NO LOVE INJECTION
Los extraños relojes de París que funcionaban con cañerías de aire comprimido
Las arquitecturas de las ciudades esconden secretos que son la huella de su propia historia. Si miramos a París, aún es posible encontrar rastros de una realidad que ayudó a que toda la ciudad se moviera al mismo son gracias a un invento: sus relojes subterráneos.
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El 21 de enero de 1910, París fue inundada. La ciudad quedó como congelada en el tiempo, y a esa sensación ayudó el hecho de que los relojes de toda la ciudad se habían quedado congelados a la misma hora: las 10:50. ¿Pero cómo se relaciona el hecho de que la ciudad quedara bajo el agua con que el tiempo decidiera no avanzar? El quid reside en el funcionamiento de los relojes de inicios del siglo XX en la ciudad francesa, y en los motivos detrás de esta decisión. Y es que, para garantizar que toda la ciudad fuera a la misma hora, se instauró un sistema subterráneo de tuberías que inyectaban aire.
¿Por qué tal sistema? ¿Por qué aire? ¿Cómo garantizaba eso que todos fueran en hora? Todo ello tiene respuesta. A la primera pregunta, la respuesta es porque necesitaban que toda la ciudad fuera en hora. Si cada persona dependía de su reloj personal, las diferencias podrían ser enormes. ¿Recordáis cuando en las pelis de atracos hacían lo de "sincronicemos relojes"? Es por esto. De cara a hacer negocios no podía haber tal falta de sincronización, por lo que se decidió instaurar un sistema público en el que, si había diferencias, fueran mínimas.
Esto se logró a partir de 1880, y todo partía de un reloj central con pesos y engranajes continuos. Desde esa máquina, a cada minuto se emitía un pulso que hacía avanzar los relojes del resto de la ciudad. ¿Por qué se usó aire en vez de electricidad? Por la excusa más antigua del mundo: el precio. Era más barato hacerlo con aire. El reloj se dividía, entonces, en dos partes. La mitad izquierda era el funcionamiento estándar. Cuando pasaba un minuto, se ponía en marcha la mitad derecha, que era la que empujaba el aire al resto del sistema.
Cada reloj individual contaba con una entrada de aire que movía un engranaje minutero de sesenta vueltas. El engranaje de horas dependía de aquel, de tal modo que todo quedaba sincronizado y la ciudad permanecía en la misma hora. Así funcionó todo hasta 1927, cuando los relojes eléctricos heredaron el manto. Aun así, a lo largo y ancho de París, siguen quedando marcas de dónde estaban emplazados sus peculiares relojes subterráneos.
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