieron o en una fusión perfecta y secreta de ambos.

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