Linchamiento en la plaza

¡Hombre, Manuel!

¡Hombre, Paco!

¿Cómo va la vida?

Pues muy bien, aquí dando un paseo, que se ha quedado muy buena tarde y me voy a ver un linchamiento que hay a las cinco, ¿te vienes?

¿Dónde es?

Ahí al lado, en la plaza del pueblo.

Pues voy para allá, claro que sí, que hace muy buena tarde como para meterse en casa a perder el tiempo con el ordenador. ¿A quién se lincha?

A uno que ha hecho un chiste de andaluces.

Menudo hijo de la gran puta, vamos para allá, déjame un palo.

Toma, te dejo el mío, que yo tengo buen brazo.

Pero… esto no es un palo, esto es una vara.

Mira, perdona, pero yo lo llamo palo.

Pues la RAE no opina lo mismo (le enseña la búsqueda en el móvil).

Pero…

Ni pero ni pera, es una vara, lo pone bien claro. Menudo ZAAAAAASCA! te has llevado.

Paco se detiene en mitad de la calle y le explica la situación a varias personas que pasan cerca: "perdone un momento; es que resulta que me da el palo y le digo yo, eso es una vara; y va él y me dice que lo llama palo; lo miro en la RAE y Zasca, era una vara, como yo decía". Tras escuchar la historia, tres viandantes detienen su paso para dirigirse a Manuel y, uno a uno, le trasladan el mismo mensaje antes de seguir caminando.

¡Zaaaaasca!

¡Zaaaaasca!

¡Zaaaaasca!

Manuel, el zasca se ha escuchado en Tokio, me comentan. – Paco se ríe.

Mira, Paco, vete a la mierda – Manuel se indigna.

Que te den por culo a ti y a tu palo que no es un palo, Manuel, que eres un facha de mierda, eso es lo que eres y lo que has sido toda la vida.

¿Facha sólo por llevar un palo? Mira, vete a tu amada Cuba. Y allí lo llamas vara si tienes huevos, Paco, que seguro que a Fidel y sus amigos les parece muy bien.

En ese momento pasa por la acera Pérez Reverte que, al escuchar la discusión, se detiene y les explica a ambos, Manuel y Paco, que él estuvo en la guerra y que sabe lo que es ver sangre real y muerte y que aquella discusión era una auténtica mariconada y que por gente como ellos España merece desaparecer como nación de mierda que es. Aunque un par de personas llaman homófobo a Reverte, la mayoría de los viandantes que gritaron Zasca se vuelve y aplaude sonoramente las verdades como puños que siempre dice este hombre. Alguien levanta la voz y opina que España iría mejor con Reverte de presidente del Gobierno y la conversación termina en una discusión sobre por qué Reverte sería el mejor presidente y no una mujer como presidenta. Alguien le responde a la chica que propuso el debate sobre que una mujer sustituyera a Reverte como presidente ideal que “si dijera algo así en Arabia, la lapidarían”. Este comentario se lleva quince aplausos y veintidós gesto de desaprobación, con lo cual, la mujer le grita Zaaasca al verse ganadora. Son las seis de la tarde y en mitad de la acera la tensión sigue en aumento porque lo que empezó como una bronca por el nombre de aquel trozo de madera alargado ha derivado a hablar sobre las víctimas del nazismo y ETA. El chico que hizo la broma sobre los andaluces fue puntual y lleva una hora esperando en la plaza del pueblo a que lo linchen, pero nadie acude. No entiende qué ha podido pasar y desesperado y cansado de esperar, decide irse a casa a echarse una siesta como buen andaluz que, curiosamente, es.